Nuevamente la prensa ha expuesto la vulnerabilidad de la integridad académica al interior de las casas superiores de estudio. Primero pasó con el plagio de las tesis y ahora es con la compra de coautorías de artículos científicos revelado por el reportaje Granja de los científicos bamba, que presentó el programa periodístico Punto Final.
Era un asunto que ya se venía comentando entre la comunidad científica, pero ahora es un problema tangible y conocido por la opinión pública. En realidad, la compra de coautorías es uno de los tantos tipos de fraude científico que existen, pero este es uno de los más bochornosos, porque en el afán de figurar como autores en un artículo de una revista indexada, estas personas terminaron pagando para aparecer en investigaciones aplicadas en zonas que nada tienen que ver con su realidad próxima, como Irán o Uzbekistán, siendo evidente que su participación es un sinsentido.
Luego del escándalo, la institución que se ha visto en el ojo de la tormenta ha sido el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec), dado que su Registro Nacional Científico, Tecnológico y de Innovación Tecnológica (Renacyt) resultó burlado por los científicos “bambas”. Como se sabe, estar registrado en el Renacyt es la garantía que tienen las universidades y escuelas superiores para mantener o contratar docentes investigadores que, además, por estar ahí, reciben incentivos económicos. Debido a eso, el Concytec tuvo que modificar sus reglamentos para tipificar el fraude académico de la compra y venta de coautorías y establecer sanciones como la expulsión del Renacyt.
¿Qué lecciones nos deja todo eso? Primero, que las universidades deben establecer medidas más robustas para evitar el fraude académico, revisando minuciosamente los artículos que presentan los investigadores y realizando evaluaciones que permitan reconocer que el autor de un artículo participó efectivamente de la investigación, valorando la calidad sobre la cantidad, y, sobre todo, si su aporte es significativo. Segundo, que el Concytec debe ser más vigilante con aquellas personas que se incorporan al Renacyt y aplicar sanciones efectivas para aquellos que desacreditan a la comunidad científica.
Y aquí rescatamos unas palabras que dijo Isidro F. Aguillo, experto español en cibermetría, sobre la expulsión de más de un millar de científicos de Clarivate, porque estas cosas pasan en todo el mundo: “Son los científicos y sus instituciones los primeros interesados en luchar contra los males de la ciencia”.
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