Las bibliotecas se establecen como pilares en la construcción de una cultura de paz al ofrecer acceso democrático a la información y ser lugares históricos de resistencia. Desde comunidades rurales hasta urbanas, desafían las injusticias políticas y promueven el activismo social.
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Muchas esperanzas y responsabilidades están puestas en las bibliotecas cuando se piensa en caminos hacia la construcción de una cultura de paz. Ya sean estas públicas, comunitarias, populares, rurales, urbanas, itinerantes, con o sin muros, el tema de la paz surge orgánicamente al idear espacios para la lectura, la escritura y la oralidad enmarcados en los servicios bibliotecarios.
Al brindar acceso democrático a la información y reconocer su función social y política, estos centros culturales asumen un compromiso de manera implícita, asunto muy discutido y sustentado por expertos de las ciencias de la información y las humanidades, pero que sirve como inspiración para proyectos, programas y servicios diseñados a partir de políticas públicas y acuerdos ciudadanos.
No hay nada más alejado de la paz que la imposibilidad de acceder, por ejemplo, a las historias de la guerra narradas desde las voces de las víctimas y a no poder leer en la propia lengua. Situaciones muy comunes en los espacios bibliotecarios creados desde las ruralidades, en los barrios empobrecidos, los territorios indígenas y afro y aquellos asignados a las comunidades que se inscriben en procesos de reincorporación social como los firmantes de los acuerdos de paz[1]. Territorios donde las condiciones son limitadas y la gestión y sostenibilidad de los procesos bibliotecarios dependen en gran medida de los liderazgos sociales. Esto se debe a que el recurso público destinado para ello es escaso o está mediado por transacciones burocráticas ajenas a los tiempos e intereses de las comunidades. Mientras tanto, los capitales provenientes de entidades privadas obedecen a propósitos de la llamada paz liberal, idealizada y promovida a partir de procesos de intervención institucional, logrando, desde una mirada hegemónica, estandarizar acciones para garantizar el cese de los conflictos y procurar la reactivación socioeconómica y la legitimación de los gobiernos de turno y proyectos de terceros.
No hay nada más alejado de la paz que la imposibilidad de acceder, por ejemplo, a las historias de la guerra narradas desde las voces de las víctimas y a no poder leer en la propia lengua.
Las bibliotecas son por excelencia lugares de resistencia social y precursoras de revoluciones. En consecuencia, se convierten en blanco de los enemigos de las verdades, de las memorias de guerras y de las historias al borde, que no pueden limitarse a las intenciones de quienes, a partir de programas de gobierno o acciones de intervención social, imprimen sus principios e intereses institucionales en los servicios.
La construcción de una cultura de paz desde las bibliotecas será una realidad cuando estas puedan defender su autonomía y cuestionar abiertamente la neutralidad política insinuada desde las directrices dadas por quienes administran los recursos públicos y privados; y cuando puedan promover el activismo social sin temer por la integridad y seguridad de sus líderes.
Es por esto que se plantea la pregunta: ¿Cómo lograr que las bibliotecas no sean un espejismo en la construcción de una cultura de paz? Pregunta clave a fin de alcanzar juntos la(s) respuesta(s) y soluciones prácticas que integren a las comunidades con las bibliotecas y poder cumplir su función como escenario para la paz.
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Notas
1. En Colombia se crearon los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) para facilitar los procesos de adaptación a la vida civil de los exguerrilleros de las FARC-EP, firmantes del acuerdo de paz.
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Antropóloga, magíster en gestión cultural. Docente de cátedra de la Escuela Interamericana de Bibliotecología. Integrante de la línea de Investigación, Bibliotecas desde Abya Yala: Sociedades y Culturas desde el sur, del Grupo de Investigación en Información, Ciencia y Sociedad, Universidad de Antioquia. Miembro de la Red de Colectivos en Pensamiento en Latinoamérica (Red Cepela).
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