Coordinadora de la Gran Biblioteca Pública de Lima recibió en agosto de este año el Reconocimiento Institucional Jorge Basadre de la BNP por sus 34 años de servicio profesional.
Liubenka Obrenovich Rojas es hija de un migrante yugoslavo y una peruana. Nació en Supe, en la provincia de Barranca, y creció escuchando las historias que su padre le contaba, como su travesía de Europa al Perú luego de haber sido prisionero de guerra durante la Segunda Guerra Mundial. Fascinada, leía mucho para cotejar los hechos narrados por su padre con la información de los libros.
Al terminar la secundaria, se trasladó a Lima. Por ese tiempo, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos comenzaba a ofrecer la carrera profesional de Bibliotecología. Liubenka postuló, pero ingresó al segundo intento. Así se integró a la base del año 1982, que tendría como profesores a Erlinda Chávez, Nelly MacKee, Ricardo Arbulú, entre otros. No eran tiempos donde estudiar fuera fácil. El contexto de violencia política y de terrorismo que vivía el país no ayudaba. Las clases se interrumpían con frecuencia y a veces había que estudiar fuera de la universidad para no perder el ciclo.
Aun así, los estudiantes aprovechaban los conocimientos que les impartían sus maestros. Liubenka se perfiló hacia una bibliotecología de carácter social, camino que seguiría hasta el día de hoy, desde que comenzó a trabajar como practicante en Cedro (Centro de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Drogas) y que mucho después la llevaría a dirigir la Gran Biblioteca Pública de Lima.
¿Qué recuerda de sus épocas como practicante?
Yo trabajaba en Cedro, porque desde el segundo año de bibliotecología busqué una práctica. Cedro iba mucho a comunidades y eso me abrió otro panorama de espacios de lectura. Ahí fui trabajando cosas de bibliotecas comunales y en la universidad presentaba proyectos sobre eso. Al terminar la carrera, seguí trabajando en Cedro, considerando obviamente que era una biblioteca especializada en drogas y comencé a trabajar atendiendo a los investigadores, pero siempre tenía esa disposición de ir a trabajar a las comunidades. Entonces, cuando iba a hacer una actividad, llevaba una cajita o una bolsita con libros. Así, mientras un compañero daba charlas sobre drogas a las señoras que iban con sus hijos, yo en un rinconcito los invitaba a leer los libros infantiles que tenía, que no había en Cedro, sino que me los conseguía de compañeras o de mi casa.
¿Quién era su jefa en ese entonces?
Una bibliotecóloga, Giuliana Mavila.
¿Qué aprendió de ella?
Aprendí mucho. Giuliana es una persona con mucha iniciativa. En ese momento ella también quería usar la tecnología porque me decía: “Así no vamos a avanzar”. El uso de la tecnología recién estaba empezando. Recuerdo que nosotros teníamos acceso a la National Library of Medicine (NLM) de los Estados Unidos y había un servicio que teníamos que pagar para llamar por teléfono y entrar a una base de datos para obtener el artículo que los médicos necesitaban. Y Giuliana promovió todo eso. Ese servicio que teníamos con la NLM era casi a diario porque cuando sacamos la nota en los periódicos, no sabes la cola que había de médicos solicitando esa información porque no la podían conseguir en otro lugar.
¿Y en qué momento pasó de hacer prácticas a liderar el Centro de Documentación?
Giuliana consiguió un trabajo y yo todavía era estudiante. Me dijo: “Liubenka, me voy de Cedro. Ya aprendiste y tienes toda la capacidad de liderar el Centro de Documentación. Vas a tener que estudiar y trabajar. Voy a hablar con el jefe y no creo que diga que no”. Y se dio. Como Cedro estaba en el jirón Sánchez Cerro (Jesús María), San Marcos quedaba cerca para mí. Me iba a estudiar todos los días hasta sacar mi bachiller. Felizmente en Cedro les gustó mi trabajo, así que continué por más de 30 años. Se me fue la mano.
¿Cuáles eran las fuentes principales a las que usted recurría para proporcionar información a sus usuarios?
Bueno, recurría a fuentes fidedignas como la CICAD (Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas); después las Naciones Unidas, que tiene un capítulo de drogas. También recurría a las fuentes de investigadores porque Cedro tenía un comité científico. Ese comité fue un gran apoyo para formar la biblioteca especializada y conseguir fuentes con información oficial. Eran tiempos sin internet.
Estuvo trabajando en el tema de la biblioteca especializada, pero luego realizó trabajo comunitario, ¿cómo se dio eso?
Bueno, más o menos en el año 95 o 96, Cedro comienza a tener proyectos con colegios y municipalidades fuera de Lima. Como ya había un antecedente de que en Lima yo iba con un poco de libritos para los niños, me propusieron formar espacios de lectura y yo dije: “Bacán, me encantaría”. Así fue como me dieron un pequeño presupuesto para comprar libros para ir formando bibliotecas comunales en esas zonas, que eran los mismos espacios de los colegios y los locales comunales, porque tú sabes que los líderes siempre tienen su local comunal para reuniones. Implementamos pequeños estantes con libros para que puedan hacer sus actividades de lectura, pero más iban niños, porque los padres recibían charlas de prevención de drogas. Nuestros usuarios permanentes eran niños y preadolescentes; docentes también iban a buscar información.
¿A qué personas capacitaba para brindar el servicio?
A docentes y algunas madres de familia que querían aprender y enseñarles a sus hijos a leer, porque me decían que no tenían ningún libro en sus casas. Yo les decía: “Vengan, aquí pueden leer sin ningún problema”. Mayormente eran docentes, que eran temporales, padres de familia y algún líder comunitario que identificábamos que podía atender con un monitoreo de parte nuestra.
¿Cuál de esas bibliotecas fue la que más destacó?
Hay una biblioteca en Ucayali, en una zona de la comunidad nativa. Ahí nosotros implementamos una pequeña biblioteca y esa asociación se interesó mucho en tener su biblioteca comunal. Luego mis viajes al Vraem (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro) permitieron que también implementara espacios ahí.
¿Se han abierto bibliotecas en zonas urbano-marginales?
Sí, por ejemplo, en Barrios Altos. Fue sostenible un buen tiempo porque incorporamos a los jóvenes a la biblioteca ya que las actividades artísticas iban acompañadas de la lectura. Como teníamos un equipo de Cedro bien cohesionado, coordinábamos todas, entonces ellas iban a su charla de prevención de drogas y nosotros íbamos a trabajar con los jóvenes en la organización de los libros y además les hicimos una guía de cómo usar las colecciones, cómo brindar el servicio. Barrios Altos fue una cosa que me impactó porque era una zona muy peligrosa.
Es un reto. Una vez me contaron de un bibliotecario que trabajaba en una zona urbano marginal y le robaron mientras iba a hacer su trabajo.
Son peligros que tienen que afrontarse. Yo siempre he dicho que cuando vas a una comunidad a implementar una biblioteca o un proyecto de lectura, lo primero que tienes que hacer es buscar e identificar a los actores locales en salud, educación y en programas sociales que conocen a la gente y que te pueden decir vaya por este lugar, yo le ayudo a organizar esto y lo otro. Eso es lo que yo siempre hacía: identificar qué actores locales hay en esa comunidad y reunirme con ellos para plantear el proyecto. Yo creo que teniendo esa base tu trabajo va a ser mucho más viable y tendrás más impacto.
Usted también estuvo llevando libros en la zona del Vraem.
Esa experiencia fue muy linda para mí, que la voy a llevar por siempre. Como te comentaba, Cedro comenzó a trabajar proyectos sociales de intervención en el Vraem, y en una reunión yo le dije a mi jefe: “¿Puedo ir con libros?” Me dijo: “Sí, puedes ir, puedes formar bibliotecas allá”. “¿Pero hay presupuesto?”-le dije. “Sí, pero no mucho” -respondió. En ese momento, como tengo muchos contactos en Colombia y en Chile, me contacté con una amiga mediadora de lectura y bibliotecóloga de Colombia, y le pedí ayuda para seleccionar buenos libros para el Vraem, porque le conté el contexto, que es una zona de conflicto, una zona donde nunca ha habido espacios de lectura. Entonces me mandó una lista por correo -ya en ese tiempo había internet- e íbamos seleccionando. Y yo traje a esa amiga a Perú, la trajimos por Cedro, y viajamos hasta el Vraem para dar talleres de mediación de lectura.
¿A quiénes se las daban?
A los jóvenes que estaban encargados de las bibliotecas y que estaban en los proyectos de Cedro; también invitamos a docentes, porque de alguna manera debían tener una intervención en las bibliotecas. Estuvimos dos días en Ayacucho y un día nos fuimos al Vraem. Pero mis viajes continuaron. Era un viaje que llegaba a Ayacucho y luego ocho horas en camioneta hasta el Vraem. Mi primera parada era en San Francisco, que es una zona pobre, muy pobre, y esa zona la divide el río Apurímac; de ahí entras a Quimbiri y Pichari, que tiene el canon. Ahí los distritos son un poquito más desarrollados. Recuerdo que el alcalde de Quimbiri me abrió todas las puertas. Me dijo: “Yo quiero tener una biblioteca, tengo el espacio”. Y lindo, porque era una casita de madera muy acondicionada. Él había conseguido un presupuesto para comprar libros, me imagino que del gobierno regional.
Además del trabajo de campo, Liubenka nunca dejó de capacitarse, incluso llegó a estudiar una maestría en Drogodependencia y Salud Pública. Más tarde, todos esos conocimientos y experiencia hicieron que fuera convocada para dirigir la Gran Biblioteca Pública de Lima desde mayo del 2021. “La gestión me llamó para que forme parte de su equipo y les dije que sí porque mi sueño siempre fue trabajar en la Biblioteca Nacional”, cuenta Liubenka.
Pero el contexto era el de la pandemia. En aquel entonces los ánimos estaban decaídos entre los trabajadores de la GBPL por la pérdida de familiares e incluso compañeros. Mientras tanto, había que adaptarse al trabajo remoto. Comenta nuestra entrevistada: “Incluso la Biblioteca Nacional dotó de equipos a varias personas porque algunos no tenían computadora, y nos reuníamos para ver cómo estaban o si tenían alguna tarea pendiente o capacitarlos en alfabetización informacional, porque mucha gente no sabía cómo conectarse al Zoom; también una psicóloga nos daba charlas a través de sesiones virtuales sobre cómo afrontar la pérdida de familiares y cómo manejar las emociones. Fue un proceso bastante largo y difícil para los trabajadores”.
Y así, a medida que iba pasando la pandemia, la directora de la Dirección de Desarrollo de Políticas Bibliotecarias de ese entonces, Fabiola Vergara, le dijo a Liubenka que la biblioteca no podía estar cerrada, que se debía hacer algo, y ella propuso implementar el servicio de préstamo a domicilio. “Eso significaba cambiar el reglamento de servicios que no permitía prestar ningún libro a domicilio. Me acuerdo de que un grupo de biblios ya había propuesto cambiar parte de ese reglamento, entonces lo adaptamos, lo revisamos, hicimos informes técnicos para sustentarlo y se aprobó”, recuerda Liubenka.
¿Qué posibilidades se abrieron con el nuevo reglamento?
La gestión recibió un préstamo de cuatro motos del Archivo General de la Nación. Esas motos podían llevar y recoger libros; obviamente, se respetaba todas las condiciones de salubridad porque en ese momento las vacunas no llegaban y los contagios iban en aumento. Y tuvo éxito ese servicio. Las motos llevaban los libros a domicilio o sino el usuario los recogía. De esa manera implementamos servicios no presenciales para que la biblioteca pudiera seguir funcionando y comenzamos poco a poco a abrir salas. Primero abrimos una sala para ver cómo nos iba, luego otra, pero siempre cuidando al personal.
A propósito del préstamo de libros a domicilio, ¿qué reparos existían antes? Me parece muy interesante eso porque en muchas bibliotecas públicas no se prestan los libros por el temor de que se puedan perder.
Mira, yo considero esa actitud o pensamiento tan negativo. Tú tienes que confiar en el ciudadano. Cuando empezamos a prestar los libros corríamos ese riesgo, decíamos vamos a perder libros, incluso dentro de la Biblioteca Nacional había personas que me decían: “Liubenka, te has metido en un lío tremendo”. Yo les decía: “Pero hay sustento, hay un reglamento con una resolución”. Y me replicaban: “Y si no te devuelven el libro, ¿qué va a pasar? Vas a tener problemas legales”. “Bueno -respondía-. Correré el riesgo”. Sin embargo, desde que empezó el servicio hasta ahora habremos tenido una pérdida de 10 libros, no más.
¿Cómo se responde cuando hay una pérdida de libros?
Esa colección que nosotros damos en préstamo son los segundos ejemplares. Nunca nos quedamos sin el texto original en la sala. Además, hacíamos seguimiento, teníamos una ficha computarizada donde registrábamos todos los datos de la persona y hay un equipo en ese servicio que se encarga de llamar a las personas para saber si van a renovar su préstamo cuando está por caducar. En ocasiones, cuando íbamos a recoger el libro, la persona no estaba; íbamos nuevamente, no estaba, se había mudado, entonces comenzamos a reparar qué libros eran, la mayoría eran segundos ejemplares y tú sabes que hay una ley, la ley del libro, donde hay un artículo que dice que puedes tener un 10% de pérdida sin perjudicar a la biblioteca ni a la persona que lo presta, porque estos libros no se consideran patrimonio como tal, patrimonio es lo que hay en San Borja. Pero, haciendo una estadística, no llegamos a esa cifra.
Una cosa es que un libro se pierda, pero sepas por dónde se fue; y otra cosa es que se pierda y nadie sepa quién fue el último que lo vio. Eso no puede pasar.
Exacto. Nosotros redactamos un pequeño informe indicando inclusive que, después de tiempo, hubo un par de usuarios que vinieron a la GBPL a devolver los libros porque habían estado de viaje y se disculparon. Por eso, desde el 2022, consideramos compras solamente para ese servicio.
Qué importante es eso, precisamente la GBPL debe ser modelo en servicios. Muchas bibliotecas públicas no son visitadas por los ciudadanos porque encuentran libros viejos y en un horario de oficina. ¿Qué recomienda para los servicios de una biblioteca?
Tener una colección actualizada que demanda la ciudadanía, para eso existen los estudios de usuarios. Si haces eso, ellos te van a decir qué preferencia tienen en la lectura. Primero debes tener tu colección actualizada, luego tener un equipo fortalecido con las habilidades, porque estos libros se prestan a través de un catálogo en línea, deben tener habilidades en manejo de tecnología. Lo segundo es que puedan difundir el servicio, toda biblioteca pública debe tener el servicio de préstamo de libros a casa porque de alguna manera estás promoviendo el acceso y fortaleciendo la lectura en la familia. Por ejemplo, cuando se llevan un libro nos dicen: “Yo leo en la noche con mi hijo el libro que ustedes me han prestado”. La colección infantil, juvenil y literatura son las colecciones que más se mueven; textos universitarios también, pero la colección que más se mueve, si te muestro la estadística, es la colección infantil.
Es que son libros muy caros. Los padres a veces no pueden comprarlos, entonces el niño se queda sin lectura. Es importantísimo ese tipo de colección. Luego tienen otro tipo de servicios como la sala para invidentes, que es un servicio bastante reconocido.
Esta sala tiene ya más de 20 años funcionando y también durante la pandemia se implementaron servicios de préstamo de libros en sistema braille y audiolibros, porque si te pones a ver la Biblioteca Pública Digital de la Biblioteca Nacional, allí hay audiolibros para personas con discapacidad visual. Lo que también hicimos fue trabajar todo un protocolo, una ficha electrónica para que estas personas con discapacidad visual se puedan registrar y el equipo que está liderado por Rosa Yataco lo que hacía era organizar la demanda y enviar los textos en braille o los audiolibros. En el Perú no hay una biblioteca pública que tenga ese servicio. Es un modelo.
¿Y cómo se sintió el día de su reconocimiento?
Muy emocionada porque no lo tenía presente, no sabía que la Biblioteca Nacional me iba a reconocer. Recién había habido un cambio de gestión y me mandaron la resolución por correo y yo dije ¿qué es esto? Me dijeron: “Hoy no puede faltar a San Borja porque va a haber un evento”. Así que fui y yo creo que el reconocimiento de Jorge Basadre, que fue un referente importante para todos los bibliotecólogos del Perú, tener ese reconocimiento con el nombre de la persona que formó la Escuela Nacional de Bibliotecarios, que hizo un esfuerzo enorme para que los bibliotecarios tengan un nivel profesional, es importante para todos nosotros, así que ese reconocimiento lo llevo también como un reto para seguir y para contarle a los bibliotecarios que hay muchas cosas por hacer en la comunidad, trabajar con los actores locales, intervenir en sesiones de lectura, diseñar proyectos. Mira, hacer proyectos pequeños de lectura no es difícil, es simplemente pensar a qué usuarios yo voy a atender, qué propongo y cuál es mi herramienta de intervención. Teniendo esas pautas para un proyecto yo creo que ya estás encaminado.
¿Qué le recomendaría a un joven bibliotecólogo?
Sal de tu zona de confort y enfréntate a la comunidad, enfréntate a esas cosas que te han llevado a este lugar, enfréntate a esas zonas vulnerables. No hay necesidad de tener un equipo grande ni mucho presupuesto. Esa comunidad de repente no tuvo las oportunidades, y si tú se las puedes brindar, entonces estás haciendo un trabajo importante.
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Licenciado en Bibliotecología por la UNMSM. Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medio Ambiente y Salud por la Universidad Carlos III de Madrid. Contacto: cesar_023@hotmail.com
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César Antonio Chumbiaucahttps://www.revistaotlet.com/author/cchumbiauca/
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Excelente entrevista. Gracias Liubenka por tanta pasión y entrega a las bibliotecas.
Los testimonios de Liubenka en esta entrevista nos ilustra el camino de una bibliotecaria y docente presente entre la especialización cuando se inició en CEDRO y el aporte a las bibliotecas comunales y públicas con una mirada hacia el ciudadano y las personas. Gracias por tanto, estimada Liubenka
Muy buena reseña de Liubenka Obrenovich una bibiotecologa que hizo con su trabajo y aporte en varias instituciones de diferentes especialidades, logrando muchos éxitos dejando una gran legado y huella para la nuevas generaciones.
Gracias por tanto apreciada Liubenka.
Merecido homenaje que recibió de la Biblioteca Nacional.