
¿Cuáles son las condiciones sociales de la práctica de la lectura? Una mirada desde las ideas de Pierre Bourdieu.
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Toda persona desde que nace aprende letras, sílabas, palabras, sentencias, oraciones. Luego va a la escuela donde refuerza esos aprendizajes. En ese proceso surge la construcción de la lectura como un habitus característico de cada trayectoria individual, pues la lectura es un comportamiento socialmente construido ya que nadie nace sabiendo leer ni con el «gusto» por la lectura. A partir de esa premisa, Pierre Bourdieu pregunta: ¿es posible leer un texto sin cuestionarnos qué significa leer o cuáles son las condiciones sociales que hacen posible la lectura?
Interrogarnos sobre las condiciones sociales de la práctica de la lectura «significa preguntarnos cómo se producen los lectores, cómo se los selecciona, cómo se los forma, en qué escuelas, etc. Cuestionar las posibilidades de la lectura significa cuestionar no sólo las condiciones sociales de las situaciones en las que se lee […], la forma escolar del ocio, es decir, el tiempo para leer, el tiempo para aprender a leer, sino también las condiciones sociales de la producción de los lectores» (Bourdieu, 1996, p. 115). Pues, no hay lectura sin lectores.
Aprender a leer y escribir requiere tiempo y dedicación para desarrollar habilidades de interpretación y comprensión; por eso se enseña a leer a través del sistema escolar, lo que significa que el nivel de educación será determinante en la lectura, junto con la clase social a la que se pertenece cuando se nace. Por lo tanto, dependiendo del nivel de educación (primaria, secundaria, bachillerato, licenciatura, maestría, doctorado, posdoctorado), es posible predecir las posibilidades del «gusto» por la lectura de las personas. Igualmente, dependiendo de la clase social en la que se nace (campesino, obrero, pequeño comerciante, docente universitario, gerente de industrias, banquero, etc.) es posible predecir las posibilidades de ese gusto. Una vez que el individuo lee porque le gusta, le resultará mucho más fácil practicar la lectura, adquiriendo así conocimientos de interpretación y análisis que son esenciales para su desempeño futuro.
La lectura es un comportamiento socialmente construido ya que nadie nace sabiendo leer ni con el «gusto» por la lectura.

Habitus, clase social y capital cultural
El valor simbólico que se le atribuye al libro, como objeto cultural, y a la lectura, como práctica, se construye dentro de un proceso educativo, basado en la clase social a la que pertenece el individuo, pero condicionado por el habitus, el capital cultural y el campo en el que se inscribe el lector (Bourdieu, 2011). Lo que sucede generalmente es que el lector se olvida de sus propias condiciones sociales de producción e inconscientemente universaliza las condiciones sociales de posibilidades de la lectura. Lo que genera el «gusto» por la lectura es el habitus del individuo. Un esquema simplificado sería el siguiente:
[(Habitus)(Capital Cultural)] + Campo = Lectura [Práctica]
El habitus es un «sistema de disposiciones de estructuras estructuradas durables y transmisibles, predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes; es decir, como principios de generación y estructuración de prácticas y representaciones que pueden ser objetivamente reguladas y regulares pero de ningún modo ser el producto de la obediencia a reglas» (Bourdieu, 1981:94). El habitus es una experiencia y una posesión, un capital de un agente activo, «una cierta forma de “feeling” del juego que no necesita ser calculado para encontrar su dirección y lugar de una manera razonable en el espacio social» (Bourdieu, 1985:14). Cuanto más temprana sea la educación, ya sea formal o informal, más fácilmente se incorporará el habitus a las prácticas individuales, ya que su base se forma en la familia e influye directamente en todas las esferas que le siguen: escuela, trabajo, universidad, sociedad, etc.
El habitus constituye un principio generador que impone un esquema duradero y, al mismo tiempo, es suficientemente flexible para posibilitar improvisaciones reguladas, permitiendo ajustes e innovaciones a las demandas que plantean las situaciones concretas. Desde esta perspectiva, las prácticas de lectura pueden ser entendidas como actividades que estructuran el pensamiento, el lenguaje, el conocimiento y la cultura, pero que no se caracterizan como definitivas o inmutables, debido a que son muchas y variadas las actividades relacionadas con la lectura y las formas de apropiación de los textos. De ese modo, la experiencia de la lectura es algo íntimo, personal y único, como cualquier experiencia. La lectura nunca es igual para distintos lectores, tiene significados diferentes de lector a lector.
Según Pierre Bourdieu, «leer un texto» va más allá de simplemente descifrar palabras en una página. Significa un compromiso activo con un texto que está profundamente influenciado por la clase social, el capital cultural y el habitus del lector, lo que significa que la interpretación y el significado derivados de un texto están determinados por la posición social del lector y no solo por el texto en sí. La lectura es una práctica social en la que la clase social y el capital cultural del lector influyen significativamente en cómo interpreta un texto. Los textos tienen un poder simbólico, y comprender un texto implica no sólo comprender las palabras literales, sino también decodificar los significados, códigos y suposiciones sociales subyacentes en el texto. Por ejemplo, un crítico de literatura que lee una novela puede interpretarla de manera diferente a alguien que tiene poca o ninguna familiaridad con las novelas debido a sus diferentes posiciones sociales y capitales culturales, incluso si ambos están leyendo la misma novela. Esto debido a que la lengua, la escritura y el lenguaje son los recursos e instrumentos de la cultura dominante.
Es imposible explicar la estructura y funcionamiento del mundo social a menos que se reintroduzca en el mundo social la noción de capital en todas sus formas y no solamente en la forma reconocida por la teoría económica. El capital es trabajo acumulado, que cuando es apropiada de forma privada por un agente, lo capacita para apropiarse de la energía social en la forma de trabajo que lleva tiempo para acumularlo, es una fuerza inscrita en la objetividad de las cosas de modo que no todo es igualmente posible o imposible. El capital puede presentarse de tres formas fundamentales: como capital económico, que es directa e inmediatamente convertible en dinero y puede estar institucionalizada en la forma de derechos de propiedad; como capital cultural, que es convertible, bajo ciertas condiciones, en capital económico y puede ser institucionalizado en la forma de calificaciones educacionales; y como capital social, formada de obligaciones sociales (conexiones) que bajo ciertas condiciones es convertible en capital económico.
Tres estados del capital cultural: incorporado, objetivado e institucionalizado
Lo que más interesa para la lectura es el capital cultural que puede existir en tres formas: «[…] en estado incorporado, i.e. en la forma de disposiciones durables de la mente y del cuerpo; en estado objetivado, en la forma de bienes culturales (cuadros, libros, diccionarios, instrumentos, máquinas, etc.) que son los esbozos o la realización de teorías o críticas de esas teorías, etc.; y en estado institucionalizado, una forma de objetivación que debe ser tratada aparte porque, como veremos, en el caso de las calificaciones educacionales, confiere enteramente propiedades originales al capital cultural que se supone garantiza» (Bourdieu, 1986).

En estado incorporado está ligado al cuerpo y presupone la incorporación, es decir, la acumulación de capital cultural en la forma de lo que es llamado cultura; presupone un proceso de in-corporación, que hasta cierto grado implica una labor de inculcación y asimilación. Cuesta tiempo que debe ser invertido personalmente por el inversor. Es el trabajo de adquisición de la propia persona, un esfuerzo que presupone un costo personal, una inversión en tiempo, con toda la renuncia y sacrificio que eso puede implicar. Este capital incorporado se convierte en el habitus de la persona y no puede ser transmitida.
El proceso de apropiación del capital cultural objetivado y el tiempo necesario para que se forme depende principalmente del capital cultural incorporado en la familia como un todo a través de todas las formas de transmisión implícitas. La acumulación inicial de capital cultural comienza sin demora, solamente para los descendientes de las familias dotadas de un fuerte capital cultural. En consecuencia, la transmisión del capital cultural es sin duda la forma más y mejor escondida de la transmisión hereditaria del capital. La ligación entre el capital económico y cultural es establecido a través de la mediación del tiempo necesario para su adquisición. Diferencias en el capital cultural poseído por la familia implica diferencias, primero, en la edad en el que comienza el trabajo de transmisión y acumulación, con el máximo de tiempo libre controlado para maximizar el capital cultural. La duración del período por el cual un determinado individuo puede prolongar su proceso de adquisición de capital cultural depende del tiempo que su familia le puede proporcionar con tiempo libre de necesidades económicas, que es la precondición para la acumulación inicial. Capital cultural son pues los recursos culturales acumulados (educación, libros en casa, formas de hablar, experiencias literarias) que influyen en la forma en que una persona lee y comprende los textos.
La duración del período por el cual un determinado individuo puede prolongar su proceso de adquisición de capital cultural depende del tiempo que su familia le puede proporcionar con tiempo libre de necesidades económicas, que es la precondición para la acumulación inicial.
En estado objetivado, en la forma de objetos materiales tales como libros, pinturas, instrumentos, etc. El dueño de los medios de producción debe encontrar un medio de apropiarse del capital incorporado que es la precondición de la apropiación específica o de los servicios de los poseedores de este capital. Para apropiarse de las maquinas, solamente necesita capital económico; para usarlos de acuerdo con sus propósitos específicos debe tener acceso al capital cultural incorporado, ya sea en persona o por delegación a otra persona.
En estado institucionalizado se presenta en la forma de calificaciones académicas legalmente garantizadas, formalmente independiente de sus poseedores. Un certificado de competencia cultural que confiere a su poseedor un valor convencional, constante, legalmente garantizado con respecto a la cultura: el título profesional de licenciado, maestro o doctor.

El campo
El campo es el espacio social donde la lectura ocurre. Puede ser el campo académico, el campo literario, campo educativo, cada uno con sus propias reglas y formas de valorar la lectura. Lo que los agentes intercambian en una interacción comunicativa en realidad son los habitus adquiridos a través del sistema escolar, la familia y su clase social. Cada agente pone en práctica, es decir, exterioriza su habitus, a través de su propia trayectoria cultural.
Se puede concluir afirmando que no hay información ni comunicación fuera de un espacio social histórico, sino entre agentes sociales históricamente construidos y que la información y comunicación también es la puesta en práctica de los habitus de clase y de los capitales culturales incorporados en esos habitus de los agentes en comunicación (Urbizagástegui, 2014). El lector debe leer e interpretar dentro de un campo cultural en el que no puede evitar poner en práctica el habitus que posee. La práctica de la lectura es fundamental para desarrollar el pensamiento crítico, y juega un papel fundamental en la formación intelectual de la persona.
Referencias bibliográficas
Bourdieu, P. The Forms of Capital. En: Handbook of theory and research for the sociology of education (New York: Greenwood Press, 1986.
Bourdieu, P. A leitura: uma prática cultural. Debate entre Pierre Bourdieu e Roger Chartier. En: Roger Chartier (Org.). Práticas da leitura. 5. ed. São Paulo: Estação Liberdade, 2011, p. 231-253.
Bourdieu, P. Razões práticas: Sobre a teoria da ação. Campinas, SP: Papirus, 1996.
Bourdieu, P. Escritos de educação. Maria Alice Nogueira y Antônio Catani (Orgs.). Petrópolis, RJ: Vozes, 1998).
Bourdieu, P.; Passeron, Jean-Claude. Os herdeiros: os estudantes e a cultura. Florianópolis: Ed. da UFSC, 2015.
Bourdieu, P. Leituras, leitores, letrados, literatura. En: Coisas ditas. São Paulo : Brasiliense, 1990.
Bourdieu, P. Cosas dichas, Barcelona, Gedisa, 1996, pp.115-124
Bourdieu, P. Structures, strategies, and the habitus. En: French sociology: rupture and renewal since 1968. New York : Columbia University Press, 1981.
Urbizagástegui-Alvarado, R. (diciembre 2014). Conocimiento y comunicación en el pensamiento Pierre Bourdieu. DataGramaZero – Revista de Informação, 15(6), artículo 02.
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Doctor en Ciencia de la Información.
Bibliotecólogo Emérito por la Universidad de California en Riverside (EE. UU.). Participa regularmente en congresos y eventos de la especialidad presentando resultados de investigación en bibliometría, información e ideología, y sociología de la información. ORCID: 0000-0001-5014-801X. Contacto: ruben@ucr.edu