Tenía 26 años y vivía en Madrid cuando un día les dijo a sus padres que iba a visitar las islas Canarias, pero terminó cruzando el Atlántico en velero. Ahora recorre nuestro continente, desde México hasta Perú, llevando libros que reparte a comunidades y escuelas en una camioneta Nissan Frontier a la que convirtió en su casa. ¿De quién se trata? de Róisín Allen Meade, fundadora de La Caracolita Cuentacuentos.
Róisín, hija de padres irlandeses —ambos profesores de idiomas y buenos lectores— creció en España. Cuando era niña, su madre le leía cuentos y novelas; luego fue encontrando sus autores favoritos, entre ellos, Laura Gallego, Roald Dahl, J. K. Rowling y Lemony Snicket. Esos libros, inconscientemente, inspiraron su espíritu viajero: “Para mí leer es placer más que nada. Yo siempre lo vi como una forma de escapar a la vida cotidiana. Cuando llegaba a casa y estaba cansada o aburrida, un libro me transportaba a otra dimensión. Era como una ventana gigante a miles de mundos diferentes”.
Ya joven, como dominaba el inglés y el francés, decidió estudiar Traducción e Interpretación en la Universidad Autónoma de Madrid. Eso la llevó a crear su propia agencia de servicios de idiomas llamada Linguaram, un trabajo que combina muy bien con su espíritu aventurero.
Cruzando el charco en velero
Corría el año 2019 cuando un buen día salió de su casa diciéndole a sus padres que se iba a las islas Canarias, pero terminó realizando un viaje de varias semanas en velero rumbo a América. Llegó a Guatemala. En ese momento, los contagios por coronavirus alarmaban al mundo, y en Guatemala, como en otros países, se impidió el pase de chinos, italianos y nacionalidades vecinas. Los militares dieron 24 horas al capitán, que era francés, para que se abasteciera con alimentos, agua y combustible y retornara a Europa, mientras que Róisín, por ser irlandesa, pudo quedarse.
Durante el tiempo que pasó en Guatemala, pensó que era mejor viajar despacio para conocer más profundamente los pueblos y su gente. Entonces marchó hasta México para comprar un auto. “Un amigo me ayudó con la compra del coche y el papeleo; después tardé unos meses en arreglar todo por dentro: le puse agua, electricidad, cama, muebles, todo; luego de eso, arranqué”. Llevaba con ella libros de literatura infantil que un amigo le obsequió en su cumpleaños.
La Caracolita
Y así, con su nuevo carro-casa, bajó hasta Nicaragua repartiendo aleatoriamente los libros. También estuvo brindando clases de inglés a los niños que asistían después de la escuela a unos talleres en un parquecito. Para entonces la frontera con Costa Rica estaba cerrada, por lo que tuvo que aparcar durante varios meses en un hostal llamado Caracolito. “Para mí fue como un santuario, un punto de parada y de reflexión”.
Ahí fue cuando se le ocurrió llamar a su carro La Carocolita, que también da nombre a su proyecto, La Caracolita Cuentacuentos, que a su vez surgió para afrontar lo que en su ruta había observado: que la educación virtual no funcionaba en ocasiones y que los niños perdían mucho tiempo de escuela; en otros casos, contaban con dispositivos, pero los padres no estaban atentos al tipo de uso que le daban sus hijos. “Allí empecé a enfocarme más que en el idioma, en la lectura, en los libros”.
Hasta el Perú
Cuando pudo salir de Nicaragua, Róisín siguió su ruta por Costa Rica, Panamá y Colombia. En este último país, le pareció que las redes de promoción de la lectura estaban bien desarrolladas y lo comprobó en la ciudad de Cartagena, donde conoció a Martín Murillo, fundador de la emblemática Carreta Literaria, en el cual lleva libros autografiados por autores como Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa. Ella le preguntó si podía acompañarlo y él aceptó con gusto. “Como yo vengo de otro contexto muy diferente, ver a esa gente trabajando en vivo es algo impresionante; para mí es una inspiración”.
Con ese bagaje, continuó su camino por Ecuador y llegó al Perú entrando por el Puente Internacional La Balsa. Siguió por Jaén, Chachapoyas y estuvo un buen tiempo en Tarapoto. Luego fue a la costa por Chiclayo y en Trujillo conoció a la señora Vasni Elad León Cosavalente, directora de la Institución Educativa N.° 80079 Miguel Grau del Centro Poblado de Huanchaquito, distrito de Huanchaco.
El trabajo de esa mujer la impactó. “Ella tenía mucha sabiduría y sentido común. Era muy cariñosa con los niños y tenía como sesenta o setenta en toda la escuela; eran de muchas edades diferentes y había varios en las mismas aulas porque creo que no tenían docentes suficientes para separar a tantos niños. Muchos, casi la mitad, eran venezolanos, varios ecuatorianos, o sea, una escuela muy multicultural, muy bonita. Y ella les inculcaba valores muy buenos y solo la manera cómo trataba a sus alumnos me gustó”.
En Lima conversamos con Róisín en el parque Kennedy de Miraflores sobre una banca rodeada de gatos. Al preguntarle cómo ha sido toda esta experiencia, nos dijo que al principio no fue fácil, que tenía algo de temor porque en España hay que pedir mil permisos para trabajar con niños. Aquí fue distinto. “En todos lados me han recibido muy bien, porque también muchas veces son escuelas pequeñas, a lo mejor hay un maestro o dos y ellos están contentos de hacer algo distinto. La gente es muy abierta aquí, muy dispuesta a hacer algo diferente. Y para los niños, ya sabes, en su rutina cualquier cosa nueva que les traigas siempre va a ser bien recibida”.
Es verdad que no todos tenemos la suerte de viajar en velero y recorrer el continente en auto, pero si la vida nos da algo bueno y sabemos compartirlo con los demás, como lo hace Róisín, eso vale, como decimos aquí, un Perú.
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Licenciado en Bibliotecología por la UNMSM. Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medio Ambiente y Salud por la Universidad Carlos III de Madrid. Contacto: cesar_023@hotmail.com