Entretelones del nombramiento de la primera mujer bibliotecaria como directora de la Biblioteca Nacional del Perú
Desde la fundación de la Biblioteca Nacional del Perú, el año 1822, transcurrieron 150 años y 19 directores varones, hasta que una mujer bibliotecaria, formada en la promoción 1946 de la Escuela Nacional de Bibliotecarios, fuera nombrada directora de la Biblioteca, el 1 de julio de 1973.
El año 1971, durante el gobierno militar del General Velasco, se crea el Instituto Nacional de Cultura (INC) como organismo público descentralizado y la Biblioteca se convierte en dependencia del INC. El nombramiento de Martha Hildebrandt como directora del INC, en abril de 1972, propicia cambios en la política cultural del régimen. En lo que respecta a la Biblioteca Nacional decide cambiar la tradición de nombrar a historiadores y literatos eruditos por técnicos en bibliotecas.
Se inicia la búsqueda de una bibliotecaria para dirigir la Biblioteca y no se encuentran profesionales dispuestas a asumir el cargo.
Martha Hildebrandt (1974), desde su perspectiva, narra lo ocurrido en una entrevista publicada en la revista Caretas (ver recuadro), confirmando lo difícil que resultó convencer a las bibliotecarias.
Fueron cuatro las bibliotecarias propuestas antes que María (Maruja) Bonilla para dirigir la Biblioteca Nacional ese año 1973; todas muy capacitadas y con reputación impecable, pero ninguna aceptó el encargo.
La Biblioteca Nacional siempre fue intimidante. Su historia, marcada por catástrofes, compromisos rotos, promesas incumplidas y abandono, genera un ambiente de incertidumbre sobre su futuro; se activa entonces, automáticamente, la posibilidad futura de catástrofes, de conflictos e inseguridades. El temor premonitorio de males futuros impone aplicar el principio de precaución.
Resulta pertinente, para entender la negativa de las bibliotecarias a asumir la oportunidad tantas veces reclamada por el gremio bibliotecario, revisar la sentencia atribuida al filósofo Zenón referida a la precaución:
81. Dicen que hay tres afecciones buenas del ánimo: el regocijo, la precaución y la voluntad. Que el regocijo es contrario al deleite, puesto que es un movimiento racional. Que la precaución lo es al miedo, siendo una racional declinación del peligro. Así el sabio nunca teme, sino que se precave”.
(Diógenes Laercio, 1887, Tomo II, p 77)
La no aceptación, a pesar del anhelo expresado, fue una decisión racional basada en la experiencia de observar a una institución en permanente crisis.
Es significativo el testimonio de Maruja sobre las horas previas a asumir el cargo de directora de la Biblioteca Nacional. “Fui, asustada”, contaba Maruja recordando su primer día como directora de la Biblioteca Nacional del Perú.
Betty Chiriboga es testigo de cómo fue mi noche anterior a entrar a la Biblioteca Nacional, lloraba en la casa de Betty, ¡y tanto lloraba! que me salía la sangre por la nariz a la vez que las lágrimas por los ojos; llamaba por teléfono a algunas de las amigas bibliotecarias y llegaban – te aseguro que fue así – a darme aliento, para que al día siguiente me presentase a trabajar.”
(M. Bonilla, entrevista, 23 de octubre de 1996)
A continuación se incluyen, tanto la transcripción escrita, como el fragmento de la grabación de la entrevista efectuada a Maruja Bonilla en octubre de 1996. El fragmento de la entrevista corresponde a los detalles ofrecidos por Maruja de los entretelones de su designación como Directora de la Biblioteca Nacional del Perú.
¿Qué fue lo que pasó?
Cada vez que se desocupaba el puesto de director de la Biblioteca Nacional íbamos con alguna de nuestras colegas donde el ministro a pedirle que fuera un bibliotecario el director de la Biblioteca Nacional.
¿Usted era dirigente de la Asociación?
¡Fuéramos dirigentes o no fuéramos dirigentes! Nosotros íbamos. Nos adheríamos al dirigente que fuera, que tuviera ganas como nosotros e íbamos.
Cuando queda vacante la dirección de la Biblioteca Nacional vamos donde Martha Hildebrandt; y Martha Hildebrandt nos dice que, efectivamente, el puesto de director de la Biblioteca Nacional ella quiere que sea un bibliotecario, pero, que se lo ha ofrecido a Olivia Ojeda, y no había aceptado, a Lía Montes de Oca, no ha aceptado, a Isabel Olivera, no ha aceptado, a Toni Ballón, no ha aceptado. Entonces yo, le digo: “Ay, doctora, cómo van a aceptar también, si Ud. ofrece en bandeja de plata como si fuera bocatto di cardinale un bocado de perro”.
Después de eso, mis colegas, esto no me avergüenzo de decirlo porque no me eligieron porque era la mejor, ¡N0! sino porque sabía capear el toro, parece, y nada más, y en vista que nadie quería…, pero existió una comisión que trató de convencer a Isabel Olivera y Lía Montes de Oca y Toni Ballón, pero ellas por nada.
En eso me nombran en Miraflores(*) directora de Biblioteca, Cultura y Educación, pero, a la vez, yo había luchado por la ampliación de la biblioteca de Miraflores y había logrado la adjudicación del terreno, entonces yo estaba con la locura de ampliar esa biblioteca; y como ya había estado cachueleando(**) en la Pacífico (***), trabajaba a tiempo completo acá pero cachueleaba en la Pacífico, me hicieron el avión y parte del local que habían expropiado para la biblioteca se la dieron a una sociedad de arte. Entonces me dio tal rabia que dije: ahora si me voy. Me quise ir a la Pacífico pero hubiera perdido mis años de servicio. Entonces, en un banquete, una profesora me dice: “Maruja, te llama por teléfono la doctora Hildebrandt” “¿A mí?”
Voy, agarro el teléfono, “Es Ud. la señora Gaviria, ¿no?” “Sí, doctora.” “Dígame, señora, ¿se va Ud. a decidir o no se va a decidir a ser directora de la Biblioteca Nacional?”
Entonces, en uno de esos arranques que tengo, “Bueno ya, doctora” le dije. “Ya, véngase Ud. corriendo, tome un taxi y venga”.
Martha estaba sentada en su escritorio y yo entro, ella levanta los ojos y dice: “¡¿Usted?!” “¡Pero es el colmo! ¿Ud. no decía que era tan malo?” “¿Y por qué ha aceptado?”
“Mire, doctora”, le dije: “por una razón, mi condición me permitiría o salir por la escalera si es que no me gusta o que Ud. me tire por el balcón si no le gusta”. – “Ah, qué valiente es Ud.”- “De tal palo tal astilla. ¡Viva el coronel Bonilla!” – “¡Uy!”– dijo Martha – “hija de militar, ahora van a decir que la he puesto por influencia militar”. “No, doctora”, le dije, “porque mi papá hace muchos años que está muerto”.
(*) Municipalidad distrital de Miraflores
(**) Empleo temporal o informal.
(***) Universidad del Pacífico
Fue así, así fue.
Referencias
1. Bonilla, M. (1996, octubre 23). Entrevista por Orlando Corzo C. [Grabación en cinta].
2. Diógenes Laercio (1887). Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. Traducido directamente del griego por José Ortiz y Sanz. Madrid: Luis Navarro Editor. Tomo II. Libro séptimo: Zenón. Recuperado de: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/vidas-opiniones-y-sentencias-de-los-filosofos-mas-ilustres-tomo-i–0/html/00051ebc-82b2-11df-acc7-002185ce6064_445.html
3. Hildebrandt, M. (1974, mayo). Entrevista. Caretas (499).
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Licenciado en Bibliotecología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos - UNMSM.
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Orlando Corzo Cauracuríhttps://www.revistaotlet.com/author/orlando_corzo/
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Mucho orgullo me da ver el nombre de mi querida y siempre recordada tía Maruja en este artículo.
Tía Maruja era la esposa del hermano de mi padre, Jorge Gaviria Aguilar.
Tía Maruja fue quien me hizo amar la lectura desde muy niña, eso nunca lo olvidaré.
Una excelente persona y muy especial para mí.
Vivo en el extranjero hace mucho tiempo y me perdí de verla los últimos años de su vida.
Gracias por compartir su historia como la gran bibliotecaria que fuera.