Un repaso por la vida profesional de la bibliotecóloga Inés Lazo Olivera: su aprendizaje y ejercicio en la Biblioteca Nacional del Perú y su posterior labor como bibliotecaria escolar.
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¿No sería hermoso el mundo si las bibliotecas fueran
más importantes que los bancos?
Vivimos en un país altamente pictórico, donde Inés Victoria Lazo Olivera hubiera sido una gran pintora, pues habilidades no le faltan; su talento es genético ya que es descendiente de un extraordinario pintor peruano: Sabino Canales Springett, creador de los murales que se lucen en el edificio de la antigua sede del Ministerio de Educación del Parque Universitario, en la Universidad Nacional de Ingeniería y otras instituciones, además de maravillosos trabajos que dejó a lo largo de su vida artística.
Pero Inés Lazo eligió el aroma a tinta de los libros, los colores de la lectura, esa otra pasión que fue cultivando con esa concentración que ponen los artistas cuando trabajan una obra de arte. Egresada de la ex Escuela de Bibliotecarios del Perú, promoción 1973-1976, con licenciatura en Bibliotecología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1980.
Inés Lazo Olivera nos habla del paso del tiempo, las bibliotecas, del tío abuelo pintor, de los sueños rotos y las esperanzas; del impacto que todo eso tiene en la vida de cada uno para lograr una meta.
Su paso por la Biblioteca Nacional
Lleva más de cuarenta años entre anaqueles y libros. Inés recuerda con emoción cuando ingresó a la antigua Biblioteca Nacional de la avenida Abancay en 1976. Ahí gozó la experiencia de aprender de sus maestras bibliotecarias que, por sus conocimientos enciclopédicos, su mística de servicio y capacidad de trabajo, se convirtieron en referentes de toda una generación. “Trabajé con María Bonilla, cuando era directora de la Biblioteca Nacional, quien me preguntó dónde quería trabajar y escogí la oficina de Procesos Técnicos, cuando era la directora Mercedes Paulet de Vargas. Allí coordinaba con la subjefa Nancy Gastañeta Caro. La bibliotecaria encargada de evaluar la calidad de mi trabajo era la señora Pilar Faura”, me cuenta Inés con cierta nostalgia, pues era muy joven cuando empezó su caminar por el mundo de la bibliotecología.
Estoy seguro de que, por su temperamento artístico, Inés eligió trabajar en la soledad de la oficina, elaborando minuciosas fichas de catalogación y papeletas de clasificación de libros que requieren de una concentración religiosa. Inés Lazo tuvo la fortuna de aprender en la práctica diaria, convirtiéndose en una experta, conocía de memoria las vueltas de rodillo para el registro bibliográfico, los espacios, puntos y comas en el lugar exacto; colocar los títulos y subtítulos; elegir los epígrafes temáticos y geográficos. Cuando terminó su contrato en 1980, Inés ya había conseguido otro empleo en la biblioteca del Colegio Reina de los Ángeles, donde se dedicó a organizar la colección bibliográfica y a diseñar los servicios de información, aplicando las enseñanzas recibidas en su paso por la Biblioteca Nacional.
Por aquellos años de las décadas de los ochenta y noventa, a los profesionales bibliotecarios no les faltaba fuentes de trabajo; cuando se retiraban de uno era fácil conseguir empleo en otra biblioteca. En 1984, por concurso público, Inés Lazo Olivera volvió a la Dirección de Procesos Técnicos de la Biblioteca Nacional, donde hizo carrera ocupando varios cargos de confianza hasta llegar a ser supervisora del Programa Sectorial II de la Dirección Ejecutiva de Servicios Técnicos de la Biblioteca Nacional, recibiendo capacitación continua para mantenerse a la vanguardia de los adelantos de la especialidad. Cuando se aviva la aplicación de la computadora en el trabajo bibliotecario, Inés es seleccionada en 1992 para capacitarse durante tres meses en automatización de bibliotecas; prácticamente vivió todos los cambios que se produjeron en aquella época respecto al uso de equipos informáticos, de la catalogación manual a los comienzos de la automatización de los procesos técnicos.
El paso del tiempo le permitió adquirir experiencia de trabajo, como la de sus primeras maestras, con lo cual desarrolló su talento ejecutivo tan necesario en una profesional. Sus deseos de superación la llevaron a buscar mejores perspectivas salariales y profesionales. En 1994, después de diez años, deja la Biblioteca Nacional para iniciar una nueva aventura laboral.
Su paso por la biblioteca escolar
Las bibliotecas escolares son imprescindibles en los centros educativos.
Y empezó a trabajar en la Biblioteca Carlos Cueto Fernandini del Colegio Nuestra Señora del Carmen de San Antonio, el “Carmelitas” de Miraflores, encargándose de la organización de sus colecciones a través del uso de la tecnología. Trabaja al lado de su colega Guadalupe López Flores, haciendo de la biblioteca escolar un elemento esencial en la enseñanza y el aprendizaje de los estudiantes, plana docente y personal administrativo.
Para conocer el panorama de las bibliotecas escolares en el Perú, conversé brevemente con Inés:
Dime, Inés, ¿consideras que las bibliotecas escolares siguen siendo las más cercanas a los estudiantes? ¿Son las más importantes en su formación lectora?
Sí, las bibliotecas escolares en teoría son más o deberían ser las más cercanas a los estudiantes, pues después de casa el colegio es donde más tiempo pasa un estudiante durante su EBR. Sin embargo, no siempre es así, las bibliotecas escolares privadas también atraviesan y deben sortear dificultades como falta de presupuesto único para esta dependencia, poco interés de sus autoridades para priorizar recursos, por ejemplo, en compras para mejorar las colecciones, entre otras necesidades. Mientras que en las bibliotecas de colegios públicos a pesar del esfuerzo de los colegas de la BNP y de los años transcurridos no existe como política pública la red de bibliotecas escolares, y esto pasa por no tener una política educativa integral y mucho menos presupuestal.
Por experiencia te digo que la biblioteca escolar en colegios privados es, en su mayor parte, el esfuerzo muchas veces personal y comprometido de los colegas para sacar adelante los proyectos que van fijándose. La biblioteca escolar donde trabajo, si bien tuvo en los años 90 un apoyo para automatizar sus procesos, solo alcanzó la automatización de la catalogación y su catálogo automatizado.
Ante este panorama y con el objetivo de ir un paso adelante por propia iniciativa, comencé un blog de la biblioteca para acercarla a sus usuarios potenciales, profesores y alumnos con el fin de apoyarlos en sus actividades pedagógicas. Luego, me puse a la tarea de crear la página web, la misma que presenté a los directivos para que la incluyeran como parte integrante de la web del colegio. Y es la que visualizas cuando navegas por la web del colegio. Esto me dio la oportunidad de que la biblioteca fuera también visible para los padres de familia.
Cuando pensaba que ya lo sabía todo en el mundo de la bibliotecología, después de asimilar la transferencia de conocimientos recibida a lo largo de su carrera, de haber pasado los cambios que se produjo en todas las profesiones con la pandemia de la tecnología, Inés Lazo Olivera enfrenta en su edad madura otra pandemia que viene trastocando todas las profesiones, la pandemia del Covid-19, que está obligando a rediseñar los servicios y estrategias de información y comunicación de las bibliotecas y empresas.
¿Cómo ha trabajado la biblioteca durante la pandemia, Inés?
Durante la pandemia puedo afirmar con orgullo que mi esfuerzo proactivo por sacar a la biblioteca adelante fue acertado, pues al estar presentes en la página web del colegio el contacto con los usuarios no se vio afectado, ya que al pasar a realizar trabajo remoto pude seguir brindando algunos de los servicios, es así que estos dos años trabajamos con la plataforma de Google Classroom, donde colgamos material de apoyo para profesores en primera instancia para los diferentes materias y cursos de forma individualizada, es decir, dirigida a profesores y alumnos por áreas de interés: comunicación, ciencias puras, ciencias sociales, matemáticas, etc., sin dejar de mantener nuestra web y blogs también actualizados diariamente.
Cuéntanos la historia de tu tío abuelo, el famoso pintor ayacuchano Sabino Canales Springett
La historia familiar del tío abuelo Sabino Springett es novelesca. Estando en la Biblioteca Nacional, pude investigar en los archivos de El Comercio y reconstruir parte de su historia.
El tío Sabino y el tío Julio eran hermanos de mi abuela paterna Victoria, eran de origen escocés. Cuentan que el tío Julio a los quince años se escapó de casa para irse de grumete en un barco que lo llevó a Inglaterra a pelear en la primera guerra mundial. Sabino Canales Springett nació el 12 de junio de 1913 en Quilcata, un pintoresco pueblo situado al sur de la sierra ayacuchana. Desde pequeño demostró una gran habilidad para el dibujo.
Cuando la familia se traslada a Lima el tío Sabino estudia en la Escuela de Bellas Artes entre 1931 y 1934. Al egresar se dedicó a pintar sin temor a la innovación, trabajó en la figuración y en lo abstracto; sus cuadros tienen como temas a personajes y paisajes del país, elaborados con delicadeza. Recorrió el Perú completamente y recogió valiosas experiencias durante sus viajes. Viajó también por muchos países de América y Europa. Pasó luego a ser docente en su alma máter, como profesor de Pintura y Dibujo (1946-1973). Murió a los 91 años. En el mes junio del 2013 cumplió su primer centenario de nacimiento 1913-2013, siendo homenajeado por las autoridades culturales y se publicó un libro sobre su trayectoria artística.
Esto me llevó a hacer el árbol genealógico de esta rama de la familia y lo hice en My Heritage, donde pueden verlo todos nuestros amigos y parientes.
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Nació en Ayacucho. Bibliotecólogo de profesión con más de cuarenta años de experiencia. Narrador de cuentos, autor-editor de cinco obras de corte infantil-juvenil. Colabora en revistas y periódicos de Huaral. Gestor de los blogs: Bibliotecologia & Literatura, Crónicas de Pauza y Huaral Huaralín. Trabaja en la biblioteca del SENATI. Contacto: fpebe9@yahoo.com