La profesora Mónica Arakaki se formó como ingeniera industrial en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y trabajó varios años en una empresa de telecomunicaciones especializada en la instalación de grandes sistemas que involucran componentes de hardware, software, infraestructura, etc. Con el tiempo, pasó de ingeniera junior a ingeniera de proyectos asumiendo responsabilidades mayores de gestión para lo cual incluso realizó un máster en Ingeniería de Sistemas en la Universidad de Lima. Luego decidió darse un descanso que, en realidad, fue como una bifurcación en su camino profesional cuando eligió estudiar la diplomatura en Ciencias de la Información en su alma mater. Ahí descubrió nuevas perspectivas que le generaron tal interés que la catapultaron al Reino Unido para hacer una maestría en Gestión de la Información en la Universidad de Sheffield. Gracias a ese posgrado, se incorporó a la plana docente del Departamento de Humanidades de la PUCP. Desde entonces, está a cargo de los cursos sobre tecnologías de la información que aborda fomentando el pensamiento crítico, la valoración cultural y la preservación, donde por su compromiso y jovialidad es muy querida por sus estudiantes. Todavía no comenzaban las clases en la universidad el sábado por la mañana en que nos encontramos con la profesora; ubicados en un cubículo del edificio de servicios estudiantiles Tinkuy, tuvimos esta agradable entrevista.
Entrevistan
DOCENCIA |
La maestría en Gestión de la Información fue en la Universidad de Sheffield. ¿Qué tal fue esa experiencia?
Bonita, porque el ambiente es súper internacional. Claro, están los contenidos, el nivel que tenían los profesores y todo lo demás, pero también el hecho de poder conocer a chicos y chicas de otros países. Eso hace también que ese intercambio cultural sea muy rico. Y, además, también como que tú sientes que eres embajadora de tu propio país, entonces, estás representando: tienes que contar cómo son tus cosas, cómo es tu cultura.
¿Recuerdas algún docente o alguna figura de la universidad que te haya influenciado especialmente?
Bueno, mi asesor de tesis, el profesor Peter Willett, me ayudó mucho para armar bien la investigación. Como el inglés es una segunda lengua, entonces, la redacción no necesariamente es perfecta, o sea, no es idiomática. Entonces, él se tomaba el trabajo de leer realmente en detalle el texto y hacer algunas correcciones, esa acuciosidad, esa dedicación en ayudarme fue muy importante; por eso, ahora que también me toca asesorar tesis, siento que es muy importante que los estudiantes reciban una retroalimentación súper personalizada, porque justamente cuando a ti te hacen ver que en tal parte hay una construcción medio rara, que la idea no queda muy clara, eso es importante para que también los chicos y chicas que se están formando en escribir textos académicos reconozcan la importancia de ser cuidadosos en ese sentido.
Claro, es importante porque eso le da precisamente el valor a la tesis, de aprender a construir lógicamente un discurso y a escribir bien, también a ser claro, porque uno aprende a argumentar y a presentar evidencias, y si lo haces en una tesis, lo pueden hacer ya en su trabajo o en un proyecto. ¿Y recuerdas con qué curso comenzaste a enseñar?
En el primer ciclo de facultad hay un curso que se llama Tecnologías de Información, ese fue el que me tocó.
¿Cómo estaba la tecnología cuando comenzaste a enseñar?
Estaba comenzando recién el auge de la web 2.0, era una novedad. La idea era explicar que había un cambio en la forma como se estaban dando las comunicaciones porque antes los contenidos los elaboraban instituciones, periodistas acreditados, canales de televisión o editoriales, o sea, algo mucho más institucionalizado y profesionalizado. Pero ahora, cualquier persona podía subir su video o poner un comentario. Y eso, de alguna manera, democratizaba un poquito la creación de contenido, pero también abría la puerta a otras cosas: desinformación, visiones amateurs o falta de profundidad en ciertos análisis. Había mucho apuro en sacar cosas y eso tenía sus problemas.
Cada profesor tiene un estilo de enseñanza. ¿Qué metodología, estrategias y recursos sueles aplicar para llegar a tus alumnos?
Bueno, yo trato de hacer las clases en lo posible muy participativas. Estamos en una especialidad que tiene poquitos estudiantes. Podemos tener clases de dos, tres, cuatro, cinco y tener profesores que están allí en clase, la idea es que se aproveche el conocimiento, y si uno, como estudiante, solamente escucha de manera pasiva, se está perdiendo de todo el potencial que la clase podría tener. Por lo tanto, en la medida en que haya más interacción, más diálogos, incluso posiciones que podrían ser diferentes, podemos construir juntos la clase.
Una vez, en la Biblioteca Nacional, para un evento del Colegio de Bibliotecólogos, presentaste una ponencia sobre el enfoque por competencias, ¿puedes comentarnos de qué se trata?
Es una forma de diseño curricular que trata de armar un plan de estudios con la mira de que al final un estudiante sea competente en una serie de conocimientos, procedimientos y aptitudes. Entonces uno planifica todo para que ese conjunto de tres (conocimientos teóricos, procedimentales y aptitudinales) estén presentes en los estudiantes.
Desde su perspectiva, ¿cómo son los estudiantes de Ciencias de la Información?
En general, me parecen que son bastante dedicados. Porque es diferente en Estudios Generales, Ciencias o Letras, donde uno tiene clases masivas; a veces, es simplemente por cumplir el plan de estudios y no necesariamente los contenidos de esa clase son atractivos. Pero si estás ya en facultad, se supone que tú has elegido esa carrera, y creo que sí hay una disposición de aprender, de participar y de, digamos, valorar lo que en ese momento tienen. Felizmente no me ha tocado ningún caso de alguien que sea desganado o desganada, sino como somos tan poquitos, nos conocemos. También es cuestión de nosotros como profes motivar adecuadamente para que, incluso, aunque consideren que ese curso no sea tan aplicativo para su vida posterior porque piensan especializarse en otra cosa, es también nuestro deber dar todo para que realmente se saque provecho porque uno nunca sabe dónde va a terminar y a veces algo que se está desdeñando puede resultar útil. Nunca hay que descartar nada.
Para cerrar esta parte sobre su labor docente, ¿qué aspectos de la docencia encuentra más gratificante?
Ayudar o encaminar a alguien en su paso por la facultad es una de las cosas más bonitas que me ha pasado, porque un poco ayudar con tu experiencia, aconsejar, asesorar, si tú ya lo has vivido, entonces que alguien por primera vez esté experimentando, bueno, ¿cómo armo esto?, ¿cómo diseño?, y todo lo demás, y dices: “Ya, mira, haces así, así y así”. Y cuando ya logras que tus estudiantes interioricen esa forma de plantear las cosas, ahí ya, lo logré, ya me puedo morir, ya cumplí mi misión en la vida (risas). El hecho de despertarle el gusto por algo o el hecho de que ya haya logrado saber cómo hacer tal cosa, es una de las cosas más bonitas y satisfactorias que podemos tener quienes estamos de este lado de la pizarra.
TECNOLOGÍA |
Se escucha en cualquier profesional de cualquier carrera decir: “En la universidad me han enseñado algo que no utilizo”. Y a veces uno se pregunta si vale la pena en la universidad enseñarte precisamente cómo se usa un software en específico, por ejemplo, yo puedo aprender un software en específico en la universidad y salgo al trabajo y el software se usa unos dos, tres años y luego ya no, entonces me quedé en el aire. Entonces, supongo que parte de esto, de las competencias, tiene que ver con cómo aprendo a adaptarme a nuevas realidades.
Claro, esta parte de la obsolescencia tecnológica es un fenómeno que no debemos ignorar. Por un lado, el plan de estudios debe renovarse constantemente, porque esas competencias no están escritas en piedra, deben adaptarse a los nuevos tiempos. Y, por otro lado, en la universidad uno no enseña a utilizar un software, porque ese software tiene un período en que es muy usado, pero después de un tiempo aparece otro que lo destrona.
Winisis, por ejemplo, que se ha usado por tantos.
Como un ejemplo. Lo más importante es aprender qué cosa hay detrás de ese software, qué es lo que me permite hacer. La parte abstracta, posiblemente, no cambie tanto, sino que después va a ser aprovechada como una idea en otra aplicación, entonces, más que la aplicación en sí es el trasfondo de porqué sirve en ese momento. Y otra cosa es que uno tiene que estar en constante aprendizaje, no debemos tener miedo al cambio y eso significa que uno debe estar un poco cómodo con la incomodidad de las cosas que están cambiando. Esa es una competencia: el aprender a aprender y que ese aprendizaje sea para toda la vida.
Estamos viviendo un contexto donde el acceso abierto a la información científica es cada vez más significativo: tenemos repositorios institucionales, bases de datos, bibliotecas digitales, revistas y hasta repositorio de datos. Desde su punto de vista, ¿qué cree que sigue ahora? ¿Ya se ha culminado, al menos a nivel de plataformas, o qué desafíos tenemos todavía con el acceso abierto?
No, no creo que se haya culminado porque todavía hay un montón de contenidos que faltan organizar. El hecho de simplemente escanear un documento y ponerlo en un repositorio digital no acaba las labores, uno no puede decir ya cumplí simplemente haciendo eso, porque, en primer lugar, tenemos un montón de documentos con mucho tiempo de antigüedad que todavía están en la espera de ser digitalizados, y aun cuando los estemos un poco publicando en repositorios, en archivos, bibliotecas digitales, igual es información que no es estructurada; mucho de lo que está allí no es completamente accesible, estamos en un momento en que estamos tratando de convertir información no estructurada en un formato semi o completamente estructurado de tal manera que ahora esas nuevas formas de presentación sean susceptibles de ser manejadas computacionalmente. Allí hay un potencial de descubrir, o de redescubrir, o incluso de reinterpretar las cosas ahora que ya tenemos datos, esto abre, creo, muchas posibilidades y estamos en ese camino.
Para aterrizar un poco lo que comenta, ¿podría ser, por ejemplo, el proyecto de transcripciones en los que está trabajando?
Sí, es una posibilidad, porque tenemos documentos manuscritos que no están estructurados. Está digitalizado, pero sigue de manera no estructurada. Entonces, uno puede tener reconocimiento automático de textos y una vez que ya tengamos las transcripciones en formato texto (.txt), se puede aplicar una serie de técnicas computacionales para extraer relaciones, nombres de personas, nombres de lugares, fechas y crear a partir de eso representaciones visuales más gráficas que nos ayuden a comprender mejor o a reinterpretar lo que antes estaba un poquito de manera subyacente.
Como la minería de datos. He leído algunos artículos que toman las cartas de tal escritor y empiezan a analizar qué términos usaba y a partir de eso uno puede ir comprendiendo otras cosas que probablemente ni el mismo autor se daba cuenta.
Exactamente. Ahí tenemos posibilidad de reinterpretar ese texto y verlo con ojos diferentes. También hay posibilidades de reinterpretar ese texto, de crear redes, conexiones; si tengo una serie de lugares que están nombrados, los puedo geolocalizar, los puedo colocar en una línea de tiempo, entonces, puedo crear una especie de rastreo cronológico geolocalizado de cómo una idea, un personaje o un grupo de personajes ha evolucionado a lo largo de un periodo de tiempo.
¿Conoces algún caso resaltante de alguna iniciativa que haya empezado a utilizar la inteligencia artificial para habilitar servicios de información en bibliotecas o centros de documentación?
Como servicios, no. Yo trabajo más en la parte de investigación y por eso te contaba de las posibilidades de la explotación computacional de documentos. Estoy justamente trabajando con un grupo de colegas —es un equipo interdisciplinario— en un proyecto sobre la obra de Zoila Aurora Cáceres. Tenemos el álbum que estaba digitalizado ya desde el 2016. Lo que hemos hecho es inspeccionar hoja por hoja y hemos catalogado más de 200 ítems que estaban colocados dentro del álbum y hemos creado un dataset y, a partir de ahí, vamos a comenzar a trabajar otras cosas. Además, también hemos trabajado con otra plataforma que se llama Transcribus para reconocer automáticamente el texto de los documentos que están en ese álbum. Tenemos, por ejemplo, algunos recortes de periódico que, como son documentos impresos, no han tenido mucho problema, pero luego hay que ver si es que se pueden también reconocer las cartas o las tarjetas u otros documentos que se han escrito.
Interesante. También hay un curso que dictas que es Arquitectura de la Información. Hoy en día muchas personas de diversas profesiones trabajan en algo que es UX. ¿Qué aplicaciones podría tener en bibliotecas y en centros de información del país para que el usuario tenga una experiencia más agradable y productiva?
Hay un campo grande en la parte del diseño de interfaces, porque un sitio web, si no se diseña bien, puede ser caótico y frustrante; si uno siente que no encuentra las cosas de manera fácil, se termina aburriendo y abandonando el sitio web y ya nunca regresa. Y sería una pena para un sitio que tiene mucho que ofrecer. Entonces, la experiencia de usuario ayuda a repensar cuáles son las consideraciones que uno debe tener en términos de presentación de los contenidos, de los colores, la forma como se van colocando en un espacio bidimensional los diferentes componentes de información y qué tipo de interacciones se pueden ir dando para que se haga de manera fluida y uno encuentre las cosas casi sin darse cuenta. En eso radica.
Un bibliotecario, un profesional de la ciencia de la información podría, si le interesa, especializarse también en este tema. ¿Pero es un tema en boga? ¿Tendrá demanda?
Sí, pero está un poquito cambiando porque también ahora hay inteligencia artificial que crea automáticamente sitios web. En ese sentido, debemos ver cómo es que eso afecta al momento actual, pero todo está en desarrollo, así que la idea es que más bien se aprovechen esas herramientas y se evalúen para ver si realmente son efectivas o no. Por lo tanto, ahí también tenemos otro frente que hay que estar viendo.
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Estudiante de la carrera de Ciencias de la Información en la PUCP y asistente de investigación en Pulso PUCP. Le apasiona la gestión cultural, especialmente los proyectos relacionados con la difusión de la lectura y el acceso a la información y la cultura.
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Licenciado en Bibliotecología por la UNMSM. Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medio Ambiente y Salud por la Universidad Carlos III de Madrid. Contacto: cesar_023@hotmail.com
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César Antonio Chumbiaucahttps://www.revistaotlet.com/author/cchumbiauca/
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