
Mentiras, sensacionalismo, medias verdades, descontextualización… Cuando recibimos una noticia impactante es muy probable que nos apresuremos a difundirla. ¿Qué hay que saber para no bajar la guardia?
Hoy en día, con el acceso que se dispone de la información por diversos canales, plataformas y dispositivos, resulta más sencillo enterarse de lo que sucede en cualquier parte del mundo. Es casi imposible no conocer y estar pendiente de los nuevos acontecimientos y tendencias que ocurren en los lugares más lejanos. Sin embargo, este acceso a información prácticamente ilimitado también ha traído el peligro de la desinformación, lo que ha dado paso al concepto de la era de la posverdad.
Conforme a Darío Villanueva, director de la Real Academia Española desde el 2014: «El término “posverdad” se referirá a toda información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público» [1]. Y uno de los elementos más comunes de la era de la posverdad son las noticias falsas.
Las noticias falsas, más conocidas con el anglicismo fake news, siempre han existido, su uso es una práctica común que busca desprestigiar, manipular o inducir al error, no solo con mentiras, sino también con medias verdades o descontextualizando algo que se ha dicho o escrito, con lo cual se logra una impresión equivocada de lo que verdaderamente se quiso transmitir. Les sorprendería saber cuántos temas, hechos, noticias, informaciones científicas que nos han enseñado y que hemos asumido como verdad son falsas.
Lamentablemente, muchas veces no nos percatamos con la facilidad que incurrimos en las fake news, cómo las usamos para sustentar nuestra posición o, lo que es peor, cómo las transmitimos en redes sin comprender las implicancias que podría conllevar. En la actualidad, la frase atribuida a Joseph Goebbels [2] (no hay evidencia certera de que haya sido el autor): “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, disfruta más vigencia que nunca. Sin embargo, una mentira siempre será una mentira, y las consecuencias de su difusión incluso han llevado a cambiar el curso de la historia.
Asumen que porque un documento posee un membrete oficial ya es verdadero, aseguran la veracidad de una frase atribuida a un personaje por el solo hecho de incluir su foto, confían en la autenticidad de un informe porque es publicado en un portal de noticias. La pregunta fundamental sería si nos tomamos la molestia de certificar si esta información es verídica, si acaso contrasto la fuente acudiendo a un canal oficial. La respuesta suele ser que no.

Cada vez es más cotidiano que periodistas, escritores, instituciones oficiales salgan a desmentir algo que circula en Internet. Incluso, en lo más nefasto, hay personas que injustamente se han visto inmersas en estas fake news y, a causa de la presión social, han acabado con sus vidas.
Debemos aprender a escuchar, discernir, contrastar y entender que antes de formarnos una idea de algo en particular, es necesario escuchar todas las versiones al respecto, y a partir de ahí recién sacar nuestras propias conclusiones.
Como bibliotecólogos, es imprescindible entender que poseemos una enorme responsabilidad en el manejo y difusión de la información, pero, asimismo, en ayudar a crear una mente crítica en los ciudadanos, pues no podemos ser ajenos a lo que viene aconteciendo. Por eso, si nos llega una información es necesario contrastar si es una fake news y, de ser el caso, también es nuestro deber transmitir su falsedad. No nos quedemos callados ante aquellos que buscan desinformar.
Notas
[1] Real Academia Española. (29 de junio de 2017). Darío Villanueva: «El término posverdad entrará este año en el Diccionario». https://bit.ly/3fFpA9e [2] Ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del III Reich (1933-1945).
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Licenciado en Bibliotecología y Ciencias de la Información por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
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