Hagamos un pequeño ejercicio: sin cerrar los ojos imaginemos que hemos despertado y estamos a fines del siglo IV después del nacimiento de Cristo, exactamente en el 391, y entramos sin celular a la Biblioteca de Alejandría (de Serapeum, pues la primera ya ha sido incendiada en el 48 a. C.) y encontramos, concentrado entre papiros, a un anciano Theón, instructor, padre de Hipatia y director del Museion (la Universidad de Alejandría).
Has llegado para las enseñanzas de los sabios, estás muy entusiasmado, sabes que vas a aprender sobre ciencia, medicina, filosofía, literatura, política, es maravilloso que las bibliotecas en la Antigüedad sean centros de enseñanza, discusión y cuestionamiento[1], más todavía que no discriminen entre paganos y cristianos. Nunca te imaginaste asistir a las enseñanzas de Theón e Hipatia y ahora estás en la mismísima Biblioteca de Alejandría de Serapeum. Te llama la atención que no solo asistan para escuchar las lecturas de los enormes papiros y las enseñanzas de los filósofos, sino que también sea un lugar de peregrinaje para miles de fieles paganos. Aquí se concentra la investigación, la enseñanza y la fe: pueden convivir el estudio racional con la creencia religiosa. Hipatia, parte de la escuela neoplatónica, de algún modo es reflejo de esta especie de eclecticismo, admite a discípulos de diversas creencias o religiones y respeta a todos por igual, tanto ella como Theón intentan fomentar la tolerancia en un período donde la lucha por la primacía religiosa pasó a ser el centro de las ideas.
Acuérdate de que estamos en el 391, ¿sabes lo que significa? Te cuento: en este momento ya van 11 años desde que Teodosio ha oficializado el cristianismo como religión exclusiva del Imperio Romano con el Edicto de Tesalónica (segundo logro del cristianismo luego del Edicto de Milán en el 313 por Constantino, en el que la libertad de religión ya fue posible y, con ello, el fin de la persecución religiosa). Con esta oficialización exclusiva, el cristianismo a partir del 380 empezó una persecución sobre las otras religiones, ante todo contra la pagana: la Biblioteca de Alejandría —centro de investigación y de peregrinación de la religiosidad griega— era vista por los cristianos no como el refugio de la sabiduría antigua, sino como el origen de todos los males.
Todavía obnubilado, ves que cuando Theón toma otro papiro para comentar La Óptica de Euclides llega una joven vigorosa y bella y le toma la cabeza: “Padre, he descubierto otra solución para la aritmética de Diofanto, el padre del álgebra”. Theón la mira emocionado, sabe que Hipatia es la sucesora de sus conocimientos, incluso podrá superarlo y prolongará la biblioteca humana que es él. Su vida con la de su hija formará un compacto conocimiento del mundo. Por favor, estimado lector, acuérdate siempre que la vida no se forja de años, sino de conocimiento. ¿De qué le sirve a un hombre haber vivido ochenta años cuando a los veinte dejó de aprender? Si la vida se midiese por el saber y no por el tiempo, Theón, Hipatia y la Biblioteca de Alejandría en ese momento tendrían más años que todos los hombres.
Cuando Hipatia intenta explicarle, escucha de repente un barullo que cada vez se vuelve más grande, un ruido perturbador que jamás había presenciado, gritos de alarma señalan que cristianos están por ingresar con armas y antorchas. Lo primero que Hipatia y su padre Theón piensan es en salvar todos los papiros, pero ya es tarde: los antiguos cristianos han roto los gigantescos portones y como una plaga de insectos asesinos ingresan destruyendo todo a su paso. Es el 391, y nosotros hemos estado adentro junto a Hipatia y su padre Théon en el momento de la destrucción de la imponente Biblioteca. Pero Hipatia, al igual que usted, sobrevivió, con la diferencia, querido lector, que constituyó una vida ascética, destacó en matemáticas y astronomía, y fue pionera en la historia de las mujeres en la ciencia. ¿Y usted hoy qué es?, ¿qué está haciendo con su única vida?
Ya han pasado 24 años desde ese día, te encuentras en el 415, es una calurosa tarde de marzo en Alejandría. De pronto ves a Hipatia con una túnica clara volviendo a casa de forma pensativa, seguro reflexiona acerca de nuevos problemas de su tratado de geometría de las cónicas de Apolonio. Por la otra dirección, una desmesurada turba vociferante de fanáticos cristianos se le acerca y la detiene, le gritan que es el demonio por no creer en su Dios y por difundir ideas no cristianas, es vilipendiada y llevada de forma atroz hasta la iglesia Cesareum donde, al igual que a la Biblioteca, terminan matándola, esta vez con palos y piedras hasta descuartizarla y quemar sus partes como ejemplo de que nadie más debe ocuparse de la ciencia humana.
Usted la vio.
Y no hizo nada por salvarla.
Si hubiera sido hoy,
solo la hubiera grabado
y subido a las redes.
Dios Moisés Azaña Ortega
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[1] Muchos bibliotecarios y bibliotecólogos del siglo XXI tratan de que estos espacios rodeados de libros vuelvan a convertirse en el verdadero centro de sabiduría y aprendizaje, pero lamentablemente muchos otros (profesionales, padres, consumidores, el Estado) solo lo toman como el lugar de visita conservadora y turística.
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Filósofo terapeuta, poeta, escritor e indocente. Estudió Filosofía, Literatura y maestría en Escritura Creativa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Actualmente estudia Psicología. El 2013, con DOMUS, obtuvo el Primer Premio de Poesía Javier Heraud y, con INFARTO AZUL, el Premio César Vallejo. El mismo año, Premio de Narrativa de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM con su cuentario inédito Gastronomía peruana. El 2014, Premio Nacional de Poesía. El 2016, ganó el Primer Slam de Poesía Oral del Perú. Y el 2020 fue considerado entre los 50 mejores escritores de la década. Ha publicado DOMUS, DESCOMPOSICIONES, fragmentos de INFARTO AZUL y de MÁQUINA DE ESCRIBIR, asimismo, ha participado en distintos festivales, a nivel americano y europeo, y parte de su obra ha sido divulgada en medios nacionales e internacionales. Espera pronto publicar SALA DE PARTOS. Último de 24 hermanos, pueden hallarlo jugando con su guacamayo Loli y sus gatos Suqu y K’uychi, o contactarlo por su escritura en https://web.facebook.com/poesofia.ma/, en Instagram como @poesofia.ma , por YouTube en Mi Canto Exiliado o su WhatsApp 997 416 498 https://cutt.ly/TallerEscritura Todo lo hace por amor y en agradecimiento a Emilio Azaña Lezama y a Enriqueta Ortega Albújar, los faroles de su divino camino.