Entrevista
El desarrollo de colecciones en las bibliotecas ha sido puesto en cuestión por frases como la planteada por David Lankes: “Las malas bibliotecas sólo construyen colecciones. Las buenas bibliotecas construyen servicios (y una colección es sólo una de muchas). Las grandes bibliotecas construyen comunidades”.
Una posible respuesta a la —muchas veces mal empleada— frase de Lankes, sería: las bibliotecas no son buenas ni malas, son eficientes o ineficientes. Una biblioteca es ineficiente cuando no puede responder a las preguntas y requerimientos que se plantean a sus servicios. Para responder, de forma eficiente, con pertinencia y relevancia, es esencial desarrollar colecciones que sustenten a los servicios.
El viernes 13 de diciembre del 2013 conversamos con la doctora Carmen Villanueva, directora de la Biblioteca Central de la PUCP entre los años 1965-2013. En la entrevista se abordaron temas referidos a la historia de la biblioteca, el personal profesional en bibliotecología, la experiencia en arquitectura bibliotecaria; Edubanco y la Biblioteca Central de la PUCP, los inicios de la automatización, entre otros.
A continuación, publicamos parte de la entrevista a Carmen Villanueva en lo que corresponde al desarrollo de colecciones especiales en la Biblioteca Central de la PUCP. Resaltamos la importancia del desarrollo de colecciones especiales, labor que a través de los años ha demostrado dedicación, profesionalismo, continuidad, e institucionalidad en la PUCP.
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Me gustaría tocar el tema de la colección. Me interesan las colecciones especiales, por ejemplo, la colección del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas.
Esas actas, el gobierno militar nunca quiso que se conocieran. Lo que nosotros tenemos son los borradores de las Actas del Consejo de Ministros. Cuando llegó Morales Bermúdez al poder, como no querían que se conocieran, las quemaron todas (1); pero quien era el secretario del Consejo de Ministros era Arturo Valdés Palacio, quien hacía los borradores, se la llevaba a su casa, pasaba en limpio, entregaba el limpio y se quedaba con los borradores. Su esposa, una mujer muy interesante, Marita Valdez Palacio, que no era solo la esposa de Valdés, era una mujer con formación política, que siempre había trabajado sola o acompañada con él, como fuera, pero como política. Ella sabía el valor que tenía eso.
Cuando él (Arturo Valdés) estaba, creo que muy grave, necesitaban dinero y ella se acordó de Marcial (Rubio) (2), vino y le dijo que quería vender y Marcial le aceptó. ¡Al toque, era oro puro! Entonces me llamó y me explicó, luego vino ella y conversó conmigo; muy simpática, y me mandaron las cajas, que no solo son las actas, también tienen todos los documentos que se hicieron para que los ministros se enteraran de las cosas, o los planes, además había una serie de informes estadísticos, informes de provincias. Ella lo trajo todo.
Marcial me dijo: “Mira, Carmen, si se entera el ejército que lo tenemos, capaz que nos lo quema también, o sea que tú, bajo siete llaves”.
Lo que hicimos, además de no ponerlo en el catálogo, fue sacar copias, digitalizadas, fotocopias, de todo tipo y las repartimos en todas las bibliotecas, incluido Riva Agüero y les dijimos: “Bajo siete llaves, esto no sale, pero por si acaso descubran una, quedan como ocho”.
Eso hicimos, hasta que finalmente comenzaron a llegar gente que parece que algo sabía —pero después de años, ah— a pedir verlas porque estaban trabajando. Gente de Japón vino, entonces llamé a Marcial y le digo: “Oye, está viniendo gente, ¿qué hago?”. “Ya —me dijo—, ya no importa, ya sácalas nomás”. Las sacamos y ya están en el catálogo y eso ha sido el origen y el por qué, durante un montón de años, no se supo que las teníamos.
¿Y el archivo Sabroso?
Ya, eso lo compró Enrique Bernales cuando era decano, hace muchísimos años, de la Facultad de Ciencias Sociales y se dedicaban a asuntos laborales. No sé si fue a través de un alumno o de quién fuera, pero se enteraron de que la familia de Arturo Sabroso estaba vendiéndola. Voló Enrique y lo compró.
El archivo estuvo muchos años en el centro de documentación, que no nos pertenecía en aquella época. No contrataron bibliotecario y comenzaron con exalumnos, que sabían mucho del tema, pero no sabían cómo ordenar las cosas. Estaba ahí, pero no se podía usar, nadie sabía lo que había dentro. Hasta que contrataron a Piedad Pareja, una historiadora, y los historiadores son un poco más sistemáticos. Ella empezó a buscar y a buscar y ¡maravilla de maravillas!, encontró el catálogo de Sabroso, que era un hombre ¡tan ordenado!, absolutamente increíble, yo creo que esa persona debió ser, por lo menos, director de la Biblioteca Nacional o del Archivo (Archivo General de la Nación). Qué persona más ordenada, sistemática. Él había hecho una especie de esquema de clasificación de todos sus documentos. Piedad encontró eso y dijo: “Acá está”, y comenzó a ponerlos en orden y salió perfecto.
Después de eso, cuando estaba todo en orden, contrataron a Alejandra Ciurlizza, que era exalumna de sociología. Alejandra coincidió con algunos ingleses y ganó una beca para ir a Sheffield, ahí aprendió una serie de cosas, regresó, estuvo trabajando en el centro de documentación y luego se fue a este organismo económico, Alide.
Cuando trajeron el centro de documentación, notamos que Alejandra puso como esquema de ordenamiento un tesauro, pero el tesauro no es para eso, es para recuperar, que es otra cosa, entonces no funciona adecuadamente; y peor cuando se ha automatizado, porque entonces cuando alguien pregunta: “¿Qué cosa tienen ustedes sobre el F 3524?”. Ahí no hay, pues, es otro código, lo cual dificulta mucho la recuperación. Están condenados a que esa colección tiene que reclasificarse por completo, de acuerdo con el mismo sistema de todas las demás colecciones.
La colección del Gobierno Revolucionario se ha salvado de la quema y la colección Sabroso se ha salvado de la persecución.
De la persecución y de la desaparición. Parece que la familia no tenía gran idea de lo que había significado Sabroso; entonces ellos estaban dispuestos a venderlo a quien fuera. Enrique corrió realmente a recogerlo, porque parece que lo tenían casi todo afuera, a ver quién se lo lleva.
Volvamos a la institucionalidad. Si no hay instituciones como esta, hoy no serían accesibles y la accesibilidad permite nuevas investigaciones. ¿Se puede saber cuánto costaron estas colecciones?
No sé cuánto pagó Marcial, tengo la impresión de que fueron varias decenas de miles de dólares, creo. Por Sabroso —ya hace tantísimos años—, creo que Enrique Bernales pagó 30,000 soles.
Además, eran épocas de crisis.
¡Exacto! Y además 30,000 soles era otra cifra de la que puede ser hoy. Después, el rectorado ha comprado colecciones muy valiosas que no afectaron mi presupuesto. Nunca, siempre era presupuesto especial, por ejemplo, compró muchos de los documentos de Enrique Camino Brent, porque su hijo era profesor de acá, el doctor Camino; después compró a David Colmenares (3), que era un vendedor de libros muy bueno, yo le compraba constantemente. Gran parte de la colección de periódicos y documentos antiguos que tenemos se lo hemos comprado a él, pero él tenía una colección muy grande que estaba valuada en 300,000 dólares. Le dije: “Mira, David, no, olvídate, no voy a ir a la universidad a decirles denme 300,000 dólares para comprar tus libros, no, ni hablar”.
Entonces él fue a hablar con Salomón Lerner —muy comprensivo para estas cosas, porque él los libros y el material bibliográfico los adora, otro rector que tuvimos, maravilloso para esto— e hicieron un trato. Gran parte de la colección muy valiosa que tenemos en colecciones especiales, desde libros europeos hasta libros latinoamericanos del siglo XVI. Cosas muy valiosas. Negociaron que le fueran pagando por partes. Los libros vinieron acá directo, pero a él se le pagó creo que mensualmente.
◎ Colecciones especiales
Es interesante que las autoridades entiendan que eso le da valor a la universidad.
Sí. Se han ido comprando, poco a poco, cosas con Barletta (4), que también vende cosas muy interesantes, él ha vendido la memoria Prado, parte, porque los Prado la dividieron y cada uno se llevó un pedazo; alguno de ellos ubicó a Barletta y le dio para que vendiera. Barletta comenzó a traer, pero no me dijo qué era, pero yo comencé a ver medio raras las fechas. De repente, me llegó una memoria del general Prado cuando era presidente; preciosa, encuadernada con el escudo del Perú que decía: “Memoria, ejemplar del presidente Prado”, entonces dije: “Oye, esto es la memoria Prado”. Dijo: “Sí, es la memoria Prado, pero es una parte”. Una parte está en la (Biblioteca) Nacional porque los descubrieron cuando se estaban vendiendo afuera.
Los Prado tenían la casa de Chorrillos, una casa muy antigua, de salones muy grandes, que ya nadie ocupa. Recuerdo haber ido con Sanseviero, quien sabía qué tenían, o habían tenido, mejor dicho, porque ya los herederos habían sacado las cosas más valiosas. Cuando la familia se encargó, no tenían idea. Los libros estaban en unos estantes antiguos de madera, una mesa muy grande y allí había libros.
A mí lo que me preocupaba era la colección de folletos que había, porque una de las cosas más difíciles y valiosas son los folletos. Los folletos se pierden, porque son efímeros, pero no había manera de saber qué había ahí. Había unos forados enormes en la pared de afuera, o sea que por ahí entraba y salía gente, seguramente a vender por kilos las cosas. No había pues ya más que eso y alguna araña del techo y nada más.
Entonces Sanseviero entró y dijo: “¿Dónde está la crónica tal?, ¿dónde está la crónica tal?”. Y estaba Ignacio Prado, él fue el que nos llevó para conocer, y dijo: “No, eso ya está en la caja fuerte de la familia”. O sea que las cosas súper, súper valiosas, ya no estaban.
Pasó el tiempo y apareció Barletta. Ya habían dividido. Una parte de alguien de la familia la habían querido vender al extranjero y los cogieron en la salida del aeropuerto. Me cuentan que eso salió en los periódicos y lo entregaron a la Biblioteca Nacional, decomisado. Otra parte parece que la vendieron en Lima, y otra parte la tenía Barletta, ahí compramos nosotros muchas cosas.
Entonces comencé a tener de mi presupuesto, una parte que le llamaba colecciones especiales, que era una cantidad más o menos buena, con eso compraba esos libros antiguos que iban apareciendo.
Visto desde fuera, a ustedes les tienen más confianza que a la Biblioteca Nacional.
Desgraciadamente sí, y eso hace poco lo hemos visto con Szyszlo. Szyszlo era, por parte de su madre, pariente de Valdelomar, yo no sabía. Un día nos visita Szyszlo y me dice: “Mire, acá le traigo esto”, y trajo un montón de papeles de Valdelomar, y creo que de Vallejo también, el pasaporte de Vallejo con todos los sellos por donde fue pasando, todo lo tenemos nosotros. Yo lo recibí y le agradecimos, lo pusimos todo en orden. Hace poco lo entrevistó no sé quién en la televisión, estaban hablando de ese tipo de cosas y entonces él habló de la (Biblioteca) Nacional. Yo no sabía que una primera parte de Valdelomar él la había llevado a la Biblioteca Nacional, y dice que después de un tiempo regresó para ver sus documentos y nadie sabía dónde estaba. Entonces, naturalmente, creo que, con razón, dijo: “¡Cómo regalo una cosa que es de mi familia y desapareció!”. Luego agregó: “Por eso ahora he entregado todo a la Católica donde está muy bien cuidado” (5).
El mismo Mejía Baca.
Ah, sí, eso fue trabajo fino de Luis Jaime Cisneros.
Conversando con Mejía Baca le dijo lo que pasaba con los papeles de Martín Adán y Cisneros la pescó al vuelo. Mejía Baca ya había sido director de la Biblioteca Nacional y le dijo que no estaba muy seguro, y Cisneros le dijo: ¡La Católica, la Católica!”. Yo te garantizo que no sé cuánto.
Vinieron y los hicimos ver. Hicimos muy buena amistad después con Mejía Baca y con su esposa inclusive. Un día me dijo: “Ya, Carmen, véngase a mi casa, pero véngase con una camioneta”, porque tenía todos los papeles de Martín Adán en unos sacos de este tamaño, metidos aquí y amarrados, cuando vi: “¡Dios Santo, qué es esto!”.
Y, efectivamente, cargamos todo, nos lo trajimos, y eso sí lo hice yo personalmente, porque además de ser un material ¡tan lindo! ¡tan bonito para trabajar! Dije: “¡Eso lo hago yo!”. Y le hice un catálogo, documento por documento. Cómo empezaba, qué características tenía, sobre qué estaba escrito, todo eso. Después se hizo la entrega formal, vino Mejía Baca, estaba el doctor Tola y le encantó el catálogo y ver que todo estaba puesto en su plástico especial. Se quedó muy contento, ahí ya hicimos mucha amistad y él, con frecuencia, llamaba.
¿Y la colección Hernández?
La colección de Luis Hernández en parte es original, en parte es copia, porque lo conseguimos a través de contactos de quienes han sido profesores acá o alumnos. Fue a través de Roberto Criado que era profesor, un psiquiatra muy aficionado a todo lo que era arte, literatura, y había sido amigo, sobre todo, de Max Hernández, el psiquiatra.
Había, en ese entonces, un profesor muy bueno, bastante joven: Luis Vargas. Roberto tenía algunas cosas, Max Hernández dio otras. Lo que no se tenía, se le sacó copia perfecta, que parece original. Alguna vez hicimos la exposición y nos dijeron: “¿Por qué ponen originales?”. Pero no eran originales. Con Martín Adán nos ha pasado lo mismo.
Luis Vargas, no sé por dónde, hizo el contacto y encontró lo que después publicó como los Poemas del ropero. Averiguando, averiguando, encontró un roperito en el que Luis Hernández había escrito algunos poemas y los había pegado. Entonces él compró el roperito y nos trajo el ropero completo.
Ha habido mucha colaboración. No ha sido que la biblioteca esté siempre pendiente. Las grandes cosas que nos han llegado han sido porque autoridades, alumnos, profesores, han estado atentos, pero sí ha habido ese sentido de institucionalidad, nadie lo ha comprado para ponerlo en su facultad, todo lo han mandado a la biblioteca, eso ha ayudado muchísimo.
Notas
(1) Las actas no fueron quemadas, como se creía, eran inaccesibles. Mediante convenio entre el Despacho Presidencial y la UNMSM, y gracias al financiamiento de Hoover Institution Library & Archives, hoy se pueden consultar las Actas del Consejo de Ministros de los sucesivos gobiernos desde diciembre de 1939 hasta julio de 1990. (Cedoc)
(2) El general Arturo Valdés Palacio fue miembro fundador del Partido Socialista Revolucionario (PSR), partido al que también pertenecían Marcial Rubio y Enrique Bernales.
(3) David Colmenares Samyui era graduado de la especialidad de Historia de la PUCP y gerente general de la empresa Ex Libris S.A.
(4) Roberto Barletta Villarán. Graduado en Derecho en la PUCP, anticuario y coleccionista de libros.
(5) Se puede escuchar a Fernando De Szyszlo declarando, el 5 de diciembre del 2012, sobre el tema de los documentos donados a la Biblioteca Nacional y la biblioteca de la PUCP. (YouTube, minuto: 07:37)
Imagen destacada: 1982. Retrato de Carmen Villanueva Villanueva, directora de la Biblioteca Central. Créditos: Repositorio Institucional PUCP.
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Licenciado en Bibliotecología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos - UNMSM.
Apreciado Orlando: Muchas gracias por la super interesante entrevista a la doctora Carmen Villanueva. Tantos temas tratados y tanto cuidado en conservar documentación para la investigación en humanidades. Gracias