Gracias a Roger Chartier y a su trabajo, centrado en la historia cultural e intelectual, particularmente en el estudio de las prácticas de lectura, podemos vislumbrar la existencia de la diversidad en los modos de leer, nuestra mirada entonces es redireccionada, ampliada y expandida.
Escribe: Orlando Corzo Cauracurí
De la historia del libro a la historia de la lectura
La historia de la lectura, como disciplina de estudio, tiene su origen en una conferencia dictada por Roger Chartier el año 1987, titulada: “De la historia del libro a la historia de la lectura”. (Diego, 2013)
En la conferencia de Roger Chartier del año 1987, se resalta el sesgo autocrítico sobre la tradición de estudios referidos al libro. Por un lado, la preponderancia de la historia cuantitativa aplicada a objetos culturales; por otro lado, el eurocentrismo como objeto exclusivo de análisis, y tratar a los textos como una abstracción.
Gracias a Roger Chartier y a su trabajo, centrado en la historia cultural e intelectual, particularmente en el estudio de las prácticas de lectura, podemos vislumbrar la existencia de la diversidad en los modos de leer, nuestra mirada entonces es redireccionada, ampliada y expandida. Una superación de las perspectivas centradas en la descripción y en los datos cuantitativos. (Acha, 2000)
Nuestra mirada se reorienta, de estar centrada en el libro como objeto, hacia el lector; de cómo el lector se apropia de los textos y de los objetos simbólicos. Chartier apunta a estudiar los procesos, los protocolos que permiten identificar a grupos de lectores, en especial a los lectores de la cultura popular, como artesanos, obreros y campesinos, diferenciándolos de los grupos de la cultura sabia o de élite.
Gracias a la representación de los espacios simbólicos y a la identificación de los modelos culturales, podemos entender las interacciones e intersecciones y su condicionamiento sobre las personas y los grupos, nos es factible entonces entender mejor a los diferentes usuarios y tipos de bibliotecas: infantiles, escolares, obreras, anarquistas, públicas y populares.
Gracias al trabajo de Roger Chartier y otros, la historia de las bibliotecas y los estudios sobre usuarios de la información fueron redimensionados en sus enfoques y en sus alcances.
Hacia la historia de la edición y la lectura
A partir de los trabajos de Roger Chartier, se reconoce la multiplicidad de formatos, se habla del universo de las publicaciones y las ediciones y cómo se produce el encuentro con las variadas prácticas de la lectura.
Parada (2013) llama la atención sobre la concepción teórica de la historia de la lectura, en cuanto “no hay una teoría que sustente sus principales lineamientos”. Menciona que existen un conjunto de contribuciones como las de Chartier y Darnton que han esbozado un conjunto de fundamentaciones generales, pero, sostiene Parada, “no se cuenta con una implementación conceptual sobre la Historia de la Lectura”.
En la misma línea de reflexión sobre la historia de la lectura, Valinoti (2013), reconociendo la interdisciplinaridad, es decir, el entrecruzamiento con otras temáticas afines, donde el tema de la edición y la cultura puede ser abordado de forma múltiple, expresa la necesidad de una identidad disciplinar. La instrumentación de la Historia de la Lectura como disciplina independiente o su integración en una disciplina más amplia que albergaría a la Historia del libro, de las bibliotecas y de la edición. Una disciplina que reflexione “sobre la lectura, el libro y la edición para tejer una trama de encuentros entre el leer, el escribir, el editar y el publicar”.
Apuntes sobre la deuda intelectual con Chartier
En lo referido a los estudios sobre la lectura, se encuentra el trascendental libro que coordinan Cavallo y Chartier (2004), Historia de la lectura en el mundo occidental, un compilatorio integrado por investigaciones que abarcan la Grecia clásica, el Imperio romano, la Edad Media, el Renacimiento, la Ilustración y la época contemporánea, constituyendo una importante revisión y síntesis de la práctica de la lectura.
Lo que sigue es un apretado resumen de la mencionada obra, donde se muestra cómo se producen las transformaciones de tipo técnico y material en los soportes de la escritura y su influencia en los cambios sociales y culturales. Se trata de reconstruir el proceso, las formas y circunstancias de cómo los lectores reciben el texto y se lo apropian.
Lectores y comunidades de interpretación
El texto no existe sin el lector. El lector confiere sentido al texto.
Toda historia de las prácticas de lectura, dicen los autores, es necesariamente una historia de los objetos escritos y de las palabras lectoras, una historicidad de los modos de utilización, de comprensión y de apropiación de los textos.
Por un lado tenemos “el mundo del texto”, cuyas formas, convenciones y disposiciones sirven de soporte físico y obligan a la construcción de sentido. Por otro lado tenemos “el mundo del lector” constituido por “comunidades de interpretación”.
Cada “comunidad de interpretación” nos muestra que la lectura no es sólo una operación técnica abstracta, se trata de una práctica encarnada en gestos, espacios, hábitos. Por eso los autores expresan que han prestado especial atención a las formas de leer que han desaparecido o que quedaron marginadas, como la lectura en voz alta.
Revoluciones en la lectura
Cavallo y Chartier se preguntan: ¿Cabe considerar a la invención y difusión de la imprenta una revolución fundamental de la lectura? Responden que probablemente no.
Los autores sostienen que tanto antes como después de Gutenberg el libro era un objeto semejante a sí mismo, formado por folios pegados, unidos en cuadernillos y reunidos bajo una misma cubierta. El libro impreso heredó el formato del libro, el género del texto, el momento y el modo de la lectura. La imprenta de tipos móviles no generó una revolución en la lectura.
La primera revolución de la lectura durante la Edad Moderna fue totalmente independiente de la revolución técnica. Entre los siglos XII y XIII se transforma la función misma de lo escrito, se pasa del cometido de conservación y memorización al modelo escolástico de la escritura, es decir, útil para la enseñanza. El libro se transforma en objeto e instrumento de la labor intelectual.
La lectura silenciosa permitió una relación con la escritura no sólo más rápida sino esencialmente más libre, más secreta, más interior. El libro podía ser leído diferenciadamente en voz alta, en grupo, cuando la sociabilidad o el rito lo exigían y leído en silencio, para uno mismo.
La segunda revolución de la lectura de la Edad Moderna es el cambio producido entre la lectura intensiva y la lectura extensiva. De un corpus de lecturas limitado, de pocos libros leídos y releídos, memorizados y recitados, generalmente textos religiosos, en primer lugar la Biblia, se pasa a un lector extensivo, que posee la “rabia de leer”, que consume diversos, numerosos y efímeros impresos. Lee con rapidez y avidez, una lectura libre e irreverente. Leían generalmente novelas. El “furor de leer” como un desenfreno de la imaginación y los sentidos.
La tercera revolución de la lectura se produce con la transmisión electrónica de los textos. El leer en pantalla de computador redefine la materialidad de las obras al romper el vínculo físico y proporciona al lector el dominio sobre la presentación del texto en la pantalla. El autor pierde control sobre su texto, ya no puede definir por completo la forma como debe ser la secuencia de lectura al agregarse una simultaneidad a la producción, la transmisión y la lectura de un mismo texto. El lector puede intervenir en el texto, confeccionar sus índices, anotarlos, recomponerlos, desplazarlos, compartirlos.
Surgen términos para describir y definir las nuevas formas de apropiación: intertextualidad, antitexto, antidiscurso, cibercultura y fragmentación de audiencias, cultura popular estratificada, dinámicas de creación colectivas, narraciones transmediales, reapropiación pública de lo público, escritura ológrafa, cultura participativa, copyleft, avant pop, mash up, fan fiction, brickfilm, hiperlectores, hiperescritores. Para ampliar sobre éste tema se puede revisar el interesante artículo de Martos García (2011).
«El libro impreso heredó el formato del libro, el género del texto, el momento y el modo de la lectura. La imprenta de tipos móviles no generó una revolución en la lectura».
Tres modelos de lector
1) El lector “humanista” recupera la tradición clásica y comienza a refutar a las autoridades del mundo académico medieval, así, los nombres de Maquiavelo, Erasmo y Montaigne, ejemplifican un nuevo tipo de lectura, más crítica e independiente, y, en consecuencia, una diferente relación con el libro.
2) La Reforma traerá consigo un nuevo modelo de lector y de lectura. La imprenta generó las condiciones para la amplia difusión de las ideas reformistas. Las traducciones de la Biblia a lenguas vernáculas “popularizan” y requieren de mediadores, predicadores en voz alta. La difusión incontrolada de libros, panfletos, sueltos y libelos, genera el riesgo de nuevas y más radicales herejías, ante lo cual tanto católicos como protestantes establecieron rígidos sistemas de control sobre la edición y circulación de los impresos.
3) El tercer modelo de lector resulta de la generalización de la cultura básica, la creciente alfabetización. Se amplía la educación primaria, se reduce la jornada laboral y se comienza a reconocer el estatus social e intelectual de la mujer. Niños, obreros y mujeres integran, por tanto, una nueva masa de público lector, ese “público desconocido” de la llamada “literatura industrial” que expresa una gran dispersión de los modelos de lectura, una fragmentación y complejización de las prácticas de lectura.
Los nuevos lectores del siglo XIX: mujeres, niños, obreros
Fue durante el siglo XIX en que el hijo estuvo más que nunca en el centro de la familia. Aparece entonces literatura sobre y para la infancia. Los textos no apuntaban a la singularidad sino a una colectividad ya que al niño se le consideraba como “ser social” (Terrazas, 2000). El hijo era el futuro de la nación y de la raza, al que había que proteger, educar y disciplinar.
Los cuentos de hadas fueron sometidos a procesos de transformación, por parte de autores y editores, que reescribían, editaban, abreviaban o reinventaban para adecuarlos a lectores de diversas edades y diversas expectativas en lo moral. Fueron expurgados de todo lo que consideraban impropio, retirado cualquier aspecto abiertamente sexual.
Martyn Lyons (2004) menciona que, en el siglo XIX, aparecieron nuevos lectores, sobre todo urbanos, interesados en los periódicos y la ficción barata. Las mujeres eran parte sustancial y creciente del nuevo público adepto a las novelas.
La novela era una antítesis de la literatura práctica e instructiva. Exigía poco, y su único propósito era entretener a los lectores ociosos. La imaginación no era bien vista entonces. El hombre se sentía amenazado. La novela podía excitar las pasiones y exaltar la imaginación femenina hacia ilusiones románticas y veleidades eróticas que hacían peligrar la castidad y el orden en los hogares.
La clase trabajadora: lecturas impuestas, lecturas furtivas
Lyons (2004) resalta el desarrollo alcanzado por las bibliotecas públicas en Gran Bretaña. Hacia 1850 la legislación otorgaba el derecho a los municipios a cobrar un penique en impuestos para financiar los establecimientos destinados a bibliotecas. Hacia 1908 contaban con 553 bibliotecas municipales, mas aclara que si bien las bibliotecas de préstamo públicas perseguían fines filantrópicos, también perseguían fines políticos.
Los patronos intentaron controlar el tiempo libre de los obreros y crearon bibliotecas en fábricas que buscaban suministrar una literatura adecuada y fomentar el hábito de la lectura. Se esperaba que la clase obrera se apartara así de la bebida y de la literatura peligrosa de tinte socialista, supersticiosa u obscena. Las bibliotecas del tipo filantropía liberal podrían aportar lo suyo a la estabilidad social.
Entonces, las bibliotecas públicas no pretendían atraer a las clases trabajadoras, enfocaban su interés en mujeres, estudiantes y trabajadores de cuello duro, quienes preferían lecturas amenas antes que manuales prácticos u obras instructivas; libros que alegren y animen para superar las adversidades y fatigas de su vida.
Aparecen listados de obras recomendadas para las bibliotecas. Si aparecían bibliotecas populares por iniciativas ciudadanas, no faltaban grupos de notables y clérigos del lugar que trataban de asumir su control. Había que cuidarse de los autores peligrosos.
La carga diaria de trabajo determinaba los hábitos de lectura. Los préstamos en las bibliotecas por parte de obreros aumentaban en invierno y en épocas de depresión económica y paros. Entre los obreros, alemanes, franceses, más de la mitad de los libros solicitados en las bibliotecas públicas eran novelas.
Por otro lado, es significativo que un sector de trabajadores decidiera embarcarse en la ardua lucha de emanciparse de la ignorancia y de la dependencia.
Los radicales de clase media creían que la adquisición de conocimientos estaba al alcance de cualquiera que estuviera dispuesto a aplicar cierta autodisciplina. Surge cierta intelligentsia obrera autodidacta que reconoce la importancia de la palabra escrita que se encarga de elaborar y difundir la ideología política de la clase obrera.
La lectura era esencial en la ética de la automejora para la emancipación intelectual, fundamento del activismo político. Se reconoce entonces que los lectores proletarios poseían métodos propios de apropiación literaria; poseían una educación formal breve e intermitente que condicionaba sus formas y posibilidades de autoformación.
La estrechez de las viviendas era un problema para leer. La industrialización demarcó de forma más clara el ocio y el trabajo. No era casual que la mayoría de los autodidactas que redactaron su autobiografía fueran artesanos. Los artesanos tenían un ritmo de trabajo irregular, con períodos de relativa inactividad con otros más intensos. No ocurría lo mismo con el obrero de fábrica. El objetivo del autodidacta era triple: pan, conocimiento y libertad.
Los activistas leían a sus compañeros de trabajo los panfletos socialistas. La lectura en voz alta tuvo un papel muy relevante en la politización de la clase trabajadora y en su autoformación.
La lectura en voz alta era parte esencial de la cultura del trabajo, había regularmente un relator de noticias de lo publicado en los diarios.
Sobre el uso de la lectura en voz alta
En entrevista realizada por El Arriero (2024), Chartier explica los usos que en el tiempo se le ha dado a la lectura en voz alta.
Primer uso: Lectura en voz alta cuando era necesaria para comprender el texto. En gran parte de la Edad Media, el uso de la lectura en voz alta era necesaria para descifrar el texto. Como se sabe, los textos en latín no tenían separación entre las palabras.
Segundo uso: Lectura en voz alta como forma de transmisión de los alfabetizados hacia los analfabetos. Carteles en las paredes dirigidos a la población; textos de movilización social colectiva.
Tercera situación, entre gente que sabe leer silenciosamente, la lectura en voz alta es realizada como una práctica de sociabilidad, como una práctica de compartir, en un momento y lugar, un texto. Podría ser entre gente que se reúne regularmente, como las tertulias o las sociedades letradas, o, los vemos durante el XVI o XVII, durante un viaje en un coche. La gente, para pasarla bien, la pasa leyendo para otros, pero no porque los otros sean analfabetos, sino porque la lectura era una forma de dar placer al encuentro.
Estas prácticas se reducen a partir del siglo XIX, cuando hemos perdido la lectura en voz alta como alimento de la sociabilidad, cuando la mayoría de la gente podía leer por sí misma. La lectura en voz alta se reduce a la universidad, la escuela, el tribunal o la iglesia, pero de forma circunstancial.
Una experiencia de lectura en voz alta en Casma
Ocurrió entre abril del 2011, mes de la desaparición de Ciro Castillo en el valle del Colca, hasta octubre del mismo año, en que rescatistas hallaron su cuerpo; las noticias sobre su suerte fueron extensamente cubiertas por los medios masivos de comunicación. Los diarios dedicaban varias páginas para informar y especular sobre la desaparición y muerte del joven universitario, que salió a pasear con su enamorada por las montañas y desapareció misteriosamente. Los hechos de la desaparición del joven envolvían en dudas la participación de su pareja.
Por aquellos días debía acudir regularmente a los campos de cultivo en el valle de San Rafael, a unos 12 km de la ciudad de Casma, para garantizar que no faltaran insumos. Un día, cerca de la hora del almuerzo, los trabajadores se pasaban la voz inquietos; habían notado que el mototaxista que debía traer el diario pasó por el lugar sin detenerse a dejar el encargo. Entonces encargaron a otro mototaxista, que pasaba por la chacra en dirección a Casma, comprar el diario Ojo del día y que lo enviara con la siguiente moto que saliera del paradero rumbo a San Rafael.
A la hora del almuerzo, los peones del campo se reunieron bajo los árboles al borde de la acequia, donde ya esperaban sus familiares, mujeres y niños, que habían llegado con los fiambres, componiendo un grupo humano de más de 30 personas.
Entonces se leía en voz alta, para que escuchen todos, las noticias sobre Ciro desaparecido en el Colca. Luego de la lectura se escuchaban opiniones de quienes estaban convencidos de la culpabilidad de la enamorada y que encontraban en las noticias del día la confirmación a sus sospechas. Expectantes y divertidos, asistían a las sesiones de lectura en voz alta, almorzando con las nuevas incidencias y especulaciones del caso Ciro, para luego retornar a sus labores en el campo, donde nuevas ocurrencias surgían de lo escuchado, mejorando el clima laboral.
Desde aquel día, viajaba a Casma llevando varios diarios de a “china” (0.50 céntimos) más conocidos como diarios “chicha”, por sus titulares escandalosos y tendenciosos, pero divertidos de leer. Los diarios que cubrían el caso Ciro se convirtieron en insumo principal en aquella campaña agrícola del 2011.
La lectura en voz alta en bibliotecas, librerías y ferias de libros
En la misma entrevista de El Arriero (2024), Chartier menciona que hoy en día se ha visto una vuelta de la lectura en voz alta en muchas bibliotecas y en librerías; se pide a los autores leer en voz alta poemas o ficción. Hay una idea de que con la crisis de estos lugares en relación con la comunicación digital, cuando existe un lugar, un templo compartido, podemos encontrar una experiencia que produce placer e inteligencia. Se observa que la práctica de la lectura en voz alta se ha restaurado como una práctica social más importante que a finales del siglo XIX o inicios del siglo XX.
La coda
¿Cómo registrará la historia de la lectura en el Perú el momento actual?
Se observa en las bibliotecas públicas municipales, actividades que tratan de responder al horror ante la sala de lectura vacía. Se generan, como exigencia de las autoridades de turno, actividades culturales dinámicas —léase no aburridas—, privilegiando el factor de “impacto” sobre la población.
Para llenar la sala de usuarios se recurre a las visitas coordinadas con escuelas cercanas, una forma de incentivar el hábito de la lectura en los estudiantes. Las sesiones habitualmente incluyen la lectura en voz alta de cuentos para niños.
Las bibliotecas públicas municipales, organizan actividades de “impacto”, pero, sin mayor costo, porque, lo sabemos bien, no hay presupuesto. Entonces se traslada el costo a los comerciantes y asistentes. Como consecuencia, han proliferado en regiones del interior del país y en todos los distritos de la capital, ferias de libros que generan notas de prensa y múltiples anuncios en redes sociales por parte de la biblioteca organizadora, autores y editoriales.
Las ferias son, esencialmente, formas de publicidad de la actividad editorial. Las ferias de libros apuntan a los consumidores finales, entonces, el éxito del evento ferial, que congrega editoriales y librerías, además de universidades e instituciones del Estado que editan y buscan presencia y posicionamiento en la sociedad, se mide por la cantidad de visitantes. En las ferias se presentan libros y se realizan lecturas en voz alta de pasajes de la obra, además de conciertos musicales y performances.
¿Cuán influenciado se encuentra el tema de la lectura en bibliotecas por la llamada cultura del espectáculo?
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Referencias
Acha, José Omar (2000). La renovación de la historia del libro: La propuesta de Roger Chartier. Información, Cultura y Sociedad, N° 3, Universidad de Buenos Aires, pp 61-74.
El Arriero (2024, 29 octubre). Entrevista a Roger Chartier. [Video]. Youtube.
Chartier, Roger (2018). Bibliotecas y librerías: entre herencias y futuro. Colombia: Cerlalc.
Diego, José Luis de (2013). Lecturas de historias de la lectura. Orbis Tertius, XVII (19), 42-58.
Cavallo, Guglielmo y Roger Chartier (dir.) (2004). Historia de la lectura en el mundo occidental. 2da edición. Madrid: Taurus, Minor. 663 pp.
Lyons, Martin (2004). Los nuevos lectores del siglo XIX: Mujeres, niños, obreros. En: Historia de la lectura en el mundo occidental / Guglielmo Cavallo y Roger Chartier. 2da edición. Madrid: Taurus, Minor, pp. 539-589.
Martos García, A. (2011). Sobre el concepto de apropiación de Chartier y las nuevas prácticas culturales de lectura (el fan fiction). Álabe 4, diciembre
Parada, Alejandro E., dir. (2013). Cruces y perspectivas de la cultura escrita en la Argentina: Historia de la Edición, el Libro y la Lectura / Alejandro E. Parada, dir. … [et al.]. Buenos Aires: Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 323 pp. (Cuadernos de Bibliotecología; 24).
Terrazas de Galván, Luz Elena (2000). Aprendizaje de nuevos saberes a través de la prensa infantil del siglo XIX. Revista Mexicana de Investigación Educativa, 5 (julio-diciembre).
Valinoti, Beatriz Cecilia (2013). Hacia una Historia de la Edición, el Libro y la Lectura. Revisitando conceptos y categorías. En: Cruces y perspectivas de la cultura escrita en la Argentina: Historia de la Edición, el Libro y la Lectura / Alejandro E. Parada, dir. … [et al.] pp 59-88. Buenos Aires: Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 323 pp. (Cuadernos de Bibliotecología; 24).
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Licenciado en Bibliotecología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos - UNMSM.