Eran los años setenta cuando la licenciada en Educación Secundaria con especialidad en Literatura y Castellano por la PUCP, Aurora de la Vega, viajó a Canadá para seguir una maestría en Educación. Ahí llevó un curso sobre referencias y materiales de información dictado por un bibliotecólogo australiano con grado de doctor, quien dejaba tareas curiosas como averiguar las dimensiones de la nariz de la Estatua de la Libertad o cuánto valía una pinta de cerveza en 1885. “El profesor sabía mucho y sus clases eran encantadoras; nos daba risa y al mismo tiempo nos obligaba a buscar. Así le fui cogiendo el gusto”. Cuando De la Vega volvió al Perú, siguió el diplomado en Sistemas de Información organizado conjuntamente entre la PUCP y el Gobierno Británico, e ingresó a trabajar en la Unidad de Bibliografía y Referencia del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo de la Educación (Inide). Más tarde, la doctora Carmen Villanueva, directora de la Biblioteca de la Universidad Católica, la invitaría a formar parte del equipo que fundaría la especialidad de Bibliotecología y Ciencias de la Información en dicha casa de estudios, siendo enviada a la Universidad de Gales para obtener el grado de Magister in Scientia Bibliothecaria. Hoy es una destacada docente.
Para crear la Escuela Nacional de Bibliotecarios, Basadre importó desde Estados Unidos las técnicas bibliotecarias de su tiempo; décadas después, usted fue enviada a Gran Bretaña con el fin de cursar una maestría y coordinar la fundación del programa de Bibliotecología y Ciencias de la Información en la PUCP. ¿Encontró en los años 80 alguna diferencia entre la bibliotecología inglesa y la americana?
El modelo que en realidad llegó a América Latina es el modelo anglosajón. La bibliotecología norteamericana tiene mucho de la impronta británica y como varias de las escuelas de bibliotecología tuvieron el apoyo de la ALA (American Library Association) y de otras organizaciones de Estados Unidos, creo que también han repetido el modelo. Sobre cómo es en otros países, en Francia o Alemania, no conozco, pero como te digo, lo que ha ocurrido mayormente en América Latina es que se ha seguido el modelo norteamericano.
¿Qué novedades encontró en la Universidad de Gales?
Yo fui con un propósito determinado: que a mi regreso pudiéramos contribuir a la creación de la carrera en la Universidad Católica; entonces mi disertación de maestría fue, precisamente, construir un modelo de plan de estudios con una base teórica para la cual tuve que revisar mucha bibliografía acerca de la historia de la bibliotecología en América Latina y otras fuentes que me ayudaron a pensar en un plan que insertara lo que se necesitaba aquí, de acuerdo con el nivel en que nos encontrábamos, y de lo que podía recoger de la experiencia británica. Recuerdo que en mi disertación aparece la necesidad de que en el Perú existan estudios de bibliotecología a distancia porque el centralismo peruano es muy grande y se nota también en la bibliotecología. A pesar de los años que han pasado, solamente hay dos escuelas y ambas están en Lima.
Solo dos escuelas…
Nosotros tuvimos en la PUCP la buena experiencia de hacer un diplomado, primero presencial y después virtual. Logramos que muchos bibliotecólogos que querían actualizar sus conocimientos o también personas ya graduadas en otras disciplinas, que se encontraban frente a bibliotecas o laborando en ellas, pudieran especializarse en nuestro campo. Recibimos a gente de Chiclayo, Cajamarca, Arequipa, Lambayeque, pero en los últimos tiempos recibimos a personas de Lima. También recuerdo a gente de Venezuela, Chile y Ecuador.
¿Quiénes fundaron la especialidad de Ciencias de la Información?
Fueron fundadoras la doctora Carmen Villanueva y también Juanita Jara, quien trabajó muchos años en el Banco Continental y que también había estudiado, si mal no recuerdo, el posgrado en Gales. Ambas fueron docentes. Ellas comenzaron y luego yo continué el asunto. En 1986 empezó oficialmente la carrera ya con el flamante nuevo plan de estudios de esa época. Mira tú cuántos años.
¿Y en todos estos años qué es aquello que más se anheló y se ha logrado y qué es aquello que más bien no se pudo?
Lo que hemos deseado es que la especialidad pueda tener un conjunto de graduados que estén trabajando, que destaquen en su campo y que tengan curiosidad intelectual suficiente. Tenemos un buen grupo de alumnos que han hecho maestrías, sea en el mismo campo o en otras áreas. Es un orgullo contar con ellos. Algo que me hubiera gustado es que la carrera se extendiera a otras zonas del país, porque esa ausencia de bibliotecólogos fuera de Lima hace que todavía nuestra carrera no tenga una presencia más fuerte. Eso sí me preocupa, me apena y, ciertamente, espero que en las próximas generaciones eso cambie. Creo que en alguna oportunidad se hizo un diplomado en Cuzco y otra se iba a hacer —o se hizo— en Piura o Lambayeque, pero no ha quedado rastro. La experiencia no ha sido documentada.
Porque escribimos poco…
Podemos tener excelentes experiencias, pero no las documentamos, no las sistematizamos como para compartirlas e inspirar a otros. Hay experiencias muy bonitas que antes eran documentadas por el CIDAP[1] que, en los años 90, tenía un gran interés por la educación popular, y cuando se habla de educación popular inmediatamente se piensa en biblioteca popular. Ellos le dieron impulso y convocaron a reuniones aquí y fuera de Lima. Lamentablemente, eso ya pasó; pero sé que existen todavía bibliotecas populares que han realizado eventos en Arequipa, Lima y otros lugares. Tenemos además un exalumno, Alan Concepción, que está interesado en hacer el seguimiento de ello y está muy motivado. Tiene vocación social. Aquello podría constituir material para investigar y publicar. Tarea también trabajó mucho el tema de bibliotecas populares.
¿También era una ONG?
Claro. Tarea hizo eventos interesantes sobre bibliotecas populares y publicó un libro. Recuerdo que fue impreso con mimeógrafo, pero era un libro muy simpático donde intervino gente de bibliotecas populares de todo el país, incluso estuvo ahí la señora Carmen Checa y el coordinador de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, Alfredo Mires Ortiz, todo un personaje, quien recibió hace poco un reconocimiento como “Personalidad Meritoria de la Cultura”. En Bibliotecas Rurales de Cajamarca estuvieron también nuestras exalumnas Gabriela Hidalgo y Teresa Terrones, quienes permanecieron un año cada una para realizar su tesis.
A propósito de las bibliotecas populares, hace poco ocho técnicos de una compañía de telecomunicaciones fueron secuestrados por pobladores de Huancavelica para evitar la supuesta instalación de antenas 5G que, creían, transmitiría el COVID-19. Este miedo nació a partir de información falsa que encontraron en internet. Debido a eso, ¿no le parece que la alfabetización informacional podría convertirse en el caballo de batalla para revalorar la función de la biblioteca pública?
Las bibliotecas públicas siempre han sido sumamente importantes, lo que pasa es que en nuestro país no es tradición consultar la biblioteca. Siempre menciono que somos una cultura con una alta oralidad; antes que buscar en un libro, tenemos más la costumbre de preguntar a una persona. Me acuerdo de un profesor que decía que, en el Perú, cuando uno toma un taxi, el taxista puede no conocer el sitio, pero le dice a uno: “Usted me orienta”; en cambio, un taxista en España tiene su guía de calles en la guantera, así que no le va a decir eso porque él ya buscó. Sobre el caso que comentas, es bien delicado el asunto, por eso la alfabetización informacional tendría que expandirse a mayor cantidad de gente, no solo de parte de nosotros, sino también de parte de la escuela con los maestros. De hecho, en educación hay mucha gente que está metida en el asunto, que quizás no conoce el término alfabetización informacional, pero sí el de competencias informacionales y competencias digitales.
Es un tema de inclusión social.
Por supuesto. Ahora lo curioso es que la ley de municipalidades obliga a todas a tener biblioteca, pero no dice de qué forma, en qué situación, simplemente dice biblioteca pública, así como dice mercado. Entonces me parece que los gobiernos locales no ponen tanto empeño; algunos sí, como el de San Borja, y otros inclusive tienen bibliotecólogos, pero la mayoría no. Y si estamos hablando de Lima, donde solo una minoría tiene una buena biblioteca pública, imagínate cómo estarán las demás… Siempre digo que la rentabilidad que tiene la biblioteca pública es una rentabilidad social; se gana muchísimo socialmente.
Con la aparición de las cabinas de internet y luego la red móvil, el papel que cumplía el bibliotecario como mediador se ha ido perdiendo.
Según Ortega y Gasset, el bibliotecario es el intermediario entre el vendaval de información y el lector. Pero la biblioteca tiene que reinventarse, como dicen ahora y está tan de moda, precisamente aprovechando las tecnologías. Eso no es tan posible en nuestro país por lo mismo que muchas bibliotecas públicas ni siquiera tienen internet. Esa es una de las grandes limitaciones para responder a las necesidades de información confiable sobre asuntos como la pandemia. Otra cosa que quería mencionarte es que la IFLA tiene ahora bastante información sobre iniciativas que, al iniciarse la cuarentena en los diversos países del mundo, las bibliotecas han empezado a poner en concreto para seguir prestando ayuda al público. Vi que tienen cuentos para niños con permiso de los derechos de autor y charlas virtuales sobre cuestiones relacionadas a la salud, guías temáticas, investigaciones y recomendaciones. He visto además que varias bibliotecas tienen protocolos para cuando se abran. Sé que la Biblioteca Nacional del Perú también está difundiendo una serie de charlas interesantísimas con motivo del Bicentenario.
Se dice que el ideal de la educación como una forma de liberar al ser humano ha fracasado porque estaría formando únicamente empleados, personas que van a terminar en una oficina. Y digo esto porque muchos colegas, y me incluyo, terminamos trabajando en empresas y universidades privadas porque nos pueden asegurar cierta calidad de vida; no obstante, son pocos los que se animan a trabajar en una biblioteca pública. ¿Serán realmente las condiciones o será que somos profesionales pasivos?
Pienso en lo primero. Es muy probable que las condiciones no sean las más ideales para un profesional. No sé cuál es la escala de sueldos para un bibliotecario en una biblioteca de un gobierno local, pero me da la impresión de que no es el sueldo que debería recibir un bachiller o licenciado. Pensar en lo otro… Me niego a pensar en ello a pesar de que, es cierto, la educación ha perdido algo de lo que antes se llamaba formación integral, de hecho, el tema de las humanidades está sufriendo cierto desprestigio, incluso a nivel internacional. Preparar en la universidad para un empleo no creo que sea lo ideal, pero eso puede estar ocurriendo. Cuando en la actualidad se dice que las humanidades estorban o que no sirven, me acuerdo del filósofo y lingüista Nuccio Ordine, que tiene un ensayo excelente que se llama La utilidad de lo inútil, una apología sobre cómo las humanidades pueden convertir a la persona en un ser íntegro. Lo ideal sería que las condiciones cambiaran para que se pudiera contar con bibliotecólogos en todas las bibliotecas públicas. Ahora, nos podríamos horrorizar de saber que muchos encargados de bibliotecas fuera de Lima no son profesionales, pero también deberíamos decir cuántos produce la carrera para ocupar todas esas bibliotecas, que es el otro lado de la moneda.
En bibliotecas escolares también…
Es otro tema por investigar, por ejemplo, cómo están las bibliotecas escolares de los COAR (Colegios de Alto Rendimiento). Conversé en una oportunidad con la doctora Rosalía Quiroz y me dijo que la mayoría de ellas estaba a cargo de bachilleres o licenciados de San Marcos, lo cual me alegró mucho porque son profesionales. También había un exalumno nuestro. Supe que estaban bastante mejor que en cualquier biblioteca de un colegio estatal. Son colegios que en cierto modo son privilegiados. Me encantaría recoger información para tener una idea clara de cómo están sirviendo sus colecciones y el personal calificado. Creo que también tienen un mejor sueldo. Aunque, como repito, son colegios privilegiados.
Cambiando de tema, como tengo entendido que dicta el curso de Deontología, quisiera hacerle una pregunta que tiene que ver con la plataforma Sci-Hub. Cuando hay un privilegio para pocos, que está basado en un abuso sistemático, produce en consecuencia un acto de rebelión o ilegalidad; así, en nuestro terreno profesional, viendo que algunas editoriales académicas de gran prestigio tienen un sistema que restringe el acceso al conocimiento, una plataforma como Sci-Hub, que finalmente es una plataforma de uso ilegal, representa a su vez una rebelión. ¿Qué opinión tiene al respecto?
Supe que la creadora de Sci-Hub, Alexandra Elbakyan, había sido multada con 15 millones de dólares, pero nunca los ha pagado porque esa norma no aplica en su país. El dilema está entre el respeto a la propiedad intelectual y el derecho a la información y el conocimiento. No creo que a los autores les incomode; la incomodidad debe ser para las casas editoras. Son ellas las que entablan los juicios por el derecho que tienen sobre los artículos que están en sus revistas. Estuve revisando y veo que sigue teniendo bastante salida esa información porque hay cierto derecho, particularmente, para los países que no tienen acceso a bases de datos que son sumamente caras; si no fuera por bibliografía que descargan de Sci-Hub, no tendrían acceso a lo último del conocimiento. Pero, como tantos otros asuntos que se debaten públicamente y no llegan a un consenso, el único consenso es que se trata de un tema polémico, que habrá siempre intereses de un lado y del otro, pero ciertamente Sci-Hub sigue floreciente; incluso he visto una estadística sobre de dónde provienen las descargas, y son de todas partes del mundo, inclusive del mundo más desarrollado.
Por otro lado, no sabía decir exactamente si la bibliometría o la cienciometría son propiedad exclusiva de las ciencias de la información; me ha sorprendido saber que hay profesionales de otras áreas que dominan temas como el factor de impacto, la vía dorada, la verde…
Sí, hay mucha gente que ahora conoce bastante del tema, mayormente del área de ciencias de la salud porque las revistas científicas en ese campo tienen un gran protagonismo, no tanto en las ciencias sociales y las humanidades, pero en ciencias puras, exactas y naturales sí, por lo mismo que escriben y están muy interesados en los rankings; saben bastante, a veces más que muchos bibliotecólogos. Particularmente, veo que la gente de la Universidad Peruana Cayetano Heredia conoce mucho.
También habrá notado que hay un cansancio, como si hubiera un sistema opresivo que obliga a investigar más por obtener puntajes o mantener un puesto que por el simple gusto de descubrir cosas nuevas. ¿Cómo ve esto ya que usted, además de ser docente, es investigadora?
Hay muchas críticas a los métodos de medición de la producción científica, incluso con manifiestos internacionales, críticas con razón. Acuérdate del lema “Publicar o perecer”, ya que desde hace varios años pende sobre la cabeza de los científicos y los académicos el tema de los rankings universitarios para ver quién pública más y dónde, si son revistas prestigiosas, si es en inglés o castellano, etcétera. Es un tema debatido donde destaco la participación de algunos autores como Jean-Claude Guédon, de la Universidad de Montréal, o Ana María Cetto, porque con ello va el problema de la poca visibilidad que tiene la producción científica latinoamericana en las grandes bases de datos. Sé también que aparte de los sistemas latinoamericanos o iberoamericanos de indización, hay unas conferencias sobre revistas de humanidades y ciencias sociales, las CRECS, que se realizan desde el año 2011 y donde se debaten justamente esas cuestiones. Es cierto que las realidades entre el hemisferio norte con el hemisferio sur son muy diferentes, pero de alguna manera ser solidarios con la propia región y tener sus propias conferencias, debatir los temas comunes, nos puede fortalecer más todavía.
[1] Centro de Investigación, Documentación y Asesoría Poblacional
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Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medio Ambiente y Salud por la Universidad Carlos III de Madrid. Licenciado en Bibliotecología por la UNMSM. Áreas de interés: periodismo científico, repositorios institucionales e industria editorial. Contacto: cesar_023@hotmail.com