La salud mental es otro de los tantos problemas del aislamiento social y una de las propuestas sueltas en algunos webinar bibliotecarios es que podría ser oportuna la biblioterapia. Alguien que lo ha venido aplicando en el Perú es el poeta y educador Pedro Perales García (Lima, 1961), quien publicó en febrero de este año el libro Taller de biblioterapia en la biblioteca pública. El autor es referencista y apoya las actividades de animación de la lectura en la Gran Biblioteca Pública de Lima. Además de haber seguido estudios de maestría en docencia universitaria y lingüística, también se ha especializado en Logoterapia y Psicología Sistémica en el Instituto Peruano de Logoterapia. De ese modo, conjuga literatura y psicología en todo lo que hace, por eso afirma: “La biblioterapia está relacionada íntimamente a mi vida”. Si alguien quisiera realizar este tipo de actividad, advierte que, más que las capacitaciones y estudios de perfeccionamiento, hay que cumplir dos condiciones esenciales: “Interés auténtico por la lectura y por la persona”.
¿Cuándo surgió en usted el interés por la biblioterapia?
Surgió debido a una experiencia que tuve en mi niñez. Yo tuve una madre con problemas de alcoholismo que falleció hace varios años; fue una tragedia que me enseñó mucho. Producto de eso, desde muy joven, no solo empecé a leer libros de autoayuda, sino también a buscar grupos de autosanación. Luego hice mis estudios y en un momento de la vida, cuando ya estaba en los cuarenta, me di cuenta que podía ayudar a otros. Y así surgieron las cosas… De pronto estaba brindando talleres de biblioterapia. Lógicamente, debía tener una formación adicional para ser idóneo y para que no se me cuestionara.
¿Por qué sería cuestionado? ¿Se necesita certificar una formación especial?
A veces se da que una persona especializada lo asume. Por ejemplo, yo tomo bastante un modelo de Uruguay que se llama el “Portal Amarillo” y que lidera Cristina Deberti, quien desarrolla talleres de biblioterapia en un centro de rehabilitación para personas con problemas de adicción a las drogas. Ella es bibliotecóloga y psicóloga, reúne dos condiciones que no se dan con facilidad.
Pero usted es educador y ha seguido especializaciones, lo cual también le dan autoridad para dar este tipo de talleres…
Claro, incluso con la experiencia ganada me animé a publicar un libro al respecto.
¿La biblioterapia es un taller de lectura?
Cuando a mediados del 2005 presenté la propuesta a la directora de la Gran Biblioteca Pública de Lima, no lo expuse directamente como un taller de biblioterapia porque podía ser cuestionado, así que lo presenté como parte de los cinco talleres de un proyecto integral de animación a la lectura, donde a la par de compartir y dialogar sobre los libros, también iba trabajando los temas de motivación y crecimiento personal a partir de los temas y los personajes. Un taller de lectura tiene la dinámica de hacer que una persona guste de ella y que a partir de esa experiencia busque por sí misma otros temas; en cambio, la biblioterapia incorpora en la lectura elementos que ayudan a la persona a fortalecer su autoestima o falta de crecimiento personal.
¿Qué tipo de ayuda se ofrece a las personas que asisten a biblioterapia?
Hay dos tipos de biblioterapia: una clínica y otra de crecimiento personal. La primera se desarrolla en hospitales y centros de salud, mientras que la segunda se da en bibliotecas públicas. Esto que te digo tiene un capítulo pequeño en los estudios de bibliotecología, pero supongo que por razones económicas los bibliotecólogos optan por otras cosas. Recuerdo incluso que, entre el 2001 y el 2003, se celebró un congreso de biblioterapia en la Universidad de San Marcos. Pero, como te decía, en el ámbito de la biblioteca pública lo que se hace es fortalecer el desarrollo personal en función de los temas planteados, pero si en el proceso se encuentra a personas con otras necesidades, con una “perturbación”, uno debe estar preparado para orientarlas y derivarlas, respetuosamente, con especialistas. En el libro también menciono las estadísticas de la salud mental en el país.
Precisamente la salud mental es un tema del que se habla últimamente debido al aislamiento social, por eso quisiera preguntar: ¿ofrecerá talleres de biblioterapia en este contexto?
Estoy planteando una propuesta para que se me permita darlos a través de la plataforma virtual de la Biblioteca Nacional del Perú. Antes del aislamiento social, cuando todo estaba normal, se había quedado que la BNP me iba a facilitar una forma de llegar a determinados lugares, pero sucedió todo esto y hay que darle un nuevo enfoque, uno de animación a la lectura donde podamos compartir textos. Ojalá sea aceptado. Ya tengo un módulo desarrollado y llegado el momento lo ideal sería formar a otras personas. Hacia eso apunto, pero será más adelante. Es justo y necesario.
¿Qué determina qué libros recomendar a una persona que necesita encontrar respuestas a sus problemas?
En teoría, lo ideal sería trabajar con grupos focalizados, es algo que a nivel clínico sí se puede porque se trata con pacientes programados. En cambio, en una biblioteca pública no es tanto así porque los asistentes están de paso. Por eso, en los últimos años, a raíz de mi formación en logoterapia, yo planteaba iniciar con El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. Es un libro que trata de una persona que estuvo confinada cinco años en las cárceles de exterminio para judíos, tiempo durante el cual estuvo al borde de la muerte, en situaciones límites; en realidad es una autobiografía. Con ese libro las personas confrontan su vida personal y comentan qué hacen para superar el problema que están viviendo.
¿La biblioterapia recurre exclusivamente a libros de autoayuda?
Lo que pasa es que quien te habla ha sido un gran lector de autoayuda. Por supuesto, hay otras alternativas, pero los libros que recomiendo son los que he leído y releído durante años. Lo que hago es un sondeo entre las personas que están presentes y veo qué capítulo encaja mejor con el grupo. Por otro lado, tengo experiencia paralela —y hasta más grande — dando talleres de creación literaria, por lo cual muchas veces comparto temas de literatura.
Pregunto por los libros de autoayuda porque hay personas que critican dicho género. Además, usted ha estudiado educación con especialización en Lengua y Literatura.
Pero es que hay otro elemento. Yo desde muy joven he sido un gran lector; recuerda que hago poesía. Cuando llegué a la universidad mi formación lectora era ya muy amplia. Hay un sector muy grande que desprecia los libros de autoayuda, es cierto. Justo en mi libro cito a un autor mexicano, Juan Domingo Argüelles, quien cuestiona el tema de la autoayuda porque para él es como si se estuviera direccionando la vida de las personas, como si les estuvieran ofreciendo paliativos o pastillas edulcorantes para calmar el dolor en ese momento, aunque el problema sigue ahí. Pero yo creo que eso es negar el libre albedrío de las personas.
¿Se puede realizar biblioterapia si antes no se ha formado el hábito lector?
Depende de los grupos. Hay personas que vienen con un anticuerpo contra la lectura y es algo común porque han tenido experiencias negativas a nivel familiar y escolar. Cuando pasa eso trabajo con una selección de cuentos breves, por ejemplo, Los 120 mejores cuentos de las tradiciones espirituales de oriente o Los cien cuentos de la sabiduría sufí. Son cuentos que con una pequeña lectura se abre el panorama. A veces el anticuerpo es contra el expositor.
¿Contra el expositor?
Sí, es curioso porque en ocasiones estos talleres han tenido un costo cuando se han dado a través de los cursos CAFAE, que es una forma de generar un ingreso extra para los empleados; lo gracioso es que hay gente que paga para decir que no quiere que yo dicte. Me pasó una vez en tantos años de experiencia. A pesar de eso, siempre hay personas que me llaman a un ladito solamente para agradecer. No sé si es un poder superior o si es Dios quien nos da la oportunidad de ponernos al frente para decirles algo que los va a ayudar. A veces es un gesto, un fragmento de la lectura e incluso un fragmento de mi vida, porque yo la cuento; entonces ellos levantan la mano y dicen: “A mí también me está pasando lo mismo”.
¿Qué libros podría utilizar una persona que esté interesada en ser biblioterapeuta?
Yo recomendaría El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. Ese libro definió qué es lo que yo quería hacer y cómo debía hacerlo. Tus zonas erróneas o Piense y hágase rico, también podrían ser. En literatura, El Aleph e Historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges, Bestiario de Julio Cortázar, Historias fantásticas de Adolfo Bioy Casares, los cuentos completos de Juan Carlos Onetti y los cuentos del mexicano Juan José Arreola, en especial “La migala” y “El faro”. Los cuentos de Julio Ramón Ribeyro, interesantes para que el lector se identifique con los personajes y las circunstancias. Entre los universales, Antón Chéjov.
Ribeyro suele tratar el fracaso y Chéjov es tan trágico como Dostoievsky. ¿Estos autores ayudan en biblioterapia?
Por supuesto. La cuestión es que la temática se identifique con la situación de las personas y ver cómo estas responderían ante circunstancias así.
No necesariamente son historias con un final feliz…
No. Para eso está la habilidad de la persona que conduce el taller. La idea no es presentar temas que conduzcan a la depresión, sino que a partir de ahí podamos elevar el desarrollo personal. Incluso la poesía que podría clasificarse de depresiva, pero que es importante analizar, es la de Alejandra Pizarnik.
¿Cómo se supera alguien que lee a Alejandra Pizarnik?
Depende de los grupos. Se lee sin indicar datos porque la mayoría de los asistentes no conocen a los autores; han escuchado de ellos, los han leído alguna vez, pero no los relacionan. Solamente se lee el poema y se pregunta: ¿Y ustedes cómo creen que se encuentra esta persona? ¿Por qué creen que está triste? Sobre Pizarnik, no ahondamos sobre su suicidio, solo aspectos puntuales para una conversación o un intercambio de ideas, como también puede ser para un taller de escritoterapia.
¿Qué casos curiosos ha visto en todo este tiempo?
Hay varios. Por ejemplo, había una señora que venía de Miraflores, pudiente, reacia a ir al centro de Lima por una cuestión de estatus. Pero llegó porque era de avanzada edad y los hijos la habían abandonado, por lo que vivía sola y además había superado un problema de cáncer. A pesar de eso, era una mujer muy guapa, con ideas muy positivas; incluso bromeaba sobre su problema de salud. Cuando sus compañeras le preguntaban cómo era tan esbelta, ella decía que su secreto era el cáncer. También me pasó que, durante un tiempo, para la formación que tuve, necesitaba realizar un trabajo de campo y una iglesia evangélica del cono norte de Lima solicitó mi apoyo. Entonces fui y la pastora, que era de mente amplia, me asignó cuatro personas. Con ellos trabajé Tus zonas erróneas, de Wayne Dyer. Lo curioso es que no eran personas aferradas al tema bíblico, sino que aceptaban otras ideas y entendían que la actividad que estábamos desarrollando era para su bien, y si era así, venía de Dios.
Logoterapia
La logoterapia, como enfoque psicoterapéutico propuesto por Víctor Frankl, propone a nuestra vida una existencia más auténtica, una vida con sentido. Para Frankl, la motivación del ser humano es encontrar sentido a su existencia; este sentido no se encuentra en uno mismo, sino en el exterior, en la vida misma, en lo valioso de esta.
Lic. Verónica Castillo Coello
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Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medio Ambiente y Salud por la Universidad Carlos III de Madrid. Licenciado en Bibliotecología por la UNMSM. Áreas de interés: periodismo científico, repositorios institucionales e industria editorial. Contacto: cesar_023@hotmail.com