Parece que cada vez más los políticos son menos cultos y brillantes. No importa si el hombre o la mujer que se dedica a la política es de derecha o de izquierda. Lo que importa es que tenga criterio para escuchar lo sensato de ambas partes, y para eso leer ayuda mucho, porque la lectura de alguna manera siempre nos cuestiona. Aunque tal vez a los políticos de hoy en día ni siquiera les importe ni las ideologías y mucho menos su país. Solo les gusta vivir y sentirse como unos reyezuelos.
Cuenta Mario Vargas Llosa en La Civilización del espectáculo que el Parlamento elegido en 1956 fue el más brillante de todos los tiempos en el Perú. “No exagero si digo que en aquellos años los más eminentes profesionales, empresarios, académicos y científicos se sintieron llamados a intervenir en la vida pública, incitados por una voluntad desinteresada de servir al Perú. Ello se reflejó en el Parlamento de 1956. Desde entonces el país no ha vuelto a tener una Cámara de Senadores y una Cámara de Diputados de la calidad intelectual y moral de las de entonces”. (Alfaguara, 2012, p. 132).
Los últimos presidentes respetables que hemos tenido fueron hombres leídos: Fernando Belaúnde Terry, Valentín Paniagua, Francisco Sagasti. También era muy leído Alan García, que tenía ricas conversaciones y de quien se podía aprender cosas muy interesantes, pero siempre resultó sospechoso. Leer puede que no nos haga necesariamente buenos, pero tontos nunca.
Ahora nos gobierna Dina Boluarte, quien ha sido acusada de plagio por un libro en el que es coautora. La presidenta se ha limitado a decir que no se trata de un libro, sino de un texto monográfico, porque nunca tuvo la intención de ser comercializado, aunque sí lo incluyó en su hoja de vida. Los periodistas se preguntan si un texto monográfico catalogado por la Biblioteca Nacional no es acaso un libro. Sea lo que fuere, como en la elaboración del texto han participado varios autores, la presidenta se ha defendido señalando que ella se limitó a compilar normas legales.
Ojalá tuviéramos un presidente como Barack Obama, que es un gran lector y siempre supo valorar a los bibliotecarios. Para muestra, ¿ya leyó la bellísima carta que escribió para los bibliotecarios de los Estados Unidos, alentándolos a continuar con su trabajo porque forja las bases de una democracia saludable? Aquí un pedacito:
“Nadie entiende eso mejor que vosotros, los bibliotecarios de nuestra nación. En un sentido muy literal, están en la primera línea, luchando todos los días para que la más amplia gama posible de puntos de vista, opiniones e ideas estén disponibles para todos. (…)
Y no se trata solo de libros. Ustedes también proporcionan espacios donde las personas pueden reunirse, compartir ideas, participar en programas comunitarios y acceder a recursos cívicos y educativos esenciales. (…)
Y hacen todo esto en un clima político difícil donde, con demasiada frecuencia, son atacados por personas que no pueden o no quieren comprender el papel vital y verdaderamente estadounidense que desempeñan en la vida de nuestra nación. (…)
Así que ya sea que recién hayan comenzado a trabajar en una biblioteca escolar o pública, o que hayan estado allí durante toda su carrera, Michelle y yo queremos agradecerles por su inquebrantable compromiso con la libertad de leer”.
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