Esta vez nos acercamos a un libro cuya lectura nos permite entender algunos problemas globales, escrito por Yuval Noah Harari, el historiador israelí autor de Homo Deus: breve historia del mañana (2016), en el que plantea críticamente la confianza suprema de la humanidad al procesamiento de datos como una religión más, esto es, el dataísmo.
En este libro, 21 lecciones para el siglo XXI, publicado el año 2018, somos abordados por un asunto grave: “El desafío tecnológico”, primera de las cinco secciones que componen la obra. Comienza con esta reflexión: “La humanidad está perdiendo la fe en el relato liberal que ha dominado la política global en las últimas décadas, exactamente cuando la fusión de la biotecnología y la infotecnología nos enfrenta a los mayores desafíos que la humanidad ha conocido” (p. 18).
En primer lugar, ¿qué es el relato liberal? Hablar de relatos es volver sobre un tópico que sirve para explicar la historia desde una perspectiva posmoderna, que nos dice que los grandes relatos han muerto. ¿Cuáles son los grandes relatos? Es mirar a la historia precisamente como un relato donde la humanidad alcanza la promesa de la plenitud. Grandes relatos de la historia han sido el cristianismo, el marxismo, el iluminismo y el capitalismo, los cuales no han cumplido aún con hacer del mundo un lugar universalmente próspero. Si esto no queda muy claro, el filósofo José Pablo Feinmann lo explica brillantemente en el episodio “Los Posmodernos”, de su programa de divulgación Filosofía aquí y ahora. Para profundizar, sugiere la lectura de La Posmodernidad (explicada a los niños) del fenomenólogo francés Jean-François Lyotard (1924-1998).
Volviendo a la idea del historiador israelí, el relato liberal sería, en sus palabras, lo siguiente:
El relato liberal considera la libertad humana el valor más importante. Aduce que toda autoridad surge en último término del libre albedrío de los individuos humanos, que se expresa en sus sentimientos, deseos y opciones. En política, el liberalismo cree que el votante sabe lo que le conviene. Por tanto, defiende las elecciones democráticas. En economía, el liberalismo mantiene que el cliente siempre tiene la razón. Por tanto, da la bienvenida a los principios del mercado libre. En cuestiones personales, el liberalismo anima a las personas a que se escuchen a sí mismas, a que sean fieles a sí mismas y a que sigan los dictados de su corazón, siempre y cuando no vulneren las libertades de los demás. Esta libertad personal queda consagrada en los derechos humanos (p. 63).
Bien, todo eso es precisamente lo que no está funcionado como debería. En política el ciudadano elige más por emociones que por programas viables y lleva al poder a impresentables como Donald Trump o Jair Bolsonaro; en economía aplaudimos el crecimiento económico, pero a nivel de desarrollo aún hay enormes brechas sociales que están ocasionando descontento y manifestaciones; mientras que en el ámbito personal hay mayor alienación y aparición de burbujas que limitan nuestra empatía con grupos que piensan diferente a nosotros. Por estas y más razones que Harari desmenuza en su libro es que la humanidad ha ido perdiendo la fe en el relato liberal.
El problema es que mientras va desfalleciendo el relato liberal, la inteligencia artificial se presenta como mejor decisora de los dilemas humanos. En línea con su anuncio del dataísmo, Harari pronostica el rol que cumplirá la infotecnología y qué efectos causarán en nuestra política, economía, cultura y vida personal al depender cada vez más de ella. Harari no cree que algún día seremos dominados por robots rebeldes como en las películas, pero sí cree que la inteligencia artificial pueda llegar a suplantar al ser humano en aspectos esenciales.
De acuerdo con Harari, si la revolución industrial ocasionó despidos masivos de obreros para reemplazarlos con máquinas que realizaban con mayor eficiencia y productividad actividades físicas, lo mismo podría resultar con la inteligencia artificial en relación a las actividades cognitivas. Y aunque es posible que algunas profesiones desaparezcan para que surjan otras dedicadas a dar soporte y mejoras a la inteligencia artificial, al cabo de algunas décadas esta se haría más autónoma y endiabladamente compleja, lo que en consecuencia podría causar el surgimiento de una nueva clase social: la clase inútil. Y eso para referirnos solo al ámbito económico, porque el libro se asoma también en la política, la medicina e incluso el arte.
Harari afirma: “Los humanos siempre han sido mucho más duchos en inventar herramientas que en usarlas sabiamente” (p. 22). La infotecnología, por lo tanto, ya perfila un futuro no tan incierto. De hecho, en algunas naciones ya comenzaron a plantearse regulaciones al respecto. ¿Seguiremos hablando alegremente de innovaciones sin la menor crítica? Bienvenida la tecnología, pero atentos, muy atentos…
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Licenciado en Bibliotecología por la UNMSM. Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medio Ambiente y Salud por la Universidad Carlos III de Madrid. Contacto: cesar_023@hotmail.com
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César Antonio Chumbiaucahttps://www.revistaotlet.com/author/cchumbiauca/
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