Noviembre fue un mes importante para los bibliotecarios en el Perú porque se celebró su día. A propósito de eso, algunos hitos de esta disciplina y sus tendencias.
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A fines del siglo XIX, en esta parte del continente, inicialmente en los Estados Unidos, surge la formación profesional en Bibliotecología con Melvil Dewey, quien crea en la Universidad de Columbia (New York) la primera escuela profesional para bibliotecarios en 1887, la misma que se extendió más adelante a otras universidades como la Universidad de Illinois (1897) y la Universidad de Ohio (1903).
En América Latina y el Caribe también se inicia la formación de bibliotecarios desde los primeros años del Siglo XX, en Chile (1913), México (1916), Argentina (1922, primera de nivel universitario en la región[1]), entre otros países. En el Perú se inicia en 1943 con la creación de la Escuela Nacional de Bibliotecarios por Jorge Basadre, cuya mayor aspiración fue lograr su nivel universitario, así lo relata en 1975 en su obra La vida y la historia, al referirse al Funcionamiento de la Escuela Nacional de Bibliotecarios:
Esperábamos que en tiempos más propicios la Escuela se expandiese y lograra un nivel universitario. […] Al retirarme de la Biblioteca Nacional en 1947, cuidé que la Escuela permaneciera abierta. […] Quedó para el futuro la tarea de desligar a la escuela de la Biblioteca Nacional, desarrollar e intensificar sus proyecciones, hacerla influir directamente sobre la vida del país, renovarla sin cesar trayendo personal docente extranjero, dar carácter universitario a sus estudios, ampliar sus objetivos en un sentido social y documental.
Basadre, 1981, pp. 503-504.
Misión del bibliotecario (Ortega y Gasset)
Al referirme a la formación profesional del bibliotecario, no puedo dejar de mencionar al gran filósofo español Ortega y Gasset, quien el año de 1935 se refiere a la misión del bibliotecario: “Misión significa, por lo pronto, lo que un hombre tiene que hacer en su vida. Por lo visto, la misión es algo exclusivo del hombre. Sin hombre no hay misión. […] Pues implica que en cada instante de su vida el hombre se encuentra ante diversas posibilidades de hacer, de ser, y que es él mismo quien bajo su exclusiva responsabilidad tiene que resolverse por una de ellas. […] No hay en esto que digo misticismo alguno: es evidente que el hombre no puede dar un solo paso sin justificarlo ante su propio íntimo tribunal” (pp. 51-52). Lo que ahora llamaríamos conciencia moral, no es más que el llamado o grito imperativo de lo más profundo de nuestro ser: la vocación. De ella surge el quehacer profesional, la profesión que la sociedad necesita, que surge con aquellos a los que, durante las edades antigua y media, no solo les bastaba leer los libros, sino que los coleccionaban, catalogaban, ordenaban y preservaban; y ahora esa necesidad social “es por esencia variable, migratoria, evolutiva, en suma, histórica” (p.60).
A su vez, de una manera premonitoria, advierte que, no obstante que la “sociedad democrática es hija del libro”, este se hace socialmente imprescindible. “Las masas se abalanzan sobre los volúmenes, con una urgencia casi respiratoria, como si fuesen balones de oxígeno”; sin embargo, al correr el tiempo, “Está el hombre en peligro de convertirse en esclavo de sus ciencias», a tal punto que “en vez de estudiar para vivir va a tener que vivir para estudiar”. Y esto, por la inmensa cantidad de libros que se producen constantemente en abundancia torrencial que sobrepasan “los límites de su tiempo y de su capacidad de asimilación. […]. Esto le lleva a leer de prisa, a leer mal y, además, le deja con una impresión de impotencia y fracaso, a la postre de escepticismo hacia su propia obra”. En este dilema es donde surge la misión salvadora del bibliotecario: “[…] imagino al futuro bibliotecario como un filtro que se interpone entre el torrente de los libros y el hombre” (pp. 77-82). Eso que entonces se llamaba misión, ahora son los grandes retos del profesional de la información.
Formación profesional en el Perú
Es en 1980 cuando en nuestro país la formación profesional en Bibliotecología adquiere el nivel universitario gracias al convenio firmado el 10 de abril entre la UNMSM y el Instituto Nacional de Cultura. Luego vendría la creación de la carrera profesional en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Más adelante, en 1990, por Ley 25189, se crea el Colegio de Bibliotecólogos del Perú, precisamente para aglutinar a los egresados de estas dos universidades. Y, posteriormente, en el año 2008, la aprobación de la Ley 29181, Ley del Ejercicio Profesional en Bibliotecología y Ciencias de la Información, norma que regula el trabajo y el ejercicio profesional del bibliotecólogo en el sector público o privado. Entre otros puntos, establece el rol del profesional, sus funciones, los deberes y derechos, así como las características de la carrera profesional, Ley que en la práctica no tuvo aplicación por carecer de reglamento, el mismo que se aprobó luego de 18 años el 2020.
Actualmente, nos encontramos ante un nuevo contexto socioeducativo, cultural y tecnológico, el paradigma socio-tecnológico (Castells, 2002), y que exige del profesional de la información nuevos conocimientos, habilidades, valores, en suma, nuevas competencias en el desarrollo de sus funciones. Por tanto, consideramos que el contenido de estas normas legales ha perdido vigencia, resultando obsoletas, por lo que compete al Colegio de Bibliotecólogos, tal como lo faculta la ley y la Constitución (Art. 107), plantear al poder legislativo sustanciales modificaciones que garanticen el ejercicio profesional.
«Estamos frente a una nueva realidad marcada por el profundo y acelerado avance de la ciencia y tecnología con tendencias innovadoras o disruptivas, […] características de la cuarta revolución industrial, que está creando nuevas necesidades de la sociedad en el uso y acceso a la información, exigiendo a la vez que sean los profesionales de la información quienes atiendan estas complejas necesidades».
Nuevos retos en la formación del profesional de la información
Asimismo, podemos agregar que vivimos una época en la que no solo hay demasiados libros, como decía Ortega y Gasset, sino una exponencial abundancia de la información documental, además de la obsolescencia de la literatura científica. Estamos frente a una nueva realidad marcada por el profundo y acelerado avance de la ciencia y tecnología con tendencias innovadoras o disruptivas, tenemos así la robótica, la inteligencia artificial, el big data o analítica de datos, la transformación digital, características de la cuarta revolución industrial, que está creando nuevas necesidades de la sociedad en el uso y acceso a la información, exigiendo a la vez que sean los profesionales de la información quienes atiendan estas complejas necesidades.
Y solo para terminar, Guillermo Toro (2020) de la Universidad Tecnológica Metropolitana de Chile (UTEM), plantea, además de nichos tradicionales, nichos emergentes y tendencias en el mercado laboral del profesional de la información, entre ellos: gestión documental, gestión cultural, gestión de proyectos, conservación, preservación digital, desarrollo web, animación socio cultural y acreditación.
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Notas
[1] Coria, M. (2014). La Escuela de Bibliotecología de la Provincia de Buenos Aires y la profesionalización del bibliotecario (1948-1950). Palabra Clave, 2 (1), 48-60.
Referencias
1. Basadre, J. (1981). La vida y la historia. Lima: Industrial Gráfica S. A.
2. Ortega y Gasset, J. (1962). Misión del bibliotecario. Madrid: Revista de Occidente.
3. Castells, M. (Julio de 2002). La dimensión cultural de Internet. Universitat Oberta de Catalunya.
4. Toro, G. (24 de octubre de 2020). ¿Qué es la Bibliotecología? [Archivo de video]. YouTube.
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Licenciada en Bibliotecología y CC.I. Abogada con grado de Magíster en docencia universitaria y Doctora en Derecho. Ha realizado una pasantía en la Universidad de Harvard. Actualmente es vicedecana académica y profesora principal en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM. Investigadora Renacyt - Concytec, es también autora de artículos publicados en revistas indexadas y de libros de la especialidad.