La biblioteca, al ser espacio del decir y decir en el espacio, tiene una expresión material que a veces es un cubo, otras, un sinfín de formas geométricas en las que cada sociedad ha querido preservar la memoria, en forma de papiro, mural, rollo, libro o virtualidad.
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Un día cualquiera, por azar, la mano empuñó una rama y plasmó sobre arcilla su impresión del mundo circundante. Años más tarde, dicha arcilla se hizo tablilla, cuenco, rodillo y papiro con una suerte de formas y dibujos hasta convertirse en escritura. La escritura fue creciendo en tamaño y sofisticación hasta constituir un espacio del decir y un decir en el espacio. Consecuente con ello, la palabra se confundió con el lenguaje y éste a su vez se hizo memoria. Bajo estos atavíos fueron transcurriendo más de dos mil años de historia, donde oficios como el de escriba se fueron construyendo alrededor de la escritura, su registro, interpretación y preservación.
Cada momento, particularmente, después del siglo XVI, fue testigo de la aparición masiva de los primeros libros, los primeros escritores, y los primeros lectores que ya no eran ni clérigos iluminados ni nobles. Contener los libros en el espacio cerrado y oculto del monasterio o el castillo fue cada vez más difícil. Como la marea, la producción y circulación de libros iba en aumento gracias a los proyectos ilustrados del siglo XVIII y luego a las luchas populares del siglo XIX y XX que reclamaban la universalización del conocimiento permitiendo el acceso a las masas. Nuevamente, se estaba gestando un espacio para el decir y un decir sobre el espacio, que requería de una materialidad en la cual albergar la posibilidad de ser, hacer, saber con el lenguaje, la palabra, el libro. Su génesis y único origen no se puede precisar o siquiera sugerir. Múltiples proyectos, lugares y sujetos fueron produciendo las formas variopintas de lo que hoy conocemos como la biblioteca.
La biblioteca aparece como un espacio del decir y es testigo de un decir sobre el espacio que ha sido producido socialmente. Ella es un espacio porque alberga realidad, pensamiento y posibilidad para instituciones, sujetos y discursos. En su materialidad, la biblioteca tiene un tamaño que relata la métrica de su historia, es decir, muestra las proximidades, conexiones, lejanías y rupturas con lo existente, lo imaginado y lo cotidiano. También atestigua las relaciones entre los objetos y los sujetos, en una ecología del movimiento que narra en la pasividad del texto impreso o digital, la aceleración con la que ayer, hoy o mañana el lenguaje hecho narración se constituye en relato, conocimiento o información. La biblioteca también es un testigo de la presencia en las cosas y las cosas como presencia, al develar las configuraciones que lo simbólico trae consigo para ordenar el mundo, pero no en una única versión sino en todas aquellas que son posibles.
Ahora bien, la biblioteca al ser un espacio padece una paradoja: es productor y es producción al mismo tiempo, es contenedor y contenido. Allí en el intersticio de lo que ha sido y es, aparece en la biblioteca un escenario de posibilidad, la espacialidad bibliotecaria, que alude a tres formas en las que solidaria y contradictoriamente es hábitat y es habitada: una primera forma de la espacialidad, la espesura en la que los libros relatan relaciones entre sistemas de objetos y sistemas de acciones, es decir, cuentan qué los hizo posible, qué hacen posible y qué no es posible como condición y finalidad de una realidad, un pensamiento o una posibilidad. Una segunda forma de la espacialidad, la textura que acompaña la materialidad de todo lo que hay y es la biblioteca, los materiales con sus particulares geometrías, flexibilidad, rigidez para generar experiencias estéticas que en lo sensorial van contando historias donde pasado, presente y futuro se conjugan para efectos diversos. Una tercera forma de la espacialidad, el contenido, que alude a la naturaleza misma que hay en cada objeto y acción de la biblioteca, implicando con ello un ejercicio de racionalidad, pero también de fantasía que interpela concepciones, representaciones y prácticas sociales, políticas, económicas, históricas, éticas y estéticas.
El espacio de la biblioteca y la biblioteca como espacio, habla de los paisajes sonoros que, en su tránsito de fonema a grafema, es decir, de barullo a letra fueron construyendo los vericuetos de la palabra hecha lenguaje, conmutada en la red de lo simbólico para tejer el puente que conecta los mundos de lo tangible y trascendente. La biblioteca, al ser espacio del decir y decir en el espacio, tiene una expresión material que a veces es un cubo, otras, un sinfín de formas geométricas en las que cada sociedad ha querido preservar la memoria, en forma de papiro, mural, rollo, libro o virtualidad. De ahí que, la forma más próxima de su representación sea un lugar físico, que no es suficiente, cabe aclarar, para describirla. Pues, la biblioteca es un lugar, un pensamiento, una acción, un objeto, todo ello sin menoscabo de la posibilidad de su producción, aprehensión y lectura.
Reconocer la biblioteca como espacio implica construir una cartografía de su historia. Y como el mapa no es el espacio, cartografiar es un tarea móvil y fugaz, que invita a la comprensión del sistema de objetos y acciones que la componen. Por ello, al leer a la biblioteca como espacio es ineludible entender su carácter de concebido, su representación y su percepción. Implica atender el punto de contacto en el que instituciones, sujetos y discursos confluyen; es considerar que lo tangible es la conexión directa con lo trascendente y que de allí resulta es una experiencia que combina materialidades, subjetividades y sistemas simbólicos donde hay formas espaciales cercanas a los sentidos, pero también otras que solo son accesibles al pensamiento y la imaginación. La biblioteca es un espacio porque el espacio mismo es una biblioteca.
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Imagen destacada: La biblioteca del apartamento del conde Lanckoronski en Viena, Riemergasse 8, de Rudolf von Alt, 1881. Imagen: Dominio público.
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Doctor en Educación, investigador en educación espacial, profesor por convicción y vocación, que hace parte del Alma Mater (Universidad de Antioquia). Cree y lucha por una educación por y para la justicia global.
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