La lectura es la percepción de la realidad: ese es el primer paso para ser un lector. Si alguien se elogia de leer libros, pero no sabe leer la naturaleza, no es un buen lector.”
Alfredo Mires Ortiz
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La partida de Alfredo Mires Ortiz es de aquellas que no pueden sino ser impactante e inesperada, un mortal cáncer interrumpió sus 61 años de una carrera tremendamente prolífica y, sobre todo, una vida de puro brío, humor y provocación para lograr que muchos campesinos se acerquen a las bibliotecas.
Alfredo supo construir una historia tan fantástica como real del mundo andino, donde los personajes principales son el libro y la lectura; en una región donde la gente hace miles de años saben leer en el sol, la luna, las estrellas, y las nubes; en la hoja de coca, en el río y las piedras. Donde la gente, desde la época del Inca Atahualpa, desconfía del libro que le alcanzan porque causó muchas desgracias. Aparte, hay diferentes religiones que entran con sus ideas dogmáticas a las comunidades. Como dijo el escritor Eduardo Galeano: «Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: “Cierren los ojos y recen”. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia». Así se van perdiendo estas tradiciones ancestrales que tiene cada pueblo, cada aldea. Sin embargo, con valor y perseverancia Alfredo Mires supo escucharlos, supo enseñarles a escribir en las páginas con sus propias historias, con sus relatos orales, con sus tradiciones y costumbres. Porque en ellas habita nuestra esencia nacional; y no solo eso, habitan nuestros sueños que son la materia prima de la literatura. Alfredo supo ganarse la confianza de los campesinos y de la mano fueron construyendo la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, con sus proyectos del Archivo de la Tradición Oral Cajamarquina, el Grupo de Estudios de la Prehistoria Andina, así como el Proyecto Enciclopedia Campesina, dedicado a la recuperación de la memoria colectiva sobre tradición oral, religiosidad y cultura andina, arte rupestre e historia desde los propios pueblos.
“Las lágrimas asomarán por cariño”
Solo se escuchaba el viento anidando en las ramas de los eucaliptos y molles que lo vieron partir con su cargamento de libros y luz hacia la aldea más alta, una fría madrugada del domingo 16 de octubre, dejando todo en orden, sus archivos pendientes, su catálogo de sueños, señalando el lugar de su velatorio, su entierro y un mensaje final de agradecimiento para quienes lo acompañaron en sus andares: “Las lágrimas asomarán por cariño”, porque sabía que su hora de partir estaba cerca y lo esperó con valentía y satisfecho del deber cumplido.
Hay personajes que devienen en hitos históricos y marcan el alma, como la vida de Alfredo Mires que fue una combinación de lecturas, poemas, fascinación y nostalgia, dejando en sus andares materias de inspiración para futuras gestas heroicas. Entonces lo que queda es la inmortalidad, esa gloria reservada para personajes de élite, genios, artistas, bibliotecarios y científicos sociales revolucionarios.
Espíritu pionero, símbolo de perseverancia
El encuentro de Alfredo Mires y el sacerdote británico Juan Medcalf Todd fue fundamental para la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, fundada por el sacerdote en 1971.
Era apenas un adolescente de 15 años cuando Alfredo ya mostraba un espíritu comunitario en Chepén (La Libertad), su tierra natal, donde editaba boletines populares, preocupando a sus padres por ser un joven tempranamente comprometido con las clases necesitadas. Al año siguiente ya estaba como voluntario de la red. Y en 1981, abandona su casa, a sus amigos, a su primer amor y se integra a la red para trabajar a tiempo completo. Muchos vecinos lo vieron partir con su mochila llena de ilusiones y un nudo en la garganta. Dos lágrimas rodaron por su mejilla, pero él tenía una cita con el destino, una cita con la madre naturaleza.
El gran mérito de Alfredo Mires fue potenciar su inteligencia múltiple, compaginando sus diversas habilidades y capacidades para aplicarla en beneficio de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca.
Como antropólogo, conoció los diversos grupos humanos, sus orígenes y cultura, lo que le permitió interactuar con las comunidades cajamarquinas, generar un clima de confianza mutua para desarrollar el proyecto que le dejó el padre Juan Medcalf. Y se entregó al arduo trabajo de recoger las tradiciones orales, los mitos y leyendas en cada aldea.
Como bibliotecario, le permitió clasificar toda la información que recogió, ordenando temáticamente los saberes comunitarios para facilitar su trabajo intelectual, lo que le permitió escribir, diseñar, ilustrar y publicar todo el conocimiento recopilado. Fueron más de 200 las publicaciones que editó.
Como maestro, tuvo una gran capacidad de comunicación para hacerse comprender; fue un mediador de los recursos educativos para el aprendizaje de los campesinos para que puedan desenvolverse y compartir sus saberes ancestrales.
Como gestor cultural, le permitió encargarse de las tareas cotidianas, ver sus detalles y administrar sabiamente los recursos de la red. Asesorar, escuchar a sus colaboradores, compartir información, realizar gestiones y trámites para que el proyecto camine sobre ruedas durante 50 años.
Su espíritu pionero le permitió convertirse en un símbolo de valor y de perseverancia. Su vida fue intensa, enciclopédica, de múltiples facetas, sueños y esperanzas que ha generado valiosos comentarios y reflexiones sobre la Red, recibir reconocimientos y homenajes de instituciones nacionales e internacionales “en mérito a su visión renovadora del libro, la lectura y la literatura en diálogo con las necesidades de la comunidad”.
Destacados intelectuales se han referido a su obra con admiración, como el escritor uruguayo Eduardo Galeano, el profesor y bibliotecario Kepa Osoro de España y Consuelo Marín de Colombia.
Vayan a los bosques de pinos, a los cafetales, a los campos y montañas, allí en el olor de los brotes florecientes encontrarán una parte de Alfredo Mires sembrando palabras, recorriendo las 500 bibliotecas de las trece provincias cajamarquinas. Era feliz y eso es lo que cuenta hoy que nos toca recordar y despedir al maestro, bibliotecario y antropólogo. A pesar de su partida seguiremos contando con su gran legado cultural que seguirá vivo.
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Nació en Ayacucho. Bibliotecólogo de profesión con más de cuarenta años de experiencia. Narrador de cuentos, autor-editor de cinco obras de corte infantil-juvenil. Colabora en revistas y periódicos de Huaral. Gestor de los blogs: Bibliotecologia & Literatura, Crónicas de Pauza y Huaral Huaralín. Trabaja en la biblioteca del SENATI. Contacto: fpebe9@yahoo.com
Buena semblanza de este líder y promotor de la lectura en la sierra norte del país. Esperemos que el ejemplo de Alfredo Mires se replique en otras partes del país y fomente la lectura en todo los niveles de la sociedad especialmente en un país como el nuestro donde los indices de lectura son bajos.
De acuerdo colega, es un paradigma de la bibliotecología, su maravilloso trabajo de sostener toda una red de bibliotecas rurales; durante más de cuarenta años es fantástico. Con la ayuda y comprensión de los campesinos que entendieron el beneficio de la lectura de sus propias historias.