Cabaret Voltaire surge a iniciativa de los que aún mantienen su espíritu libre, como Juan Luis Fernández (56 años), su gestor | Imagen: Ivett Ramos
El café más poético del distrito de Lince se ubica frente al parque Pedro Ruiz Gallo. Se llama Cabaret Voltaire y no es para nada un lugar de dudosa reputación; todo lo contrario, libros, café, licores sofisticados, música de cantautores e imágenes de artistas dadaístas le dan un halo de bohemia sosegada al pequeño local que administra Juan Luis Fernández del Ángel, de nacionalidad española.
“La palabra cabaret, aquí en Perú, está mal utilizada”, explica Juan Luis. “La diferencia entre un teatro y un cabaret es que tú vas al teatro y hay unos actores, unos espectadores y te sientas en una butaca como en un cine; tú te vas a un cabaret, hay una presentación, unos actores, pero te sientas en una mesa comiendo, tomando y charlando con tus compañeros. Por eso las obras de teatro que se representan en un cabaret son más ligeras, simplemente para llamar la atención, no por otra cosa”.
Homenaje al amigo
El más famoso de los cabarés surgió durante la Belle Époque en París, el Moulin Rouge; por ahí pasaron, durante su larga existencia, Toulouse Lautrec, Oscar Wilde, Edith Piaf, entre otras figuras. En cambio, el local de Juan Luis es una versión del Cabaret Voltaire que fundaron Hugo Ball y Emmy Hennings en 1916 en Zurich, Suiza, más orientado a la actividad artística de vanguardia. Pero, personalmente, es un homenaje a Dennis, un peruano a quien Juan Luis conoció en Huancayo. Fue él quien años atrás fundó un café similar que Juan Luis solía visitar; con el tiempo la confianza creció, hablaban de todo, en especial sobre dadaísmo y fue por él, además, que conoció a quien hoy es su esposa. Sin embargo, los dados del destino arrancaron de este mundo al buen amigo. “Cuando vine aquí a Lima, después de estar trabajando en una inmobiliaria, de estar haciendo otras cosas, al final decidimos, mi mujer y yo, fundar el local en homenaje a Dennis”.
Por ese trato cálido que aprendió de Dennis, Juan Luis atiende como un anfitrión. “Yo siempre digo lo mismo: a cualquier café que tú vas, pasas por la puerta y eres un cliente más, eres dinero. Aquí pasas por la puerta y eres un amigo”, afirma. “Quienes más visitan el lugar son mujeres que piden un café, cogen un libro y se ponen a leer. En alguna ocasión me han dicho: es que esto no lo puedo hacer en otro sitio”. Él mismo se encarga de atender las mesas, preparar los tragos, los platillos y darse tiempo para contar un poco sobre el dadaísmo y sobre lo bonito y distinto que es una de las terceras ciudades del mundo, aparte de Nueva York y Londres, que no duermen nunca. Si quieres dormir en un castillo, en una celda de una monja acondicionada como hotel o quieres ir a una discoteca que antes era una iglesia, pues allí lo encuentras. “En Madrid di qué es lo que quieres, lo tienes”, asegura.
En España, Juan Luis se dedicaba profesionalmente al control de transportes de carga. Ganaba muy bien, tanto que llegó a poseer una casa muy espaciosa con jardín y varios carros. Y no solo eso, tenía también una biblioteca de más de tres mil volúmenes… todos leídos. “Yo era incapaz de dormirme todos los días sin haber leído como mínimo una hoja. Yo podía llegar a las tres de la mañana, me metía en la cama, encendía la luz, cogía mi libro, leía una hoja y a dormir”. Sin embargo, no se arrepiente de haber dejado atrás sus posesiones; se siente satisfecho con el amor de su mujer, los libros y las personas que van a su café. Por eso confiesa con buen semblante: “Ahora, ¿qué tengo? Lo que ves. En esta vida lo único que te vas a llevar es la satisfacción de acostarte diciendo he intentado hacer el bien a la gente”.
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Licenciado en Bibliotecología por la UNMSM. Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medio Ambiente y Salud por la Universidad Carlos III de Madrid. Contacto: cesar_023@hotmail.com