
Edgardo Civallero (Buenos Aires, 1973) es un profesional multifacético con intereses en la música andina y con conocimientos de historia y biología marina. “Finalmente me decanté por la bibliotecología porque me permitía desarrollar en el campo un montón de ideas sociales que yo tenía”, dice con seguridad sobre su vocación. Hoy trabaja en las islas Galápagos, Ecuador, en la biblioteca perteneciente a la Estación Científica de la Fundación Charles Darwin, una organización sin fines de lucro dedicada a la investigación de asuntos sobre conservación, sostenibilidad y evaluación de los ecosistemas en dicho archipiélago. Por otra parte, Edgardo nos cuenta que en la International Federation of Library Associations and Institutions (IFLA), existen grupos de interés que, conforme adhieren más profesionales y asociaciones, con el paso del tiempo se convierten en secciones oficiales. “Yo, en este momento, pertenezco a una sección, la de Asuntos Indígenas, que hace muchísimos años, cuando yo empecé en la IFLA, era un grupo de interés también”. Sin embargo, Edgardo también participa en otro de estos grupos, el Environment, Sustainability and Libraries (Ensulib). Gracias a este, ha traducido al castellano un documento sobre bibliotecas y sostenibilidad que se puede consultar en su blog Un bibliotecario en las islas Galápagos.
¿Cuáles su percepción acerca del nivel de conciencia de los bibliotecarios sobre asuntos medioambientales?
Mira, yo no puedo hablar en nombre de todos porque desconozco lo que piensan. En este momento se ha posicionado en el ámbito bibliotecológico dominante la discusión sobre la agenda 2030. A mí me parece que se discute mucho de una manera desinformada o bastante superficial, sin saber de lo que se habla. Me parece que hace falta muchísima más información divulgativa, sobre todo acerca de lo que es esa agenda, acerca de lo que significa sostenibilidad, conservación y los problemas del medioambiente, y sobre todo acerca del rol que pueden jugar las bibliotecas, y ahí nos centramos en su responsabilidad social.
¿Existen congresos donde se discute este tipo de asuntos?
El año pasado participé en el primer congreso internacional de bibliotecas verdes que tuvo lugar en Croacia. Entiendo que hubo congresos nacionales e internacionales en América Latina en donde se ha tocado el tema, pero no han sido específicos. Me parece que hace falta sacarlo, discutirlo, informar a nuestros colegas desde las universidades, pero también desde asociaciones nacionales y medios, desde lo que sea para que se sepa de qué estamos hablando cuando hablamos de bibliotecas verdes, conservación, ecología, decrecimiento y otro montón de conceptos que no estamos acostumbrados a manejar.
Menciona el tema de la biblioteca verde. En Latinoamérica poco se ha oído al respecto, parece que es un tema de países desarrollados.
A ver, voy a dejar de lado lo de países desarrollados porque como latinoamericano a mí —y aquí voy a usar una palabra bastante popular— me jode la diferencia y la denominación. Pero entiendo lo que me quieres decir. Es un asunto que se ha elaborado más con países del norte que son los que tienen las comodidades y el financiamiento como para ocuparse de esas cosas. En América Latina ha habido experiencias. Yo conozco un par en Brasil.
¿Hace falta invertir mucho dinero?
No, no hace falta una financiación excelsa. Lo que hace falta es tener buena información, el saber de qué estamos hablando cuando se trata de una biblioteca verde, porque no tiene que tener necesariamente paneles solares ni una tecnología avanzada. Una biblioteca verde tiene que ocuparse de lo que se necesita: proporcionar información para la sostenibilidad, la conservación, el reciclaje… Tiene que levantar conciencia entre la sociedad y su público de los problemas que estamos enfrentando como seres humanos en un antropoceno que está mandando al mundo directamente al infierno. Una biblioteca verde tendría que apoyar movimientos ecologistas y de educación ambiental. ¿Entendés por dónde voy? Una biblioteca verde puede hacer más cosas que no sea solo una construcción ecológica o un molino de viento en su patio.

No se trata solo de infraestructura…
Efectivamente. Ocurre que como te digo hay poca información. Hay un problema con los conceptos de verde, ecológico y el de función de la biblioteca. Entonces lo que se ve son estos proyectos hermosísimos de bibliotecas de millonadas en Alemania, Suecia o Estados Unidos. Yo creo que el trabajo de este grupo de interés de la IFLA es desmontar un poco —porque queda mucho trabajo por hacer— esas ideas. Por mi parte, me interesa difundirlas entre mis colegas latinoamericanos, acopiar información, traducirlas al castellano, presentar bibliografías y este tipo de cosas como para ir abriendo brechas en un tema que ha sido muy poco tratado en nuestra bibliografía y en nuestras universidades. Estoy seguro de que hay experiencias al respecto, pero no han sido visibilizadas y estoy seguro de que con el trabajo que hacen nuestras bibliotecas públicas y comunitarias en América Latina muchísimas se van a interesar y van a tener propuestas más que interesantes al respecto.
Petra Hauke, de la Universidad de Berlín y secretaria de Ensulib, menciona que más allá de la alfabetización informacional las bibliotecas deberían hacer alfabetización en sostenibilidad.
Petra es una muy buena persona, una vieja luchadora medioambiental que conozco personalmente y lo de vieja lo digo no por la edad sino por su recorrido. Sé que está desarrollando ese concepto. Es lo que te comentaba antes, enseñar a la gente qué es sostenibilidad, porque también es un concepto muy discutido. Lo que intenta decir Petra con alfabetización en sostenibilidad es enseñarle a la gente desde la biblioteca —y con el ejemplo— que los recursos del mundo son finitos, que debemos echarle freno de mano a este carro desbocado en el que viajamos ahora mismo si queremos que nuestros hijos tengan un planeta. Hablamos, si querés, de una alfabetización ecológica en general que nos ponga frente a un mundo prácticamente superado y nos eduque, nos proporciones ideas y cifras claras y sobre todo nos muestre hacia dónde caminar, qué hacer, cómo salir del laberinto… si se puede salir todavía…
¿Qué actividades amigables con el medio ambiente puede poner en práctica una modesta biblioteca? ¿Imprimir menos? ¿Tener puntos de reciclaje?
Se pueden hacer muchísimas cosas. Como te decía antes, se deberían hacer con el ejemplo, desde reducir el consumo de electricidad aprovechando la luz natural y la circulación de aire —a veces no se puede hacer porque el edificio ya está construido y es bastante difícil—, pero sobre todo en los edificios que se están por construir orientar mejor la calefacción aprovechando la luz solar y las distintas climatologías. Lo de construcción ecológica está súper desarrollado también, no es demasiado caro, simplemente en lugar de orientar la fachada principal de la biblioteca hacia un lado, orientarla hacia el otro, ¿me explico? Se puede gastar menos papel, consumir menos agua. Se puede recomendar desde la biblioteca lo que vos me comentabas sobre el tema de impresión, pero también reciclado no solamente de la lata o de la botella, sino de todo el resto de materiales que hay en casa, incluyendo la materia orgánica que se puede compostar y se puede utilizar para un huerto orgánico y que también se puede tener dentro de las bibliotecas.
¿Un huerto en la biblioteca?
De hecho, hay innumerables casos en Alemania de bibliotecas huerto. Y yo creo que nuestras sociedades latinoamericanas que son o han sido fundamentalmente campesinas, aunque muchas veces nos avergoncemos, pero no sé, Perú, Argentina, Colombia, sociedades donde el campo ha sido muy importante, ese tema de volver a la tierra, de aprovechar nuestros campos para hacerla parir vida, también tiene que ver con la sostenibilidad.
Tiene varios artículos escritos en español, inglés y hasta en francés donde relacionas a las bibliotecas con el decrecimiento. ¿Qué significa este concepto?
A ver, el decrecimiento es un concepto que ha salido de las ramas más críticas del movimiento ecologista, las ramas que están desencantadas con el desarrollo sostenible y que han dicho: no podemos seguir creciendo ni desarrollándonos porque los recursos del mundo son finitos, lo que tenemos que hacer es decrecer, empezar a vivir e intentar ser felices con menos. Evidentemente, en una sociedad capitalista como en la que vivimos no es una idea demasiado popular, ha sido bastante resistida, ha tenido muy poca visibilidad, ha sido ninguneada, criticada, vituperada, lo que quieras.
Y a pesar de eso, te interesa mucho…
Yo he vivido buena parte de mi vida en contacto con áreas rurales y he visto cómo funciona la naturaleza y veo que el planeta está cambiando, definitivamente, y que nosotros no podemos seguir haciendo uso y abuso de recursos. Entonces hice mío este concepto de decrecimiento, lo investigué e intenté vincularlo con el tema de bibliotecas y de ahí salieron los artículos.
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La palabra decrecimiento llama la atención. Asumimos que la actitud positiva es la de crecer, mientras que decrecer parece un retroceso.
Estamos acostumbrados a que crecer es bueno y que decrecer significa una pérdida. Ahí es cuando el concepto genera reticencia, cuando en realidad, si vos te fijas, crecer en un espacio donde tus elementos son finitos representa un problema y decrecer, en el sentido de frenar ese crecimiento, de revertirlo, no significa una pérdida de nada, significa al fin y al cabo mantener tu espacio vital. No estás gastando recursos que mañana no vas a tener. Reducir el consumo es una de las ideas clave de todos los movimientos ecologistas, conservacionistas, incluso de las campañas publicitarias de muchos gobiernos. El decrecimiento no es otra cosa, lo que pasa es que plantea reducir el consumo a nivel global y en todos los aspectos de tu vida.
¿Cuál sería entonces el mal crecimiento de una biblioteca?
Tenemos ejemplos de eso todos los días. Nos lo ha vendido la publicidad, sobre todo los países del norte con sus descomunales bibliotecas con un derroche de tecnología y de construcción. Yo he recorrido buena parte de Latinoamérica, he visto bibliotecas muy pequeñas haciendo un trabajo heroico. Pero hay muchas otras que crecen solo por crecer, tienen y adquieren solo por el hecho de ser más bonitas y de ser más amplias, pero no siempre están ofreciendo un mejor servicio y tampoco están haciendo un buen uso de los recursos; ahí la biblioteca crece mal. Ahora bien, todos conocemos en América Latina ejemplos de elefantes blancos donde se han invertido una millonada y que responden solo a proyectos políticos, y ahí siguen y no sirven para nada.
¿Cuál es tu apreciación final de este panorama?
Se podría hacer todo de una manera más sostenible. Entiendo que ahora mismo muchas bibliotecas dentro de sus políticas consideran la sostenibilidad, sobre todo con la divulgación de la agenda 2030. Confío que de aquí en adelante la conciencia crezca. Pero asumo que seguiremos viendo ejemplos de mal crecimiento, especialmente cuando hay temas de intereses políticos y de hacerse visibles a través de excesos y de grandes obras. Lamentablemente es así.
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Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medio Ambiente y Salud por la Universidad Carlos III de Madrid. Licenciado en Bibliotecología por la UNMSM. Áreas de interés: periodismo científico, repositorios institucionales e industria editorial. Contacto: cesar_023@hotmail.com