People’s struggles against exclusion will continue — with or without public library services. Official public libraries can fulfill a new role as information providers to people’s forces in their search for inclusion, provided there is a conscious decision on the part of information workers and decision-makers in local and central governments to support people’s liberation struggles. A cultural revolution is needed for this to happen. How to become involved on the side of the people’s struggle is the real challenge to information workers and local and central governments throughout the world.
Shiraz Durrani. Returning a stare: People’s struggles for political and social inclusion. En Progressive Librarian, 2000.
Como profesionales y trabajadores del conocimiento y la memoria, asumimos un cúmulo de responsabilidades. Es menester, pues, que también asumamos compromisos. No sólo con la comunidad a la que servimos, sino (y quizás sobre todo) con lo que hacemos.
Propongo, pues, un compromiso posible.
Uno con una bibliotecología que ofrezca una formación integral y humanista, que enseñe a pensar de forma crítica e independiente (algo indispensable, pues los bibliotecarios seremos evaluadores de fuentes de conocimiento para terceros, y la información es uno de los elementos que soporta más sesgos), y que no esté orientada a un mercado, a una tecnología, a un modelo capitalista / neo-liberal o a una actividad tercerizada (aunque reconozca a todos ellos y, hasta donde sea necesario, los tenga en cuenta). Una formación —cualesquiera sea su nivel: informal, terciaria, universitaria…— que se base en contenidos con cimientos sólidos, y no en textos huecos, en modas elitistas, en tecnologismos inservibles, en cuentos de viejas y cantos de sirenas…
Con una bibliotecología que ofrezca una organización cohesionada, defensora de los derechos —y vigilante de los deberes— de todos sus profesionales sin distinción alguna, que haga respetar sus capacidades y que provea oportunidades continuas de ampliación de la formación integral arriba mencionada (y no solamente la formación técnica o administrativa necesaria para obtener un puesto de trabajo determinado).
Con una bibliotecología que reconozca que el objetivo del trabajo interno en la biblioteca (diseño, estructuración, organización y difusión de los documentos) es responder a las necesidades de un usuario externo; que las técnicas, por ende, son un medio, no un fin en sí mismo, y que concentrarse en ellas sin tener en cuenta la función final que cumplirán o a quiénes van dirigidas (es decir, sin considerar que los servicios deben mejorar de cara hacia fuera) es un error auto-complaciente alentado, lamentablemente, por muchos gurúes modernos pertenecientes a ciertas «élites» con intereses creados (o ignorancias masivas que buscan ser cubiertas por sus conocimientos en estas técnicas), que muchas veces fuerzan a los usuarios a tragar la última moda (sea cual sea) por el mero hecho de que es, precisamente, la última moda, dándole así de comer a un sistema absolutamente hueco y desequilibrado.
Con una bibliotecología que no alimente ese sistema ni haga caso de esas élites (preocupadas por sus propios intereses) ni de esos gurúes (preocupados por sus propios egos, sus propios followers y sus propias carreras académicas), sino que se ocupe de analizar las necesidades bibliotecarias y busque soluciones realistas a los problemas y desarrollos útiles, sustentables y a largo plazo.
Con una bibliotecología que se ocupe de conocer bien a esos a quienes van dirigidos sus servicios. Ese mundo y esa comunidad son amplios, complejos, y llenos de facetas y de aristas. De su buen conocimiento dependerá un buen diagnóstico y, de allí, el éxito de la misión, las funciones, los objetivos, las actividades y servicios. Una magnífica biblioteca «último modelo» que no logre conectar con su comunidad es una magnífica biblioteca muerta. En este sentido, cabe remarcar que las estadísticas no son ni la comunidad ni sus problemas: son una representación muy esquemática (y, dependiendo de quién y de cómo se hayan hecho, muy sesgada) de la realidad. Pueden orientarnos en una etapa preliminar, pero no son ni pueden sustituir a la realidad; ésta debe ser conocida —de a poco, paso a paso— desde el interior, y no desde datos mínimos que supuestamente la resumen.
Con una bibliotecología que, para entender la comunidad a la que sirve y sus muchas realidades, establezca lazos con ella y le pregunte, le pida que cuente su historia y que identifique sus necesidades y sus problemas. No hay mejor fuente para un análisis que una historia narrada en primera persona, o una información recogida de primera mano. La creación y el diseño de los servicios bibliotecarios deben basarse precisamente en esas historias y esas informaciones, esas características y esas necesidades; no en las que vengan impuestas por las autoridades, las élites, los gurúes o las modas. Es necesario asumir que muchas declaraciones, lineamientos, políticas y guías de trabajo que hoy en día dirigen y marcan el diseño de servicios bibliotecarios han sido escritos por personas totalmente desconectadas de la realidad y, en ocasiones, sin experiencia alguna en los temas sobre los que escriben (los motivos por los que esas personas se suman a comités, mesas redondas y grupos de trabajo serían largos de describir). Si las políticas se ríen del sentido común, no merecen respeto; si coinciden con el sentido común de cualquier bibliotecario, no son necesarias (no se precisa una «política» para «oficializar» lo que dicta el sentido común general); sólo resultan útiles si aportan algo nuevo.
Con una bibliotecología que, a la hora de construir y desarrollar servicios y actividades, lo haga desde una posición activa y comprometida con la realidad local, regional, nacional y global, tanto a nivel cultural y educativo como social, ambiental, económico y político.
Propongo, entonces, un compromiso con esta forma de hacer bibliotecología.
Hay otras.
Pero siendo la biblioteca el depósito de las acciones y los saberes de todas las generaciones anteriores, y teniendo el poder de cambiar las cosas o, al menos, de apoyar los procesos de cambio para mejor, sería razonable vincularse con una forma que, precisamente, acompañe esa visión.
El camino queda propuesto. Ahora es tiempo de caminarlo.
Lecturas recomendadas
1. Civallero, Edgardo (2012). Contra la ‘virtud’ de asentir está el ‘vicio’ de pensar: Reflexiones desde una bibliotecología crítica.
2. Iverson, Sandy (1998/99). Librarian and resistance. Progressive Librarian, 15, pp. 14-19.
3. Lankes, R. David (2011). The Atlas of New Librarianship. Chicago: The MIT Press/ACRL.
4. Morrone, M. (ed.). (2014). Informed agitation: Library and information skills in social justice movements and beyond. Sacramento: Library Juice Press.
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Licenciado en Bibliotecología y Documentación por la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Ha trabajado en el desarrollo de bibliotecas en comunidades indígenas sudamericanas, recuperando tradición oral y lenguas amenazadas. También se ha desempeñado como docente, investigador académico, conferencista y escritor. Más artículos del autor en su web personal: www.edgardocivallero.com