
Cuando la gestión del conocimiento no se trata de acumular bases de datos, sino de facilitar el acceso, la interpretación y la recombinación creativa de los elementos.
Escribe: Ennio Prada Madrid
Foto principal: Gestión del conocimiento. (F. Montino en Flickr, CC. BY. 2. 0).
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En un mundo donde la sobreabundancia de datos amenaza con saturar nuestra capacidad de comprender, se vuelve cada vez más necesario repensar el papel de la información en nuestras vidas. Más allá del volumen de datos que generamos, almacenamos o intercambiamos, lo que verdaderamente importa es el valor que atribuimos a estos datos y cómo, desde nuestra posición como observadores, los transformamos en conocimiento. Esta idea es el núcleo de una teoría emergente que invita a observar el mundo como un universo factual: un entorno donde la información está condensada de forma latente, esperando ser activada por las necesidades relativas de quienes la exploran.
Contrario a la concepción tradicional de que los datos existen como verdades objetivas y absolutas, la teoría del universo factual propone una visión radicalmente distinta: los datos no tienen valor alguno si no hay una necesidad que los reclame. Así como una roca en el camino puede ser irrelevante para un transeúnte, pero vital para un geólogo, la información contenida en los objetos del entorno no existe en términos prácticos hasta que alguien decide «extraerla» para satisfacer una necesidad concreta.
Esta visión implica que el conocimiento no es un recurso absoluto, sino un proceso relacional. La información no «es», sino que «llega a ser» en función de un sujeto que la interpreta y le asigna significado. Los datos no poseen un significado intrínseco, sino que su interpretación está condicionada por la perspectiva desde la cual se observa la realidad, los métodos empleados para su registro y los marcos discursivos en los que son utilizados. El observador, por tanto, se convierte en el eje central de toda explotación de conocimiento.
(…) los datos no tienen valor alguno si no hay una necesidad que los reclame.
Dentro de este paradigma, surge la figura del minero factual, un actor que se aventura a explorar lo desconocido guiado por sus preguntas. Ya sea un científico, un médico, un ingeniero o un poeta, cada uno actúa sobre el universo factual mediante herramientas y metodologías propias para extraer significado. Esta explotación factual se articula en un proceso que inicia con una necesidad, se dirige al entorno, extrae datos latentes y culmina en la generación de nuevo conocimiento.
Este marco desafía las jerarquías tradicionales del saber y abre paso a una comprensión más democrática y plural del conocimiento. De este modo, cada individuo, en tanto tenga necesidades propias y herramientas para indagar, puede activar partes distintas del universo informacional.
La teoría del universo factual no se limita al terreno de la epistemología o la filosofía de la información. Tiene profundas implicaciones en la forma en que las organizaciones gestionan el conocimiento. En contextos empresariales, por ejemplo, en el modelo clásico de la convergencia del conocimiento —tácito y explícito— se ha reconocido como uno de los motores de la innovación. Como han demostrado Nonaka y Takeuchi, cuando el conocimiento fluye entre individuos y equipos, se produce una espiral creativa que transforma la información en acción efectiva.
La clave está en crear ecosistemas donde el conocimiento pueda circular, combinarse, interiorizarse y exteriorizarse de manera continua. Solo así se logra aprovechar la riqueza del universo factual que nos rodea. La gestión del conocimiento, en este sentido, no se trata de acumular bases de datos, sino de facilitar el acceso, la interpretación y la recombinación creativa de los elementos factuales disponibles.
Aceptar la relatividad de la información es también aceptar que no hay una única forma válida de conocer el mundo. Esta perspectiva abre la puerta a nuevas formas de convergencia del conocimiento: interdisciplinarias, interculturales e incluso en metabiología. La inteligencia artificial, la biotecnología, la física de la información, la filosofía y las ciencias humanas pueden encontrar puntos de encuentro si se reconocen mutuamente como distintos modos de interactuar con el universo factual.
Tal vez lo más revolucionario de esta teoría es que nos devuelve el protagonismo: no somos recipientes pasivos de información, sino mineros activos de sentido. El universo factual está allí, expectante. La pregunta es: ¿qué necesidad encenderá nuestro próximo descubrimiento?
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Para saber más: Teoría del universo factual, por Ennio Prada Madrid. Revista de Filosofía, 41(108), 138-158, ISSN: 0798-1171, 2024.
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M.Sc. en Gestión de Información Documental. Universidad de La Salle (Colombia). Contacto: ennioprada@gmail.com