

Junto a la salud y la economía, la educación fue otro de los sectores más golpeados durante la pandemia. En el transcurso del año próximo, profesores y estudiantes volverán a la presencialidad, así que en este informe nos gustaría llamar la atención sobre un espacio vital en la formación de los futuros ciudadanos: la biblioteca escolar. En esta ocasión, apuntamos a los colegios públicos.
El 18 de marzo de 2021, una noticia informaba que siete niños en Piura habían desaparecido a causa de un huaico en el distrito de Canchaque, provincia de Huancabamba. Los medios decían que los niños habían cruzado el río para buscar señal de internet en un cerro. Era lo que hacían muchos niños en zonas rurales con el afán de cumplir sus tareas. Hubo entonces gran preocupación. Si la noticia se confirmaba, la pena, el fracaso, la indignación y el escándalo pesarían sobre un sistema educativo lleno de postergaciones. Afortunadamente, los niños se encontraron a salvo, pero la realidad nos advertía de posibles desgracias.
En el contexto de la pandemia, las escuelas han jugado su partido más difícil. Cuando apenas empezaba el estado de emergencia nacional, solo el 7% de los estudiantes de secundaria del grupo más vulnerable en el Perú tenía acceso a una computadora, según La educación en tiempos del coronavirus, reporte publicado en mayo de 2020 por el Banco Interamericano de Desarrollo.
Al poco tiempo, en un informe que el diario El Comercio tituló La educación pública en crisis, el Colegio de Profesores del Perú señalaba que cinco meses después de iniciadas las clases virtuales, el 45% de los estudiantes había dejado de asistir a sus clases remotas, mientras que más de 400 gobiernos locales en zonas rurales exponían dificultades para que sus niños pudieran acceder al programa “Aprendo en Casa” debido a necesidades de cobertura y aparatos.

Otro informe sobre los costos y la respuesta ante el impacto de la pandemia de COVID-19 en el sector educativo de América Latina y el Caribe, publicado este año por el Banco Mundial, recoge los esfuerzos que el Estado peruano realizó para enfrentar la crisis, pero advierte lo siguiente sobre la educación a distancia: “En Perú, si bien 85 por ciento de las familias informaron haber sido contactadas por los maestros, lo cual constituye un resultado notable, persisten amplias brechas entre regiones que van de 58,5 por ciento en el departamento de Madre de Dios a 88,5 por ciento en Lima Metropolitana”.
Una oportunidad perdida
Es cierto que muchos maestros tuvieron que aprender de la noche a la mañana a usar tecnologías de comunicación en medio de la enorme brecha digital que el Estado quiso afrontar repartiendo tablets. Ante las deficiencias, nos dijimos una y otra vez que no estábamos preparados. Pero pudimos haberlo estado. De hecho, era un momento clave para que buenas bibliotecas escolares —que casi no tuvimos— acudieran al auxilio.
La biblioteca escolar es el “centro de la ciudadanía digital donde la comunidad de aprendizaje aprende a usar herramientas digitales”, y también es un “entorno de información para todos en la comunidad a través del acceso equitativo a recursos, tecnología y desarrollo de habilidades de información que no siempre están disponibles en los hogares”, señalan claramente las Directrices de la IFLA para la Biblioteca Escolar, elaborado por la Sección de Bibliotecas Escolares de la IFLA y la Asociación Internacional de Bibliotecas Escolares (IASL).
Todo eso estaba dicho mucho antes de la pandemia, pero nuestras bibliotecas escolares de colegios públicos permanecen lejos de esos estándares.
Funcionan como depósitos de libros con puertas cerradas, o si están abiertas, son zonas de castigo. En otros casos ofrecen el servicio, pero son ubicadas en un segundo piso o más arriba en un pabellón sin rampas, contraviniendo normas de accesibilidad. En cuanto a la adquisición de libros, los colegios no cuentan con un presupuesto dedicado, así que profesores y bibliotecarios en ocasiones compran material bibliográfico con dinero de su propio bolsillo. Y no se hable de bases de datos. Luego están los prejuicios de algunos docentes que miran por sobre el hombro al bibliotecario, pues suponen que lo único que sabe es entregar libros. Por el contrario, si demuestra estar bien preparado, es mirado como competencia y se crean recelos, con lo cual no se aprovecha la conjugación de esfuerzos bibliotecario-docente.

Bibliotecas sin bibliotecólogos
Según el último Plan de Estudios de la Escuela de Bibliotecología de San Marcos, no existe ya un curso dedicado exclusivamente a estudiar la realidad de las bibliotecas escolares. Lo más próximo es un curso de Animación y Promoción a la Lectura, que además es electivo. Se puede objetar que los cursos como organización y tecnología son transversales y que el egresado se puede desempeñar en cualquier tipo de biblioteca, incluida la escolar, pero si la bibliotecología es concebida como una ciencia social, ¿no debería dar más espacio al estudio de una realidad que aún no se remedia?
Edison Aranda Zegarra, profesor de secundaria y estudiante de bibliotecología, opina que no estaría mal que los estudiantes de los últimos ciclos tengan la libertad de realizar prácticas preprofesionales en colegios públicos. “Uno de los requisitos que te piden para hacer prácticas es que el jefe sea bibliotecólogo. Pero es imposible. ¿Por qué no les damos la oportunidad a los chicos para que ellos mismos vayan y sea el director quien controle su asistencia? Debería ser así. Yo apuesto que, aunque sea práctica, van a trabajar. El practicante puede hacer propuestas a los auxiliares, porque ellos a veces desconocen y preguntan si sabes catalogar o si pueden realizar una actividad. Y de verdad, lo hacen”.
Otra salida que pudiera funcionar es que en cada UGEL exista una oficina de biblioteca escolar con un bibliotecólogo y un docente para que realicen el seguimiento. Edison Aranda hace estos planteamientos porque precisamente es bibliotecario escolar en la I. E. Nº 1124 José Martí, en el cerro San Cosme, La Victoria.
Por otro lado, valgan verdades, los bibliotecólogos titulados tampoco están interesados en trabajar en colegios, a menos que sean contratados por un colegio privado o un COAR (Colegios de Alto Rendimiento), donde el sueldo puede hacer merecimiento a cinco años de haberse quemado las pestañas. “Si en el Estado se remunerara mejor a los bibliotecarios escolares, pienso que habría una mejor ventana de oportunidades. La mayoría opta por ser bibliotecario en universidades e institutos por la situación de contratación y estabilidad”, comenta Elizabeth Leyva Ato, probablemente la única bachiller en Bibliotecología en todo Lima que trabaja en un colegio nacional, la I. E. 0092 Alfred Nobel en el distrito de San Juan de Lurigancho. Ahí, con el apoyo del director, que es una persona muy interesada en la lectura, ha podido integrar en las actividades a docentes de diversos cursos e incluso a madres de familia comprometidas con el colegio.
El puesto de bibliotecario escolar corresponde al grupo ocupacional auxiliar en la escala del Decreto Legislativo Nº 276, Ley de Bases de la Carrera Administrativa y de Remuneraciones del Sector Público. El sueldo que les corresponde difícilmente supera los mil quinientos soles. Para ser bibliotecario hay que tener experiencia laboral, haber acumulado horas de capacitación y tener secundaria completa. Lo curioso es que tanto Edison Aranda Zegarra como Elizabeth Leyva tuvieron difícil obtener el puesto de bibliotecario escolar porque compitieron contra postulantes que los superaban en horas de capacitación bibliotecaria, cuyo mínimo eran 400 horas. Pero se descubrió que para cubrir el requisito algunos postulantes presentaron certificados falsos, por lo que fueron descalificados. Según Elizabeth Leyva, ese criterio, donde pesan más las horas de capacitación que los estudios, está cambiando y ahora cada UGEL establece sus propios criterios de evaluación de acuerdo a su realidad.

Finalmente, tanto Edison como Elizabeth piensan que tampoco un diploma universitario lo es todo y reconocen a muy buenos auxiliares que trabajan esforzadamente para sacar sus bibliotecas adelante. Es el caso de la Red de Bibliotecas Escolares de Villa María del Triunfo (RBE).
Bibliotecarios en acción
La Red de Bibliotecas Escolares de VMT está dirigida por cuatro personas: Margot Obregón Ponce, Mary Luz Flores Pérez, Marco Antonio Jacinto Carbajal y Rodolfo Vásquez Vara, con quien conversamos. Este grupo de bibliotecarios de colegios públicos trabaja para sus bibliotecas y para aquellas que solicitan su apoyo. Comenzó a operar desde el 2016, cuando todavía en la Biblioteca Nacional funcionaba el Centro Coordinador de la Red de Bibliotecas Educativas y Especializadas. Su misión es llegar ahí donde la Biblioteca Nacional no puede por falta de personal, así que ellos mismos entrenan a otros bibliotecarios en organización, inventario, catalogación e implementación de un sistema de gestión bibliotecaria.
Debido al trabajo que el señor Rodolfo Vásquez ha realizado dentro de la RBE, tiene conocimiento de la realidad de las bibliotecas escolares de los colegios públicos, por lo que comenta que si bien la implementación del Plan Lector, aprobada por la resolución Nº 062-2021 del Minedu, tiene, entre otros objetivos, “fomentar el uso efectivo, sistemático, pertinente y creativo de la biblioteca de aula o escolar”, en la práctica no se le da mucha importancia, y nos cuenta un caso: “En el papel se ponen maravillas, pero la realidad es otra cosa. Yo conozco una biblioteca en Villa El Salvador a la que le dicen la biblioteca itinerante. Le he preguntado al bibliotecario por qué la llaman así. Y él me respondió: ‘Porque todos los años me cambian de lugar, me ponen en un aula y luego en otra, sino me ponen al fondo cerca a la cancha de fútbol o me regresan cerca a la portería. Por eso digo que mi biblioteca es itinerante. Todos los años me paran cambiando’”. Otros problemas están relacionados a la infraestructura, falta de material bibliográfico, desinterés de las direcciones de los colegios o puestos de bibliotecarios cubiertos pero que en la práctica ocupan funciones administrativas.
Esta red había planeado realizar en el 2020 una capacitación a todos los auxiliares de las bibliotecas de los colegios del cono sur, pero debido a la pandemia se canceló.
La Biblioteca Nacional y el Ministerio de Educación
En Chile, el Ministerio de Educación cuenta con un programa llamado Centro de Lectura y Biblioteca Escolar (CRA). Opera a nivel nacional con profesionales de alto nivel que realizan un exhaustivo trabajo para fomentar la lectura, realizar encuentros, promover la inclusión social y fortalecer las bibliotecas escolares con recursos y material tanto impreso como digital. Incluso tiene un portal en el que se evidencia su labor.
En el Perú, antes de avanzar en este ámbito, se ha dado, por el contrario, un paso atrás, cuando desapareció el Centro Coordinador de la Red de Bibliotecas Educativas y Especializadas (CCRBEE) debido a la modificación del ROF (Reglamento de Organización y Funciones) de la BNP en el año 2017. Este centro coordinador tenía la misión de integrar a entidades públicas y privadas con el fin de brindar apoyo a las bibliotecas escolares en todo el país en coordinación con la Dirección General de Educación Básica Regular del Ministerio de Educación.
Hoy, parte de las labores que realizaba la CCRBEE, como cursos y seminarios, ha pasado a un área más limitada llamada la Dirección de Políticas Bibliotecarias, que no está dedicada exclusivamente a bibliotecas escolares. No obstante, aunque no tiene un convenio con el Ministerio de Educación, viene coordinando con este la elaboración de un documento normativo sobre lineamientos para bibliotecas escolares.

La bibliotecóloga Gladys Lizana Salvatierra, que tuvo la oportunidad de dirigir por un tiempo el CCRBEE, señala que es necesario reestructurar la BNP: “Se necesita urgente un nuevo organigrama y ROF de la BNP y el Sistema Nacional de Bibliotecas como tal, como lo hace Colombia, Chile, España… Es necesario sumar esfuerzos para el desarrollo de este rubro tan importante como la biblioteca pública. Ambos se complementan”.
A pesar del esfuerzo que realiza la BNP, perteneciente al Ministerio de Cultura, el deber de velar por la calidad de las bibliotecas escolares depende sobre todo del Ministerio de Educación. Lo dice la nueva ley del libro: “El Ministerio de Educación es responsable, en el sistema educativo nacional, del desarrollo del hábito de la lectura, (…) y de la priorización de la implementación de bibliotecas escolares en las instituciones educativas de todos los niveles y modalidades”. Para este propósito, la ley de presupuesto general de la República financia las bibliotecas escolares con 16 millones de soles al año, según el Decreto de Urgencia Nº 003-2019.
En el 2020, cuando Martín Benavides fue ministro de Educación y Ezio Neyra jefe de la Biblioteca Nacional, se anunció en una nota de prensa el propósito de realizar un trabajo conjunto para “establecer e implementar los estándares de las más de 16 000 bibliotecas escolares que existen en el Perú”. En ese sentido, tendríamos que ver en los próximos años los resultados de este empuje, aunque las autoridades involucradas de entonces no ocupan más sus cargos ejecutores. Lo que sería necesario discutir es si conviene que dentro del Ministerio de Educación exista una oficina especializada en bibliotecas escolares, puesto que no lo tiene tampoco la Biblioteca Nacional. El ejemplo del Ministerio de Educación de Chile parece exitoso.
El financiamiento para implementar bibliotecas existe y la normativa, como Las normas para bibliotecas escolares (BNP, 2005), necesita ser actualizada. En cuanto a infraestructura, los colegios cuentan al menos con el espacio y en la organización está contemplada la figura del bibliotecario escolar. Pero ninguno de estos elementos debe marchar a la deriva. Alguien debe velar para que brinden un servicio de calidad, exigir que se cumplan metas a escala nacional respecto a los indicadores de fomento de la lectura y acompañamiento de la enseñanza, empoderar el papel del bibliotecario escolar y establecer una red nacional que involucre a instituciones gubernamentales, empresa privada y academia.
Solo así, con 16 mil bibliotecarios escolares proponiendo mejoras desde su trinchera, estaremos preparados para afrontar cualquier otra crisis y no sepamos, nunca más, de niños que deben subir a la cima de un cerro, para que, en la intemperie, cumplan con sus tareas. Si en medio de las dificultades ellos las cumplen, pues correspondamos cumpliendo las nuestras.
❧☙
Opiniones
«La biblioteca escolar es la segunda biblioteca que un ser humano conoce en su vida. La primera es en casa, la segunda es la biblioteca escolar, la tercera es la biblioteca pública incluyendo la biblioteca universitaria (para los que sigan estudios).»

Edison Aranda Zegarra
Educador y estudiante de Bibliotecología«La Biblioteca Nacional no tiene convenio con el Minedu para poder capacitar por ugeles. Y en las ugeles no hay un solo personal que tenga conocimiento de esto, de lo que se llama manejo de bibliotecas (…). No hay especialistas.»

Rodolfo Vásquez Vara
Bibliotecario escolar«Un director de un colegio que me quería contratar pero no podía porque no cubría las horas lectivas, me indicaba que otra persona, que me había ganado la plaza, acumulaba algo de novecientas horas con puras constancias de cursos bibliotecarios. Pero en la práctica, no ataba ni desataba. Andaba perdida.»

Elizabeth Leyva Ato
Bibliotecóloga«Cuando yo dirigía el CCRBEE trabajamos en coordinación con la Dirección General de Educación Básica Regular y las direcciones de cada nivel. Y el ESCALE era una de nuestras fuentes de información para saber de las bibliotecas escolares a nivel nacional. Tenía más de trece preguntas acerca de las BE (…). Es importante trabajar a nivel macro, pero también en micro. No descuidar esto. El acompañamiento es importantísimo.»

Gladys Lizana Salvatierra
BibliotecólogaPublicidad
Artículos relacionados
Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medio Ambiente y Salud por la Universidad Carlos III de Madrid. Licenciado en Bibliotecología por la UNMSM. Áreas de interés: periodismo científico, repositorios institucionales e industria editorial. Contacto: cesar_023@hotmail.com
Buenos días. Muy interesante artículo, tiene casi todo lo que hace falta. Estudié la secundaria en Chiclayo, en el Colegio Nacional San José, colegio centenario que tenía una excelente biblioteca hace 60 años. Al ser remodelado tiene un bello ambiente para biblioteca, que estaba abierto en 2016 cuando lo visité por primera vez. Una empleada, solitaria y aburrida me atendió entre los armarios repletos de viejas colecciones que nadie usa. Los nuevos ficheros para kardex estaban vacíos. ¿De qué sirve una bibloteca sin catálogos, en tiempos de OPAC y wi-fi? He convesado también con estudiantes, que dicen que no les sirve para nada, es obvio. En 2018, hace tres años la visité de nuevo. Cerrada la puerta con candado, a través de los amplios ventanales y mamparas, puede verse cientos de cajas para cuadernos de trabajo depositadas. O sea, que la biblioteca sirve solo de almacén. Es insólito que las UGEL no tengan bibliotecarios profesionales,como también el doble estándar del MINEDU pues paga más y si tiene bibliotecarios en los COAR, y no en los demás colegios. Hace 4 años hablé incluso con el director de entonces, de apellido Saavedra, quien me scuchó pero, es obvio, nada hizo. Quizás cree que «quién necesita bibliotecas si todo está en Internet», esa falacia, cuando el problema es que el se contenta con una biblioteca que no sirve para nada, ni a los alumnos ni a los maestros.
Un excelente aporte, útil para los bibliotecarios escolares del Perú